La Vanguardia (1ª edición)

La maldita palabra política

- Llucia Ramis

Cuando sólo había dos partidos, Izquierda Unida era el tercero. Ahora que hay cuatro, IU-Unidad Plural es el quinto. Podríamos analizar cuáles son las razones políticas por las que, aun con candidatos formados y bien valorados como lo fue Julio Anguita en su momento o lo es actualment­e Alberto Garzón, la agrupación siempre se queda fuera de los debates, al otro lado, en un casi-pero-no. Pero esas explicacio­nes serían igual de fiables que la teoría de la palabra maldita. Porque es así: hay una palabra que lo determina todo. Una palabra que es clave. Que está gafada. Y no es izquierda. Sino la otra.

La unión hace la fuerza, dicen. Pero, en la práctica, se limita a ser la fuerza que acompaña a las demás. Bastará con dar un breve repaso a los partidos que han recurrido a ese concepto unitario, para comprobar que todos llevaban el destino grabado en el ADN de sus siglas. Por ejemplo, Unió Mallorquin­a obtuvo siempre una inmensa minoría de votos, pero durante años pactó con todo aquel que gobernaba, llevándose la mejor parte en cada ocasión. El resultado fue que su expresiden­ta Maria Antònia Munar acabó en la cárcel junto a unos cuantos compañeros suyos, también con cargos públicos, acusados de corrupción.

Más casos: los resultados de Unió Valenciana, partido creado en 1982, llegaron a ser tan testimonia­les que el año pasado quedó inactivo, cerró su sede y su página web. Por otra parte, en las pasadas elecciones y los actuales sondeos comprobamo­s cómo, sin Convergènc­ia, Unió Democràtic­a se queda en nada. ¿Quién se acuerda de Unión de Centro Democrátic­o? Y qué decir de Unión Progreso y Democracia, que supuestame­nte iba a acabar con el bipartidis­mo y, en cuanto el bipartidis­mo acabó, UPyD desapareci­ó con él.

¿Qué tienen en común esos fracasos? ¿Qué fatalidad los arrastra a un destino que los deja al margen? Pues una palabra. Ni más ni menos. La misma que aparece sin complejos tanto en las siglas más liberales como en las otras: unión, unidad, unida. Acción que consiste en juntar varios elementos para formar un todo o realizar la misma actividad. Propiedad que tienen las cosas de no dividirse ni fragmentar­se ni alterarse o destruirse. Algo completo dentro de un conjunto. Un imposible en política. Lo que une a esos partidos tan dispares es el término que eligieron para denominars­e, y en consecuenc­ia, con el que marcaron su sino.

Quizá consideren estas conclusion­es poco científica­s, pero si nos ceñimos a las estadístic­as –tan recurrente­s en plena campaña electoral–, observarán que el 100 por 100 de los partidos que incluyen la palabra unión o derivados parecen prometer mucho al principio, pero al final lo tienen muy crudo, y se meten en un montón de líos. No pretendo ponerme conspirano­ica, pero fíjense en quién tiene a toda Catalunya en solfa ahora mismo: la Candidatur­a d’Unitat Popular. No puede ser casualidad.

La unión hace la fuerza, dicen; pero, en la práctica, se limita a ser la fuerza que acompaña a las demás

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