Las reinas dan preferencia a modistos de sus países
Las normas no escritas recomiendan que luzcan diseños de su propio país
Durante siglos fueron las reinas las que creaban moda y, en ocasiones, al traspasar los límites liberaban a sus contemporáneas. Victoria de Inglaterra uso el blanco para casarse con Alberto de Sajonia y desde entonces es el color nupcial; su nieta Victoria Eugenia, casada con Alfonso XIII, subió sus faldas por encima del tobillo y todas las damas la imitaron. Ahora, las reinas y princesas del mundo más que marcar tendencias son, en ocasiones, esclavas de ellas. Desde la reina Letizia a la duquesa de Cambridge, las damas reales tienen la obligación de vestir sus apariciones públicas con corrección pero su función no debe ser la de convertirse en iconos de moda, ni hacer de sus apariciones públicas una continua pasarela.
El fenómeno que ha convertido a las mujeres de la realeza en las modelos más cotizadas por las firmas de moda tiene su origen en Lady Di, una mujer que para distanciarse de las normas de la casa real británica empezó por marcar distancias estéticas. Ella era guapa y las demás, no. Diana de Gales hizo de su vestuario un arma arrojadiza contra su familia política: se subió a los tacones para dejar por debajo a Carlos de Gales y bajó el escote de sus vestidos hasta la mismísima regatera para ponerlo en evidencia.
Todas las mujeres que, con posterioridad, han protagonizado las crónicas reales no han podido huir de ese patrón. Sólo Carolina de Mónaco, la única con estilo propio, se escapa a esa tendencia. Lo principal que toda reina o princesa que se precie tiene que respetar es que su vestuario público debe ser obra de los diseñadores locales para promocionar la respectivas industrias nacionales. Algunas lo tienen más fácil que otras. Rania de Jordania, la más fashion, la que está más pendiente de las últimas tendencias, no tiene mucho donde elegir pero últimamente y, sobre todo, en los actos que tienen lugar en Jordania ha optado por diseños de inspiración étnica, tanto en los bordados de pedrería como en los tejidos de algodón bordados en hilo rojo propios de las mujeres del desierto . Aun así, en su armario ganan por goleada los diseños de las grandes firmas sobre todo italianas y francesas.
La reina Letizia tiene, como se sabe, un diseñador de cabecera, Felipe Varela, que combina con modelos de Hugo Boss, Carolina Herrera, algo de Nina Ricci y también marcas de bajo precio como Mango y Zara. Su vestuario es setenta por ciento español y treinta por ciento de otras denominaciones de origen.
A Mary de Dinamarca le privan los modelos y complementos de
Prada, pero no tiene más remedio que combinarlo con diseños daneses de creadores como Julie Fagenholt, Birgit Hallstein, o Ulle Franck. La princesa Victoria de Suecia tiene debilidad por el libanés Elie Saab y la firma alemana Escada, pero la mayor parte de su vestuario es sueco, con prendas Pär Engsheden, Malene Birgen, Tiger of Sweden, Dagmar y hasta la cadena H&M.
Máxima de Holanda y Matilde de Bélgica comparten diseñador de cabecera, Edouard Vermeulen de la firma belga Natan. Son tan fieles a sus modelos que, en ocasiones, ambas lucen los mismos. A la reina de los belgas también le gustan los vestidos Dries van Noten y de Diane von Furstenberg y Máxima de Holanda luce esplendida con los modelados del holandés Jan Taminau , el argentino Benito Fernández y también del italiano Valentino
La única entre las esposas de soberano que puede justificar lucir diseños extranjeros es la princesa Charlene de Mónaco pero siempre elige vestuario de creadores de los países próximos al Principado, desde la firma italiana Armani, a la suiza Akris, pasando por clásicos franceses como Dior o Chanel.
La benjamina del grupo, Kate Middleton, es la más fiel a los diseñadores británicos y sólo se la ha visto con algunas piezas de Zara y siempre en actividades privadas. La duquesa de Cambridge se mueve entre las firmas deluxe como Alexander McQueen, Stella McCartney, Jenny Packham o Burberry y otras más populares como L.K. Bennet, Reiss, Goat o Erdem.