Seis días, una cama y un trono
La idea de un dios creador que se distingue completamente de su creación es una de las características de las religiones monoteístas. Esta idea ya existía entre algunas de las antiguas religiones de Oriente Medio. Pero el judaísmo, el cristianismo y el islam presentan reflexiones profundas sobre el hecho de que el Dios único es el creador de todo, y que su creación la realiza por amor.
El judaísmo y el cristianismo comparten la misma narración sobre la creación del mundo de acuerdo con Génesis 1, 1-23, la cuál nos describe la organización de un cosmos caótico, indicando que Dios crea (br’) ordenando y completando su obra, para luego reposar.
Para el judaísmo la creación narra la gloria de Dios, y su contemplación permite reconocer su grandeza. Pero al mismo tiempo también advierte contra la divinización de los elementos de la naturaleza, que lleva al hombre a adorar falsos ídolos, dando culto a divinidades creadas por sus manos.
La tradición cristiana asumiría muchos de estos elementos afirmando la obra creadora (ktisis) de Dios. Pero la luz de Cristo le dará a todo lo creado un nuevo sentido como parte del plan divino sobre el mundo y la humanidad (2 Co 5,17).
La religión de la Arabia preislámica era esencialmente naturalista y se basaba en el culto de las fuerzas cósmicas. El islam revolucionó este principio sustituyendo estas fuerzas por el único Dios que las creó (khalq). El Corán no se cansa de decir que todo lo que existe ha sido creado por Dios, y que la creación es la prueba más grande de su omnipotencia (6,72; 31,1; 71,15-17). Como el judaísmo, el islam ve en la creación la gloria de Dios e invita a interpretar correctamente los signos divinos visibles en el universo (3,189-191). El Corán también describe el proceso bíblico de la creación del mundo en seis días, pero en lugar de acabar con el reposo, afirma que “Dios se sentó en su trono” (7,54; 20,5), indicando así una creación continua sin la intervención de causas segundas.
Estas afirmaciones tuvieron una influencia notable en el mundo musulmán: explica el notable desarrollo de las ciencias naturales, la astronomía y la medicina en los primeros siglos del islam, cuando Europa se hallaba en los años oscuros de la edad media.