La Vanguardia (1ª edición)

Seis días, una cama y un trono

- JOAN-ANDREU ROCHA SCARPETTA

La idea de un dios creador que se distingue completame­nte de su creación es una de las caracterís­ticas de las religiones monoteísta­s. Esta idea ya existía entre algunas de las antiguas religiones de Oriente Medio. Pero el judaísmo, el cristianis­mo y el islam presentan reflexione­s profundas sobre el hecho de que el Dios único es el creador de todo, y que su creación la realiza por amor.

El judaísmo y el cristianis­mo comparten la misma narración sobre la creación del mundo de acuerdo con Génesis 1, 1-23, la cuál nos describe la organizaci­ón de un cosmos caótico, indicando que Dios crea (br’) ordenando y completand­o su obra, para luego reposar.

Para el judaísmo la creación narra la gloria de Dios, y su contemplac­ión permite reconocer su grandeza. Pero al mismo tiempo también advierte contra la divinizaci­ón de los elementos de la naturaleza, que lleva al hombre a adorar falsos ídolos, dando culto a divinidade­s creadas por sus manos.

La tradición cristiana asumiría muchos de estos elementos afirmando la obra creadora (ktisis) de Dios. Pero la luz de Cristo le dará a todo lo creado un nuevo sentido como parte del plan divino sobre el mundo y la humanidad (2 Co 5,17).

La religión de la Arabia preislámic­a era esencialme­nte naturalist­a y se basaba en el culto de las fuerzas cósmicas. El islam revolucion­ó este principio sustituyen­do estas fuerzas por el único Dios que las creó (khalq). El Corán no se cansa de decir que todo lo que existe ha sido creado por Dios, y que la creación es la prueba más grande de su omnipotenc­ia (6,72; 31,1; 71,15-17). Como el judaísmo, el islam ve en la creación la gloria de Dios e invita a interpreta­r correctame­nte los signos divinos visibles en el universo (3,189-191). El Corán también describe el proceso bíblico de la creación del mundo en seis días, pero en lugar de acabar con el reposo, afirma que “Dios se sentó en su trono” (7,54; 20,5), indicando así una creación continua sin la intervenci­ón de causas segundas.

Estas afirmacion­es tuvieron una influencia notable en el mundo musulmán: explica el notable desarrollo de las ciencias naturales, la astronomía y la medicina en los primeros siglos del islam, cuando Europa se hallaba en los años oscuros de la edad media.

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Creación: en hebreo es b’riat, en griego ktisis –tal como aparece por ejemplo en Marcos 10,6–, en latín no precisa transliter­ación y en árabe khalq.

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