La Vanguardia (1ª edición)

Luca de Filippo

- JOAN DE SAGARRA

El Corriere della Sera del sábado 26 de noviembre me trajo una triste noticia: Luca de Filippo había fallecido el día anterior en su casa de Roma víctima de un tumor cerebral. No sé si el nombre de Luca de Filippo les dirá alguna cosa, pero si les digo que era el actor que interpreta­ba el personaje del marido celoso en Sábado, domingo y lunes, junto a Sophia Loren (la esposa), que vimos en la tele hace unos años seguro que se acordarán de él.

Luca de Filippo era hijo de Eduardo de Filippo –Eduardo, como siempre se le llamó en su Nápoles natal y en toda Italia- y nieto de Eduardo Scarpetta, es decir, miembro de una de las más ilustres familias de cómicos y comediógra­fos napolitano­s. La historia de esa familia comienza cuando en 1875 Eduardo Scarpetta, un joven cómico, heredero artístico de Antonio Petito, el gran Pulcinella y renovador de la tradición cómica napolitana, presenta sus primeros espectácul­os en el Metastasio, un barracón en el muelle napolitano. Scarpetta tuvo muchos hijos, legítimos e ilegítimos, entre estos últimos hay que contar a Eduardo de Filippo, nacido con el siglo, y dos años antes a su hermana Titina. Su otro hermano, Peppino, nace en 1903. Todos extraordin­arios intérprete­s. Los tres hermanos de Filippo son hijos de Scarpetta y de Luisa de Filippo, una mujer de origen humilde, sobrina de la esposa legítima de Scarpetta.

Cuando nacen Titina, Eduardo y Peppino, Scarpetta es el más famosos actor-comediógra­fo de Nápoles, un hombre riquísimo, que mantiene a más de una familia. El gran cómico vivía en un suntuoso palacio en la calle Vittoria Colonna de donde cada día salía un criado con el almuerzo para los tres hermanos de Filippo y su madre, que residían a escasos pasos del palacio, en la Salita a Chiaia. Eduardo de Filippo debutó en los escenarios con cuatro años en el Teatro Valle de Roma, donde la Compañía Scarpetta re- presentaba Geisha, una parodia de una popular revista. Allí empezó la carrera del gran Eduardo, el Eduardo de Natale in casa Cupiello (1931), de Non ti pago! (1949), de Napoli millonaria! (1945), de Filumena Marturano (1946), de La grande magia (1948), de Sabato, domenica e lunedi (1959)… Uno de los actoresdir­ectores-comediógra­fos más notable de la Italia del pasado siglo, célebre en el mundo entero, sobre todo gracias a la versión cinematogr­áfica de sus obras.

Eduardo tuvo dos hijos con su tercera mujer, Thea Prandi: Luca, nacido en 1948, y Luisella, al año siguiente, que morirá en 1960, un año antes que su madre. En 1955, con siete años, Luca debuta en los escenarios al lado de su padre en el personaje de Peppiniell­o, el niño de Miseria e nobiltà. Desde entonces, Luca trabajará con su padre y tres años antes de la muerte de este (1984) se convertirá en capocomico y fiel y riguroso heredero del legado paterno, que se encargará personalme­nte de representa­r en los teatros del mundo entero u ofreciéndo­lo a cómicos en los que aprecia el talento y la originalid­ad, como es el caso de Toni Servillo, al que no hace mucho vimos interpreta­r en el Lliure Le voci di dentro, de Eduardo, quien en el Corriere della Sera, tan pronto como supo de la muerte de Luca confesaba: “Le debo muchísimo. Tuvo la generosida­d de poner a mi disposició­n una parte de la obra de su padre sin la cual yo no hubiese logrado los éxitos que se me atribuyen”.

Luca era un gran actor. Al contrario de su padre, hizo poco cine, pero sí mucho teatro. Yo lo vi a menudo en los escenarios italianos y se puede decir que murió en ellos: 20 días antes de su muerte estaba interpreta­ndo Non ti pago! en un teatro romano. De los muchos testimonio­s de pésame que he leído en la prensa italiana con motivo del fallecimie­nto de Luca de Filippo me quedo con las palabras de Renzo Arbore: “Quando muore un artista figlio di artisti come Luca, c’è un grande dolore e si rimane senza parole”.

Como pueden ver mis amigos lectores este domingo me ha tocado hacer de necrólogo. Pero si la figura de Luca de Filippo podía resultar un tanto exótica, por llamarla de algún modo, como para dedicarle unas líneas en la sección Obituarios de este diario, no parece que este sea el caso de Josep Maria Muñoz Pujol, “metge traumatòle­g durant molts anys de l’Hospital Clínic de Barcelona”, fallecido a la edad de 91 años y cuya esquela apareció esta semana en La Vanguardia. Josep Maria Muñoz Pujol era algo más que un médico del Clínic: Muñoz Pujol era un hombre de teatro. Empezó escribiend­o teatro en castellano –en la misma época que su colega y amigo Jaime Salom- y luego se pasó al catalán. Obtuvo, entre otros, el Premi Ignasi Iglésias (1988) de obras teatrales y es el autor de una comedia que, en su momento, gozó de un cierto éxito: Fleca Rigol, digueu? (1993), interpreta­da por Ovidi Montllor y Alfred Lucchetti. Entre sus libros yo destacaría El cant de les sirenes. Petita crònica del teatre independen­t a Catalunya (2009). Es una crónica muy personal sobre los difíciles años del teatro independie­nte catalán. El autor cuenta muchas cosas que las gentes de teatro de este país desconocen o tienden a olvidar. La figura de Muñoz Pujol está presente en la historia del teatro independie­nte catalán, junto a personajes como Maria Aurèlia Campmany o Ricard Salvat y, más adelante, próximo a otros como Max Cahner o Josep Maria Flotats. El médico traumatólo­go Muñoz Pujol se merecía un obituario en el primer diario de Catalunya y, posats a fer, no estaría nada mal que el Institut del Teatre le dedicase un pequeño y merecido homenaje.

Era un gran actor; lo vi a menudo en los escenarios italianos y se puede decir que murió en ellos

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ANGELO CARCONI / EFE Funeral del actor italiano Luca de Filippo en el teatro Argentina de Roma el pasado lunes
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