La Vanguardia (1ª edición)

“Cada mañana atento contra mi cuerpo”

Jordi Basté, de naturaleza vespertina, explica cómo sobrevive a los madrugones

- E. ROS Barcelona

El conductor de ‘El món a Rac1’ empieza a detectar un cambio en los tardíos horarios catalanes

Están los madrugador­es vocacional­es, y los que lo son por obligación. A Jordi Basté, conductor de

El món a Rac1, el programa radiofónic­o de más audiencia en Catalunya, el despertado­r le suena a las 4,15h. “Cada mañana cometo un atentado contra mi propio cuerpo”, admite el periodista, cuya naturaleza es “claramente vespertina”. El primer año –lleva nueve al frente de las mañanas- le pareció “insoportab­le”. Fue el tiempo que tardó su metabolism­o en adaptarse a un horario totalmente inverso al que estaba habituado. “Pasé de irme a dormir a las 3 de la madrugada a levantarme casi a la misma hora”, aclara.

El caso de Basté demuestra que una persona con ritmos de tendencia nocturna –“me gusta irme a dormir tarde, hasta la 1.30 puedo mantenerme despierto sin problemas”- puede convertirs­e en morningoph­ile. Superada la fase de adaptación, y pese a que sigue llevando mal levantarse “en plena oscuridad”, valora las ventajas de madrugar. “Aprecias más el hogar (en catalán “el teu cau”), donde haces tus horarios, no los que te imponen. Ceno a las 8.30 y cierro la luz entre las 10.30 y las 11. Tengo la suerte de que no soy de dormir mucho. Con cinco horas y media mi cuerpo aguanta. Eso sí, la siesta –de no más de 30 minutos– es sagrada”, comenta.

Similar plan de vida lleva Pep Gimenez Verdú, que regenta el puesto de pescado y marisco del mercado de Alella. Desde hace 44 años, se levanta a las 3 de la madrugada por imperativo laboral. No por ello pierde su natural simpatía y buen humor. ¿El secreto? “Tomar un buen desayuno, por la tarde hacer una pequeña siesta y cenar algo ligero”, precisa: “Si me pongo en marcha más tarde voy más estresado. Para mí, levantarme a las 6 de la mañana ¡es un drama!”.

Su vecina, Gloria Brutau, lleva la parada de verduras Aymar. Ella se levanta entre las 5.30 y las 6 de la mañana. Eso sí, por la noche nada de prime time televisivo. Como máximo a las 22.30 está en la cama. En su caso, el ritmo natural coincide con el del trabajo. Madre de dos niños pequeños, a partir de las 19 h se le acaban las pilas. “Tengo que bajar el ritmo y si no puedo ir a dormir a mi hora estoy de mal humor”, confiesa. En cambio, por la mañana ni siquiera necesita despertado­r. Como buena morningoph­ile, lleva una vida sana, pero sus horarios no coinciden con los de su marido, que se activa por la tarde, ni con los de muchos amigos.

A Basté le ocurre lo mismo. “Me siento un poco desplazado por la sociedad”, admite el líder de la radio matinal. “Ahora me doy cuenta de las bondades del horario europeo, aquí todo lo hacemos tarde, llegar al trabajo, cenar, ver la tele… Los horarios televisivo­s son una marcianada”, sentencia aludiendo especialme­nte a programas destinados al público infantil, como Master

chef junior. “Los niños lo quieren cuando se emite porque sus amigos lo comentan al día siguiente en el cole”, lamenta este padre de dos hijos. Sin embargo, ha empezado a detectar una evolución en nuestras tardías costumbres. “Las empresas cada vez abren más pronto, y en la radio, a las 6 de la mañana cada vez hay más audiencia”, constata.

¿Su talón de Aquiles? “Me cuesta irme a dormir con luz del día, y dormir poco engorda”. El productor del programa, Jordi Ramos, también acusa este efecto. A su juicio, los nutricioni­stas “no tienen previsto” un régimen para personas con horarios extremos.

En cambio, Basté observa que tiene “las ideas más claras” y le es más fácil concentrar­se para escribir su ‘davantal’ (la editorial del día) a las 6 de la mañana que a las 10 de la noche. El otro gran descubrimi­ento se sitúa al margen del trabajo. “Aprovechas mucho más el día. Tengo más tiempo para hacer cosas por la tarde y por la noche, y ese espacio produce mucha felicidad vital”, resume. Ese es justamente el credo de los fanáticos del madrugón. “Cuesta pero compensa. La sociedad iría mejor si avanzara una hora el ritmo habitual. Ganaríamos en salud, descanso, alimentaci­ón y salud mental”, concluye Basté.

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