La Scala abre su temporada ante un público de jóvenes
Anna Netrebko seduce a un auditorio con entradas ‘low cost’
Mismo espectáculo, mismo reparto con una flamante Anna Netrebko, misma regia… Todo igual, pero con una diferencia de 2.480 euros: de los 20 euros que pagaron anteayer los jóvenes que asistieron a La Scala para ver Giovanna d’Arco de Verdi a los 2.500 que pagarán por una platea los elegantes asistentes que colmarán el teatro mañana, festividad de Sant’Ambrogio, patrón de Milán y día en que se abre la temporada. ¿El requisito? Ser menor de 30 años. Esta iniciativa low cost a precio único y tres días antes de la prima la empezó el exintendente Stéphane Lissner en el 2008 y desde entonces se sigue haciendo con un éxito espectacular. Este año, el segundo de Alexander Pereira, la entrada ha sufrido un aumento del 50%, de 10 a 20 euros. Un precio igualmente asequible y “una oportunidad única para venir a la Scala” como destaca Andrea Kriechenbauer, de 26 años y originaria de Munich.
“La primina no quita protagonismo al 7 de diciembre porque son experiencias diferentes”, opina Giuseppe Bonardi, de Brescia, que se declara “fan de La Scala porque su orquestra y coro son los mejores del mundo para ópera italiana”. Pero no se debe tomar la anteprima como un ensayo general porque no lo es: los esmóquines son más frecuentes que los vaqueros, hay prensa en la entrada y los flashes no paran, creando un aire festivo. “Me parece increíble que se tome tan en serio una iniciativa con gente joven de esta envergadura: los cantantes lo dan todo y es realmente una función de ópera, no un ensayo”, opina Juan Molina-Martell, de 29 años y de Barcelona, a lo que añade:” Es maravilloso poder conocer a jóvenes con estos mismos intereses operísticos que parecen no existir” a lo que Victor Alavedra, también de Barcelona y residente en Milán, contesta: “No los conoces porque no hay oportunidad, el evento crea la situación.”
Un exultante Pereira manifestó en su bienvenida desde el escenario “la gran gran alegría que es ver los palcos repletos de jóvenes” para seguir la ópera desde el mismo palco de proscenio donde Onassis y Rainiero aplaudieron a la Callas al fin de esa mítica Sonnambula de 1955. Y es que en La Scala todo tiene un aire especial y ver un Verdi aquí es como ver un Wagner en Bayreuth. No en vano, Giovanna d’Arco se estrenó en este mismo teatro en 1845. Y si el reparto lo encabeza una fastuosa Anna Netrebko y la orquestra la dirige un sublime Riccardo Chailly, la apoteosis ya es total. La soprano rusa, siempre ambiciosa, encandiló con su talento. La producción de Moshe Leiser y Patrice Caurier presenta a Juana de Arco como una desequilibrada que cree ser la santa y en los delirios de su habitación sucede todo, obligando a Netrebko a estar siempre en escena, dando sentido al inconexo libreto de Temistocle Solera. A su lado Francesco Meli estuvo lleno de italianità, pero el barítono Carlos Álvarez no cantó a causa de una bronquitis aunque hizo los movimientos escénicos con la solvente voz de Devid Cecconi desde un lateral.
“La temporada de la Scala se debería abrir con Verdi cada temporada”, opina tajante Matteo Gabbutto, de Génova.