El Mag Lari se transforma en cuatro grandes ilusionistas en el cabaret ‘Ozom’
El popular mago encarna a Criss Angel o Fructuós Canonge en el teatro Condal
El Mag Lari vuelve a la carga. Tras su anterior trabajo, Splenda, dedicado a la magia de gran formato, ahora regresa con Ozom (transcripción fonética de la palabra inglesa awesome, impresionante, genial), un cabaret mágico en el que Lari (Barcelona, 1973) se convierte en el anfitrión de cuatro grandes estrellas del mundo de la magia. Encarnadas por él mismo. Cuatro estrellas de estilos bien distintos y con nombres inventados pero inspiradas en magos bien reales, como Doug Henning –predecesor de David Copperfield–, Criss Angel, Fructuós Canonge y Wenceslao Ciuró. Contando que el propio Lari también está en escena, en el escenario del teatro Condal habrá cinco magos de renombre con sus personalidades y peculiaridades y, por supuesto, con magias muy diferentes, a los que Lari encarnará mediante pelucas, prótesis dentales, maquillaje y vestuarios que incluyen mallas o una sotana como la del padre escolapio Wenceslao Ciuró... pero convenientemente tuneada.
El popular mago cuenta que Ozom es un espectáculo que tenía en el cogote desde hace muchos años, quería llevar a escena un montaje sobre estrellas de la magia, pero era joven, no era lo suficiente maduro para abordarlo, dice. Ahora que lo ha hecho cree que es su espectáculo más original: “En magia, dramaturgias no puedes hacer demasiadas. Explicar una historia con magia puede ser ñoño. Quería hacer algo más teatral, diferente de Splenda, y creo que hemos acertado. Es una especie de espectáculo de superzapping porque pasan muchas cosas en poco tiempo. Como quería mantener el personaje del Mag Lari, que aparece con los mismos vestuarios sencillos de siempre –ironiza–, la solución ha sido una gran gala de magos que conduce y donde invita a cuatro ilusionistas que son su antítesis”.
Cuatro personajes, dice, “muy trabajados, que llevo muchos años encima y de los que soy una suma: ya existían en mí y los he separado y potenciado”. Cuatro magos a los que invita a su sofisticado palacio, una estructura que según la luz puede parecer una catedral gótica o una galería modernista. Entre los magos invitados, los hay, dice, más agresivos, como Goretti, el prototipo más conocido, un prestidigitador que practica la magia espectacular pero decadente de Las Vegas, inspirado en Criss Angel, y más poéticos, como el abuelo, Cirici Pascual, inspirado en Fructuós Canonge, “un gran mago a quien invito al espectáculo ya hacia el final de su trayectoria artística, en silla de ruedas, para que haga un último número”.
Lari repasa las características de los magos a los que encarna, comenzando por el escolapio Wenceslao Ciuró –en el montaje Wenceslao Padró– y su sotana, “un personaje medio olvidado que hacía ventriloquía con el niño Luisito vestido de marinero, de primera comunión” y que “hacía catecismo con el muñeco”.
En cuanto a Doug Henning –que en el espectáculo se llama Gin Clark y está enfundado en ajustadas mallas azules–, Lari recuerda que sin él no existiría David Copperfield. “Henning se retiró, era el mago estrella de la televisión y se marchó a la India a hacer meditación trascendental. Es como aquí, que existe Julio Iglesias por la muerte de Nino Bravo”, apunta. De hecho, tiene opiniones sobre todo: de Criss Angel, el mago a partir del cual ha creado su salvaje Goretti, con chupa de cuero y lacio cabello largo, dice que era el segundo mago de Las Vegas, pero que ahora está más de moda que Copperfield. “Se ha hecho un nombre porque ha buscado ser su antítesis”.
En cuanto a Fructuós Canonge, sobre el que ha hecho una adaptación muy libre con el personaje de Cirici Pascual, explica que “era un
Lari también da vida al escolapio Wenceslao Ciuró y a Doug Henning, que dejó vía libre a Copperfield
viejo mago barcelonés que comenzó como limpiabotas en la plaza Reial, donde hay un cartel que indica donde trabajaba. Fue progresando a base de juegos de manos. Al final, perdió la vista”. Lari reconoce que los cuatro magos le interesan mucho pero añade que Ciuró le fascina. Que ha ido a casa de sus sobrinos para que le enseñaran sus objetos, y que le dejaron el Luisito original para hacer la réplica. “Escribió trece libros de magia en su época, cuando no había ninguno. Se le echaron encima por revelar secretos a los profanos”. Libros como Els viatges del Mag Lari (Estrella Polar) que ahora publica él mismo “para que los que no saben hacer magia se inicien en el mundo del ilusionismo, escrito con el hilo argumental de la magia vista a través de los diferentes países”.