Apuestas y mensajes
Al fútbol se la resbalan los pronósticos. Por eso viven de él como parásitos multimillonarios los amos de una lista interminable de casas de apuestas. Se dio por hecha la victoria del Barça y en realidad se la mereció con creces, pero el Valencia resistió numantinamente y acabó volteando las predicciones. El secreto de los locales fue saberse inferiores y jugar desde la sumisión: si llegas al partido en plena crisis institucional, tu nuevo entrenador es un astronauta sin experiencia (Gary Neville) procedente de un planeta ajeno a Mestalla (Inglaterra) que opta por ver el primer partido desde el palco para no estrellarse el primer día de jefatura y, encima, tienes diez bajas, no te queda otra que jugar con el trasero pegado a tu portería apelando a ese pequeño margen de éxito, mezcla de suerte y épica, que concede el fútbol de vez en cuando. En nueve de cada diez partidos su destino era la derrota. Esta vez el Valencia fue ese único dentista irreverente que no recomienda el anuncio del dentífrico más popular.
Las sorpresas frecuentaron ayer Europa como si de un brote epidémico se tratara. El Bayern de Munich cayó en la Bundesliga, el patio de su casa. El Manchester City cedió el liderato por culpa del Stoke de Bojan y el Chelsea sucumbió ante el modestísimo Bournemouth, aunque las derrotas del equipo de Mourinho hayan dejado de ser noticia.
El Barça hará bien, sin embargo, en revisar el vídeo del partido y no hacer ni puñetero caso de los resultados de otros equipos. Es cierto que dominó el encuentro, también que aplicó la presión tras pérdida (uno de los más inconfundibles legados que dejará de Luis Enrique) con una eficacia insultante, pero en el fútbol no sentenciar se paga, en las casas de apuestas, y por supuesto en el campo.
El debate que viene será descifrar por qué Luis Enrique no hizo ningún cambio, una rareza. Habrá quien dirá que es el último mensaje subliminal del técnico para comunicar que le falta algo en el banquillo. Y podría ser.