Éxito con discreción
IÑAKI ECENARRO, COFUNDADOR DE TROVIT
Crear la empresa fue un juego, luego lo que es divertido se convierte en tu trabajo, después das trabajo a otros, que siempre pensé que era una gran responsabilidad... y de repente ves que tienes 100 personas”. Iñaki Ecenarro es un emprendedor discreto, tímido y cercano, y lo sigue siendo después de protagonizar la que fue una de las mayores ventas de una empresa del sector de internet en el país. “Varias veces habíamos dicho que no, al final hay una oferta que te gusta y la aceptas”. Y eso fue en octubre del 2014, cuando Trovit, el buscador de clasificados que fundó con dos socios en el 2006, fue adquirido por la japonesa Next por 80 millones de euros.
Ecenarro (1973) fue el consejero delegado de la empresa, lideró el proceso de venta, y siguió en la compañía hasta el pasado julio. Desde entonces apenas ha tenido tiempo para pensar en nuevos proyectos: en agosto nació su segunda hija, y aprovecha para dedicar a la familia todo el tiempo que antes se le comía la empresa. Ganas de emprender no le faltan, asegura: ya tiene un documento con ideas, “pero están sin desarrollar. ¡Si todavía estoy contestando mails antiguos!”.
Nacido en San Sebastián, fue a vivir a Barcelona con siete años, después la familia se mudó a Portugal, donde su padre fue director general de la filial de Braun. Aficionado a la informática, Iñaki hizo empresariales en Bilbao, trabajó en PriceWaterhouse y consiguió una beca Fullbright para estudiar en el MIT. Llegó a Boston en 1999, “cuando las empresas organizaban fiestas para reclutar a personal”. Pero la fiesta duró poco: pinchó la burbuja tecnológica, y al acabar el MBA volvió a Madrid, como consultor en McKinsey. El emprendimiento ya le rondaba por la cabeza, y tras contactar por LinkedIn con Nacho González Barros, dio su primer paso hacia internet incorporándose al grupo Intercom. De allí salió en el 2006, con dos colegas, para montar Trovit.
“Empezamos a fusilar ideas, todo nos salía mal. Menos una que copiamos de Estados Unidos”: copiar una idea americana es lo que han hecho tantos emprendedores de éxito, aunque pocos lo reconozcan humildemente. Trovit creció desarrollando tecnología (“el modelo es muy escalable: empezamos en el Reino Unido, Italia... y al final España es menos del 5%”) y sólo una vez recibió fondos externos, Cabiedes & Partners. “Somos la prueba de que se puede hacer una gran empresa sin necesidad de levantar mucho capital. Nuestro modelo era obtener ingresos desde el principio”, basados en la publicidad y el posicionamiento en Google, y en el marketing on line; este año, unos 35 millones de euros. El negocio de los clasificados estuvo en el papel, luego llegaron los on line, ahora el móvil es quien se está comiendo el tráfico. “Es lo que me gusta de internet, que permite que gente como nosotros, que no teníamos ni idea, hiciéramos una empresa, igual que vienen ahora otros y se comen el pastel”. Otras muchas cosas ha aprendido por el camino. Como lo difíciles que pueden ser las relaciones con los inversores, o con los socios. “A la palabra fundador se le da un contenido místico que no tiene: es el que está el primer día, pero cada etapa requiere sus perfiles, y eso es complicado de aceptar”.
Por eso cuando en julio del 2014 recibió un mensaje (¡de nuevo por LinkedIn!) de un japonés interesándose por Trovit, no les pilló desprevenidos. Ya habían negociado con otra compañía, y tenían toda la documentación preparada: explica que los japoneses acabaron convencidos cuando les llevaron a comer al Camp Nou y les regalaron unas camisetas de Messi.
A Iñaki le insisten mucho para que sea inversor en proyectos de internet. “No es lo mío, no sé ni quiero hacerlo. Mucha gente ha ganado dinero y lo ha perdido muy rápido” (y confía, eso sí, en algunos otros emprendedores que sí se dedican a invertir). “El dinero no da la felicidad, sólo tranquilidad. No haré ninguna tontería, sólo pienso que mis hijas podrán estudiar donde quieran. Pero tendrán otros problemas, que así es la vida”, reflexiona.
En su lista de proyectos no prevé emprender solo: “Una de las mejores partes de este negocio es la parte romántica, la energía que se crea al principio, con cuatro amigos alrededor de una mesa”. Y tiene claro donde está: “El éxito no es salir en la prensa, ni cerrar grandes rondas de inversión. El éxito de una empresa es tener usuarios satisfechos”. Mientras, sigue “relajadamente estresado”: recuperando rutinas y aficiones, y pensando si tendrá fuerza para volver a los triatlones.
Descarta convertirse en inversor, prefiere la parte romántica de crear otra empresa con amigos