La Vanguardia (1ª edición)

El retorno de ‘Victus’

Albert Sánchez Piñol presenta su nueva novela en Capçanes, pueblo natal de Carrasclet, uno de sus protagonis­tas

- SARA SANS Capçanes

Albert Sánchez Piñol presentó ayer Vae Victus, la segunda parte de su novela más popular, Victus, y lo hizo en Capçanes, en el Priorat, localidad de nacimiento de Carrasclet, uno de los protagonis­tas de la nueva novela, que arranca el día después de la caída de Barcelona ante las tropas borbónicas, el 12 de septiembre de 1714.

Villarroel no es una calle que baja. Carrasclet no fue un bandolero. Ni Capçanes (Priorat) es un pueblo pequeño. Albert Sáncez Piñol, autor de La pell freda –la novela más traducida de las letras catalanas– pero más conocido por Victus, presentó ayer la segunda entrega del libro que le catapultó: Vae Victus (La Campana). Y lo hizo en este pueblo del Priorat donde nació Carrasclet, uno de los personajes que se cruza con el protagonis­ta, otra vez, el ingeniero Martí Zuviría. La historia arranca el día después: el 12 de septiembre de 1714 en una Barcelona devastada.

“Mi prima y tía me matan si no vengo”, arrancó Sánchez Piñol en una abarrotada sala que se llenó con más de 400 personas. Por sus vínculos familiares, el autor ha pasado muchas temporadas en Capçanes, que presume de plaza, con gran estatua incluida de un Carrasclet imponente: “Fue un hombre de una categoría moral histórica, con un espíritu más recto que una bayoneta; llegó a levantar un ejército de 10.000 hombres y nunca, nunca, se rindió”, dijo el autor quien subraya que todo lo que ha escrito está documentad­o. “No necesito inventarme nada, si leen wikipedia y algo no cuadra, créanse el libro”, advirtió y, como prueba, las notas a pie de página.

Vae Victus comienza con una gran derrota –aunque habrá más– la de Barcelona. Zuviría huye a América del Norte, donde ayuda a los indios en la guerra contra los colonos ingleses. Tras la aventura americana, regresa a Catalunya pero viaja a Londres, Alemania e incluso Nueva Zelanda, donde acaba, por el momento, el periplo de este ingeniero. Son cuatro hisvamos torias en un solo libro: “Parece que en la primera y la cuarta hay más humor”, comenta el periodista y también escritor Toni Orensanz, que se encarga, a modo de entrevista, de conducir el acto. “Es que hay un principio que dice que las comedias mejor tratarlas en clave trágica y la tragedia, en clave cómica, ¡pongámosle humor! Que el sufrimient­o llega solo”, contesta Sánchez Piñol.

La segunda de las historias aborda la guerra hispano-francesa de 1719. “Hubo una oportunida­d perdida para recuperar las libertades catalanas de 1714 y esta guerra es absolutame­nte desconocid­a… Berwick pide reunirse con el guerriller­o que está causando problemas al ejército borbónico y se reúnen en Perpiñán”. En este capítulo, Zuviría y Carrascet reflexiona­n sobre lo que Sánchez Piñol califica como de “pacto fáustico”: ponerse de lado del mariscal que bombardeó Barcelona sin tregua. “¿Cómo a fiarnos de él?” se pregunta Zuviría. “No nos queda más remedio que seguir luchando”, zanja el de Capçanes. Los personajes concluyen que las naciones son igual que las personas, cuando no tienen buena suerte, no la tienen. “Y eso que el pueblo catalán siempre está a la altura de las circunstan­cias históricas… Aunque ahora… todo irá bien”, dice Sánchez Piñol, para ponerle su punto de humor a la tragedia. Y el público ríe. Y aplaude.

“¿Todo el mundo debería conocer a Carrasclet?”, pregunta Orensanz. “Si estuvieram­os en Missouri sería más conocido que Jesse James; ningún ser humano podría hablar mal de él. La descripció­n del personaje está documentad­a. Por ejemplo, con diez hombres capturó a 23 soldados borbónicos y les dejó en libertad a cambio de que dijeran a sus superiores que era buena persona. El régimen decía que era un bandolero y un fuera de la ley pero nunca nadie le delató”, resume Sánchez Piñol. El escritor se refiere al gran cronista de la Guerra de Sucesión, Francesc de Castellví, “que escribe la epopeya catalana, aunque no le publican ni una página en vida y se refiere a Carrasclet como ‘alguien que nunca miente’”.

Como el resto de antihéroes oficiales de la época, como Casanova o Villarroel, no se han conservado imágenes y quizás influido por la gran estatua de Capçanes, Sánchez Piñol dibujó en su libro a un Carrasclet, alto, fornido, fuerte. “Uno de los documental­istas que me ha ayudado me llamó cuando estábamos a punto de imprimir. ¡Había encontrado una descripció­n de Carrasclet! La había escrito un oficial borbónico para localizarl­o”. Y resultó que el personaje, era bajito, pequeñito, muy moreno y vestía de militar con tricornio. El escritor pudo cambiar el retrato de su personaje. La escultura gigantesca de Capçanes queda como símbolo del imaginario colectivo.

“Si estuviéram­os en Missouri, Carrasclet sería más conocido que Jesse James”, dice el escritor

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VICENÇ LLURBA Albert Sánchez Piñol firma un autógrafo sobre un ejemplar de Vae Victus, ayer, en Capçanes

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