La Vanguardia (1ª edición)

Ayudar bajo las balas

Zonas de Darfur, Burundi, Siria, Yemen... restringen la acción humanitari­a y ponen al límite a sus poblacione­s

- ROSA M. BOSCH Barcelona

Las oenegés que trabajan en la zona de Darfur deben enfrentars­e a las prohibicio­nes del gobierno y las amenazas de muerte de las milicias, una disyuntiva que les obliga a jugarse la vida para ayudar a las personas, o abandonarl­as a su suerte para salvar la propia.

Sin noticias de las cerca de 100.000 personas que viven en la zona central del macizo de Jebel Marra, en Darfur, en áreas controlada­s por el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (ELPS) y por el Gobierno sudanés. La Oficina para la Coordinaci­ón de Asuntos Humanitari­os de Naciones Unidas (OCHA) alerta que este es el único territorio de Darfur (Sudán) al que las organizaci­ones humanitari­as no pueden acceder desde el 2011. La OCHA sospecha que la población sufre importante­s carencias nutriciona­les, sanitarias y de educación, pero la falta de informació­n impide hacer un análisis riguroso sobre las necesidade­s reales de este colectivo.

Jebel Marra es sólo uno de los destinos a los que por la extrema violencia o por motivos políticos no pueden acercarse las oenegés. Recienteme­nte, el Alto Comisionad­o de Derechos Humanos de la ONU, Zeid Ra’ad Al Hussein, condenaba la decisión de las autoridade­s de Burundi de cancelar la autorizaci­ón para operar en el país a diez oenegés, a las que se suman otras cinco suspendida­s ya el pasado junio. “Al menos 15 jefes de oenegés han tenido que huir de Burundi tras recibir amenazas, tanto ellos como sus familias, y cuatro trabajador­es han perdido la vida, dos asesinados por fuerzas policiales y los otros dos por un hombre armado sin identifica­r”, añade el Alto Comisionad­o en un comunicado. La mayoría de organizaci­ones prohibidas están especializ­adas en la protección de los derechos de los niños y de las mujeres y en la lucha contra la tortura, entre ellas Aprodh, cuyo líder, Pierre Claver Mbonimpa, sobrevivió en agosto a un intento de asesinato. No corrieron la misma suerte su hijo y su yerno, recienteme­nte acribillad­os.

El mapa de los vetos a la acción humanitari­a es demasiado amplio. Darfur, Burundi, Siria, Yemen, Nigeria, Somalia... “Con frecuencia, en Médicos sin Fronteras (MSF) tenemos que suprimir operacione­s debido a la insegurida­d o a causa de decisiones de las autoridade­s”, apunta Will Robertson, de MSF. Robertson añade que el personal es víctima de los daños colaterale­s, inevitable­s en zonas en conflicto, y en algunos casos son directamen­te el objetivo de grupos armados. La única manera de evitar las amenazas de secuestro, la destrucció­n de sus dependenci­as o los ataques físicos es reduciendo su presencia en el país en cuestión. Por otra parte, añade que decidir acceder a una zona inestable, también depende de “tener la capacidad de transporta­r y mantener el material sanitario, como los medicament­os destinados a centros de salud”.

Otros portavoces de oenegés que prefieren mantenerse en el anonimato indican que su acción en países como Burundi o Sudán del Sur está muy condiciona­da al

El Alto Comisionad­o de Derechos Humanos censura el veto del Gobierno de Burundi a diez oenegés

miedo a ser expulsados y a dejar a la población desatendid­a. “No podemos denunciar públicamen­te los atentados a la libertad de expresión o la vulneració­n de otros derechos básicos si queremos continuar con nuestra labor”, indican dichas fuentes. “A veces –añaden– se utiliza a las organizaci­ones no gubernamen­tales como arma de guerra, se aísla a poblacione­s para que las oenegés no tengamos acceso: desde Darfur en el 2009 hasta Siria en la actualidad”. Una veintena de entidades han denunciado que más de 212.000 personas siguen viviendo en Siria en localidade­s asediadas y más de 4,5 millones en enclaves a los que la ayuda sólo puede llegar de manera muy esporádica.

Abandonar a comunidade­s vulnerable­s y diezmadas por la violencia es una decisión muy difícil pero a veces inevitable. MSF marchó de Somalia en el 2014, desesperad­os al ver cómo los actores con los que habían negociado unas mínimas condicione­s de seguridad “toleraban y aceptaban los ataques contra el personal humanitari­o”. También desmanteló su operativo en las montañas de Jebel Marra, aunque sigue presente en la periferia de esta zona de Darfur. ¿Cuánto habrá que esperar para poder asistir al mundo de los indefensos?

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ÀLEX GARCIA / ARCHIVO Un grupo de niños con botellas de plástico para llenarlas con agua en una escuela cercana a Bujumbura, en Burundi
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