Ayudar bajo las balas
Zonas de Darfur, Burundi, Siria, Yemen... restringen la acción humanitaria y ponen al límite a sus poblaciones
Las oenegés que trabajan en la zona de Darfur deben enfrentarse a las prohibiciones del gobierno y las amenazas de muerte de las milicias, una disyuntiva que les obliga a jugarse la vida para ayudar a las personas, o abandonarlas a su suerte para salvar la propia.
Sin noticias de las cerca de 100.000 personas que viven en la zona central del macizo de Jebel Marra, en Darfur, en áreas controladas por el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (ELPS) y por el Gobierno sudanés. La Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA) alerta que este es el único territorio de Darfur (Sudán) al que las organizaciones humanitarias no pueden acceder desde el 2011. La OCHA sospecha que la población sufre importantes carencias nutricionales, sanitarias y de educación, pero la falta de información impide hacer un análisis riguroso sobre las necesidades reales de este colectivo.
Jebel Marra es sólo uno de los destinos a los que por la extrema violencia o por motivos políticos no pueden acercarse las oenegés. Recientemente, el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, Zeid Ra’ad Al Hussein, condenaba la decisión de las autoridades de Burundi de cancelar la autorización para operar en el país a diez oenegés, a las que se suman otras cinco suspendidas ya el pasado junio. “Al menos 15 jefes de oenegés han tenido que huir de Burundi tras recibir amenazas, tanto ellos como sus familias, y cuatro trabajadores han perdido la vida, dos asesinados por fuerzas policiales y los otros dos por un hombre armado sin identificar”, añade el Alto Comisionado en un comunicado. La mayoría de organizaciones prohibidas están especializadas en la protección de los derechos de los niños y de las mujeres y en la lucha contra la tortura, entre ellas Aprodh, cuyo líder, Pierre Claver Mbonimpa, sobrevivió en agosto a un intento de asesinato. No corrieron la misma suerte su hijo y su yerno, recientemente acribillados.
El mapa de los vetos a la acción humanitaria es demasiado amplio. Darfur, Burundi, Siria, Yemen, Nigeria, Somalia... “Con frecuencia, en Médicos sin Fronteras (MSF) tenemos que suprimir operaciones debido a la inseguridad o a causa de decisiones de las autoridades”, apunta Will Robertson, de MSF. Robertson añade que el personal es víctima de los daños colaterales, inevitables en zonas en conflicto, y en algunos casos son directamente el objetivo de grupos armados. La única manera de evitar las amenazas de secuestro, la destrucción de sus dependencias o los ataques físicos es reduciendo su presencia en el país en cuestión. Por otra parte, añade que decidir acceder a una zona inestable, también depende de “tener la capacidad de transportar y mantener el material sanitario, como los medicamentos destinados a centros de salud”.
Otros portavoces de oenegés que prefieren mantenerse en el anonimato indican que su acción en países como Burundi o Sudán del Sur está muy condicionada al
El Alto Comisionado de Derechos Humanos censura el veto del Gobierno de Burundi a diez oenegés
miedo a ser expulsados y a dejar a la población desatendida. “No podemos denunciar públicamente los atentados a la libertad de expresión o la vulneración de otros derechos básicos si queremos continuar con nuestra labor”, indican dichas fuentes. “A veces –añaden– se utiliza a las organizaciones no gubernamentales como arma de guerra, se aísla a poblaciones para que las oenegés no tengamos acceso: desde Darfur en el 2009 hasta Siria en la actualidad”. Una veintena de entidades han denunciado que más de 212.000 personas siguen viviendo en Siria en localidades asediadas y más de 4,5 millones en enclaves a los que la ayuda sólo puede llegar de manera muy esporádica.
Abandonar a comunidades vulnerables y diezmadas por la violencia es una decisión muy difícil pero a veces inevitable. MSF marchó de Somalia en el 2014, desesperados al ver cómo los actores con los que habían negociado unas mínimas condiciones de seguridad “toleraban y aceptaban los ataques contra el personal humanitario”. También desmanteló su operativo en las montañas de Jebel Marra, aunque sigue presente en la periferia de esta zona de Darfur. ¿Cuánto habrá que esperar para poder asistir al mundo de los indefensos?