El campo resiste la crisis
El mantenimiento de la demanda es la causa principal que explica la diferencia
La fuerza del sector agroalimentario y las buenas cifras del turismo rural han permitido a las zonas rurales catalanas capear la crisis mejor de lo que lo han hecho las urbes.
“El mundo rural ha aguantado mejor la crisis económica que el urbano gracias a la fortaleza del sector agroalimentario y el crecimiento del turismo rural”. Es la primera de las conclusiones a las que ha llegado el equipo que ha elaborado la nueva edición del Atles de la nova ruralitat catalana (2008-2015), en el que se abordan los efectos de la crisis en la Catalunya rural. Según Ignasi Aldomà, director del equipo del Departamento de Sociología y Geografía de la Universitat de Lleida que ha elaborado el informe por encargo de la Fundació del Món Rural (FMR), la resistencia se explica por “el mantenimiento de la demanda alimentaria”. En este trabajo se analizan, a partir de datos estadísticos –sobre población y demografía, agroindustria, servicios, equipamientos, industria y dinámicas territoriales– la ruralidad catalana en su conjunto. El modelo rural sigue viviendo una transformación que va adaptando a los pueblos a los modos de vida urbana.
La ganadería es uno de los principales sectores que han contribuido más y mejor a la resistencia del mundo rural, sin olvidar la agricultura. La media entre 2011 y 2013 de la Producción Final Agraria (PFA) de Catalunya fue de 2.625,6 millones de euros, de los cuales 1.585,1 corresponden a las explotaciones ganaderas, con el porcino en cabeza y 892,7 millones de euros en facturación. La agricultura obtiene un resultado de 968,8 millones de euros con la fruta dulce encabezando la facturación con unos 232,6 millones de euros.
Tras el porcino, el sector con más fuerza económica es el avícola, que aun experimentando un retroceso de medio punto en la PFA de años anteriores, produce por valor de 292,6 millones de euros. Mientras el porcino mantiene una cabaña estable de 7,7 millones de cerdos, la avícola cría cerca de 45 millones de aves. En cuanto a la agricultura, destacan los buenos resultados obtenidos por los cereales y los forrajes, de tal forma que, según el Atles, representan el segundo cultivo en valor, 205,3 millones de euros en cereales y 109,2. A destacar que el cultivo más extenso y con mayor número de explotaciones, el olivarero, con 115.843 hectáreas y 25.729 ex- plotaciones, sólo tiene un peso del 0,74 en el conjunto de la PFA (19,3 millones) y que ha descendido más de un punto respecto de la anterior.
Todos estos sectores han demostrado una gran capacidad de adaptación y crecimiento a partir de la exportación. La crisis ha coincidido con un aumento de la producción ecológica, la de calidad o la de proximidad también llamada de kilómetro 0. La superficie total de cultivo ecológico pasa de 9.684 hectáreas en 2007 a 28.025 en el 2015, a las que habría que añadir las hectáreas ocupadas por pastos y otros usos forestales que sirven para la producción ecológica, que representan una superficie bastante superior. A principios del 2015 se censan 1.547 agricultores que hacían producción ecológica vegetal y 572 de producción animal, básicamente en ovino y vacuno de carne. Asimismo, los elaboradores de productos ecológicos eran 847, en su mayoría dedicados a la elaboración de embutidos, productos hortofrutícolas y aceites.
Otro dato importante es la producción estándar agraria. Según el mapa del Atlas, la producción media por explotación contempla comarcas que superan los 100.000 euros y están situadas en un eje transversal entre el Segrià y el Alt Empordà. Las comarcas limítrofes a esta área producen entre 75.000 y 100.000 euros por explotación, mientras que las comarcas de Tarragona y del sur de Barcelona son las que presentan una productividad más baja, por debajo de los 50.000. No sólo la agroindustria, también el turismo es ahora un sector estratégico, con su crecimiento, para que las zonas rurales hayan aguantado mejor la crisis que las urbanas. En términos generales, se experimenta un gran incremento de la oferta de plazas de turismo rural en el conjunto de Catalunya, más de 18.000 el año pasado, lo que representa un 40% más de las que había en el 2006. Territorialmente, las casas y apartamentos rurales se concentran en el norte del país, especialmente en las comarcas centrales y de Girona, donde destaca la tipología de granjas y masías aisladas. En el Alt Pirineu destacan los alojamientos en los mismos pueblos, de acuerdo con el hábitat característico de la zona.
Otro de los indicadores del menor efecto de la crisis es el paro en las poblaciones pequeñas y en las comarcas interiores en general. La tasa de desempleo ha crecido, como en todas las comarcas, pero es inferior al 8%. Además, es destacable que se ha mantenido en el territorio la renta familiar disponible per cápita, frente al descenso en las zonas urbanas.
El arraigo en el territorio y la diversificación de la economía en el mundo rural, con un importante papel de las cooperativas agrarias, han sido otros de los elementos que explican esta mayor resistencia. En menor medida, hay sectores emergentes como el desarrollo local de las energías renovables y las redes de telefonía móvil e internet, dos ámbitos que contribuyen a ofrecer más posibilidades de creación de actividad económica.
Ignasi Aldomà también aprecia “la aparición de una pequeña agricultura, de explotaciones familiares y/o de recién llegados al campo, entre ellos muchos jóvenes de origen urbano que explota de manera más diversa e integrada los recursos locales y contribuye tan o más decisivamente a la reactivación o mantenimiento de la ruralidad”. Es la agricultura que añade más valor a los productos ligados a la tierra.
La tasa de desempleo en el campo creció en los años de la crisis, pero, aun así, ahora ya es inferior al 8%