La gran pista de hielo
Izado de 300 metros cuadrados y 35 kilos de bandera española en un mástil de 50 metros de altura. La Constitución también se celebra por lo militar en la plaza Colón de Madrid, pero más allá del desfile de la unidad de honores, lo que chocaba ayer en los jardines del Descubrimiento eran las letras luminosas de “La gran pista de hielo” de Madrid, convertida en eslogan (in)voluntario del nuevo escenario político.
La aritmética parlamentaria puede facilitar por primera vez que, más allá de las voluntades de PP y PSOE, el Congreso ponga en marcha una ponencia que aborde una reforma constitucional. Sólo se requieren un par de grupos parlamentarios (o la quinta parte de los diputados: 70 escaños) para iniciar el procedimiento, y tres de los partidos presentes ayer en la recepción de las Cortes lo plantean en sus programas electorales. Pero el hielo es una superficie peligrosa si no se sabe o no se quiere patinar…
El ciclo vital de las constituciones responde, según Tomas Jefferson, al cruce de la esperanza de vida y la edad en la que se considera que un individuo es capaz de razonar por sí mismo. Lo que sitúa en 19 años la fecha de caducidad de cualquier ley fundamental. El panorama en España, 37 años y un par de retoques obligados después, es que el 64% de los convocados a las urnas el día 20 no votaron la Constitución del 1978 y los carteles electorales lo reafirman: sólo Mariano Rajoy y Josep Antoni Duran Lleida tenían edad para refrendarla.
Pese a todo, Rajoy sigue resistiéndose a salir a la pista. Asumido el debate de la vigencia constitucional como inevitable, de lo que se trata es de gestionar las piruetas y, para el líder del PP, todavía no ha llegado el momento de deslizar
Rajoy elude el debate territorial en la reforma constitucional mientras Mas dice que Catalunya actúa como un Estado
propuestas. Si se cumplen las encuestas, Ciudadanos y Podemos podrían obligar a convocar la ponencia y, si los de Pablo Iglesias alcanzan los 35 diputados, incluso podrían forzar un referéndum aunque no se tocara el título preliminar ni el de la Corona. Hasta ahí el procedimiento. Los programas electorales de Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias coinciden en la necesidad de actualizar y blindar derechos fundamentales e incorporar medidas de regeneración democrática. El escollo es el Título VIII, y Catalunya el motivo.
El planteamiento del PSOE es el que implica mayores riesgos. De pedagogía electoral y equilibrios internos. La propuesta de reforma federal de la Constitución nació en Granada como argumento de supervivencia del PSC y el reconocimiento de las singularidades catalanas acabó convertido en una expresión polisémica en función del socialista que la pronuncie.
Por su parte, el PP, heredero de Alianza Popular, no apoyó en 1978 la actual organización territorial recogida en la Constitución y Rajoy no quiere que la discusión discurra hacia esa zona de la pista y, mucho menos, que sea entendida como una concesión a las reivindicaciones independentistas. La defensa de la unidad de España frente al proceso soberanista es, literalmente por detrás del paro, una de sus prioridades para la próxima legislatura, pero sólo prevé la vía judicial y la financiera para controlar a la mayoría independentista del Parlament. Es la receta que le da votos y minimiza riesgos, aunque en algún cajón espere aguarde el informe que en el 2006 elaboró el Consejo de Estado y que inspira también a Ciudadanos. Albert Rivera sostiene abiertamente que habría seguido los mismos pasos que el Gobierno del PP para replicar a Artur Mas pero también que quiere “revitalizar” la Carta Magna. Y eso pasa por clarificar el modelo autonómico, a base de recentralización y uniformismo en financiación y competencias.
La Generalitat está intervenida financieramente, amenazada por el Tribunal Constitucional, y por la incapacidad de la mayoría independentista de pactar la investidura. Pero en París, Mas hacía su particular homenaje a las víctimas del Bataclan y proclamaba a los cuatro vientos que Catalunya actúa como si fuera un Estado (en la lucha contra el cambio climático). Desde el punto de vista “institucional, político y operativo”.
Junto a “La gran pista de hielo”, el mástil de casi 20 toneladas de la plaza Colón dispone de una cabeza giratoria que vira en la misma dirección que el viento. Así se evita que la bandera se enrolle. Por mucho que gire el discurso político, no puede evitar que el viento sople ni que el hielo de la pista resbale.