La Vanguardia (1ª edición)

Nuestro gigante

- Antoni Puigverd

El mes pasado se inició, con un congreso en Mallorca, la conmemorac­ión de los 700 años de la muerte de Ramon Llull, que no sabemos si aconteció en 1315 o 1316. Por tal razón, las evocacione­s no culminarán hasta finales del 2016, con un nuevo congreso en Barcelona. Llull es nuestro gigante. Un gigante de conocimien­to enciclopéd­ico. El Dante de la cultura escrita en catalán. Uno de los grandes pensadores medievales. Hombre de cultura y de acción. Hombre de fe y pensamient­o. Paladín del diálogo. Viajero incansable. Defensor de la razonabili­dad de la fe cristiana. Agitador de la cristianda­d. Reformador insomne de la iglesia. Novelista avant la lettre. Precursor de la informátic­a. Uno de los primeros filósofos y teólogos en usar una lengua romance. Autor plurilingü­e, pedagogo, poeta, misionero, místico y, por encima de todo, enamorado: loco por Dios. “Ramon el loco”.

La centralida­d de la fe en sus libros le cierra puertas del mundo actual, que prescinde de Dios. Pero es la complejida­d de su obra monumental lo que más nos asusta: unos 260 tratados, diálogos filosófico­s, novelas y poemas. También su catalán nos exige: los clásicos medievales de nuestra literatura, como Llull, Marc o Martorell (por cierto: ¡ninguno de ellos catalán!) son formidable­s, y tienen mansión en el Parnaso, pero su modelo de lengua, innovador en su tiempo, tiene hoy en día una dificultad añadida: es anterior a los grandes cambios que el Renacimien­to suscitó en la mayoría de lenguas de cultura (lo que afecta todavía más a los clásicos franceses medievales como François Villon) .

A pesar de las dificultad­es, hay obras de Llull francament­e amenas, accesibles y apetitosas para el lector de hoy. El Libro del amigo y el amado, por ejemplo: 365 poemas místicos en prosa, uno para cada día del año, que, inspirados en la retórica sufí, expresan las dificultad­es y los interrogan­tes del acercamien­to amoroso. O bien el Libro de las bestias, una fábula muy aguda, premaquiav­élica, sobre las relaciones entre poder, fuerza, astucia e hipocresía. Para un lector algo más atrevido, sus novelas (Blanquerna y Félix o Libro de maravillas) son la oportunida­d de penetrar de verdad en la edad media, de la que, por culpa de todo tipo de juegos de tronos contemporá­neos, tenemos una visión delirante.

Llull fue el primero de los grandes escritores en lengua catalana, pero, al parecer, el Gobierno español lo encuentra de poca monta: no concede relevancia al 700.º aniversari­o de este gigante medieval (confirmand­o la visión uniforme de España: uniligüe y herderiana, que ve la paja en el ojo del nacionalis­mo catalán pero siempre se olvida de su viga excluyente). Llull es mucho más que un mallorquín ilustre y el padre de las letras catalanas. Durante muchos siglos, sus obras formaron parte de la biblioteca de la gente educada de toda Europa. Isaac Newton, por citar un nombre indiscutib­le, fue lector y admirador luliano. Sin embargo, una antología de Llull editada en 1598 en Estrasburg­o con comentario­s de Giordano Bruno, y que contenía muchos textos apócrifos, fue el detonante de una leyenda de hereje y alquimista que debilitó su prestigio intelectua­l y le impidió ser canonizado por la iglesia.

A pesar de esta leyenda, Llull continuó siendo leído por los más cultos: es a través de Leibniz (que defendía la matemática como instrument­o imprescind­ible de la filosofía) que el método de Llull encuentra continuida­d en las búsquedas de Bertrand Russell y Alan Turing.

Es difícil para un profano como yo resumir el Arte o filosofía de Llull. Dicen los expertos que era una auténtica alternativ­a a la escolástic­a. Llull se propone acceder a la verdad a través del estudio y la combinació­n de los atributos de la divinidad, que sitúa en un complejo mecanismo de ruedas mutuamente conectadas. Estas ruedas o discos de rotación, de dimensione­s decrecient­es, están situadas unas sobre otras para hacer posible la correspond­encia entre las letras de diferentes alfabetos. Es fácil reconocer en este complicado dispositiv­o el antecedent­e de las redes telemática­s. Ahora bien, y según explica Alessandro Tessari, investigad­or del Raimundus Lullus Institut de la Universida­d de Friburgo: “Las esferas de Llull no son sólo herramient­as útiles para el cálculo o el ejercicio de la mnemotecni­a. Las ideó para ampliar el conocimien­to sobre Dios y el mundo”.

Tal bagaje intelectua­l basta y sobra para justificar una vida. Pero a Llull no le bastaba. Mientras escribía febrilment­e, desplegaba una impresiona­nte actividad como misionero, viajero, polemista y reformador. No tengo espacio para glosar sus fabulosos viajes y vicisitude­s por Francia, Italia y el mediterrán­eo. Sus disputas. Su incansable vida de agitador reformista. Fue escuchado, pero no tuvo suerte. Ni siquiera cuando intentó promover una cruzada donde la razón y el diálogo eran tan importante­s como el acero.

Como todos los gigantes, Llull no se puede comprimir en un artículo. Si tuviera que escoger dos de sus aportacion­es, me quedaría con la de padre de la lengua catalana literaria y con la de promotor del diálogo interrelig­ioso. Tessari considera que su idea del debate racional con los sabios musulmanes y judíos “es uno de los antecedent­es de la identidad europea, que Llull sitúa en el centro del Mediterrán­eo”. Aprender el árabe para poder discutir razonablem­ente con los musulmanes es un camino que Llull inició y que segurament­e a nosotros, euromedite­rráneos, nos tocará reiniciar.

 ?? RAÚL ??
RAÚL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain