Criatura principal, primera pareja
Cuando se fueron desarrollando las tres grandes religiones monoteístas el tema de la centralidad del ser humano dentro de la obra creadora de Dios retuvo siempre una gran importancia. El valor del ser humano por encima del resto de las criaturas encuentra sus orígenes en los textos sagrados de las tres principales tradiciones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam.
La Biblia hebrea narra la creación del hombre en el contexto de los textos de la creación bajo la figura tipológica de Adán (Adam), creado por Dios del fango y del aliento divino, y la creación de su pareja, Eva (Génesis 2, 7 y 2,22). El cristianismo seguirá este mismo relato bíblico como origen de la humanidad, pero el Nuevo Testamento insistirá en que Adán es la figura arquetípica que trajo el pecado al mundo, en contraposición a Cristo, el segundo Adán, que trajo su redención (1 Corintios 15,22).
El Corán sigue de cerca la narración bíblica en la creación del primer hombre, Adán (Âdam), preelegido por Dios como su lugarteniente (2.30), y en la descripción de la tentación de Adán y Eva, su pecado y su consecuente expulsión del paraíso. Con una expresión que hace pensar en la narración bíblica, el Corán afirma también que Dios infundió su espíritu en el primer hombre (38, 7172) y, al crearlo, pidió a los ángeles que se postraran ante él. Sólo el diablo (Iblis) se resistió a hacerlo, por lo que Dios le maldijo. En cuanto a Eva, el Corán no la llama nunca por su nombre (como sí hacen los hadices) ni describe directamente su creación. Da a entender que Dios la creó de una costilla de Adán (4,1; 7,189; 39,6). A pesar de que el Corán llama a Adán “preelegido divino” (3,33), la tradición musulmana dudará en llamarlo
profeta. A pesar de que Dios lo perdonó (3,37) su figura se encontrará siempre ofuscada en comparación con los demás profetas coránicos.