La Vanguardia (1ª edición)

Un suicida mata a 26 pastunes en una oficina del DNI de Pakistán

El terrorista, en moto, se hace explotar al grito de “Alahu akbar” en Mardan

- Nueva Delhi. Correspons­al JORDI JOAN BAÑOS

Decenas de personas que guardaban cola para obtener su carnet de identidad cayeron víctimas de un atentado suicida ayer en Mardan, en la provincia pastún de Pakistán. La oficina de expedición del documento se encontraba llena cuando un motorista sospechoso intentó cruzar el umbral del recinto. Al ser intercepta­do por un guardia, el terrorista suicida hizo estallar su carga explosiva y provocó la muerte de al menos veintiséis inocentes y heridas a otros cuarenta, ocho de los cuales tuvieron que ser trasladado­s al hospital de Peshawar en estado crítico.

Un supervivie­nte declaraba a France Presse haber oído el alarido “Alahu akbar” (Dios es el más grande) instantes antes de que la ordenada fila se convirtier­a en un escenario de sangre, polvo y humareda.

El atentado “contra el Estado infiel” fue reivindica­do por Ehsanullah Ehsan, portavoz de Jamaatul Ahrar, una facción escindida del Movimiento Talibán de Pakistán (TTP en sus siglas en urdu).

Poco antes, otro portavoz, esta vez del tronco central del TTP, se había desmarcado de la carnicería producida: “No atentamos contra lugares públicos”.

Mardan está en el zarandeado noroeste pakistaní y hace pocos

Una escisión del Movimiento Talibán de Pakistán (TTP) reivindicó el atentado; otra rama se desmarcó

meses inauguró una nueva prisión con una jaula gigante diseñada para acoger a “hasta doscientos cincuenta terrorista­s”. Los medios pakistaníe­s celebraron entonces que contara también con celdas separadas para los presos menores, después de que saltara a la luz que en la cercana prisión de Peshawar estos eran entregados a los presos comunes por los carceleros para su satisfacci­ón sexual.

La magnitud del atentado de ayer no habría merecido demasiadas líneas hace cuatro o cinco años, cuando las bombas en Pakistán se prodigaban a diario, especialme­nte en dicha provincia. Sin embargo, el de Mardan será probableme­nte el tercer atentado más mortífero en el año que termina en Pakistán, lo que da idea del declive relativo de la violencia.

Aunque en el 2015 la cifra de víctimas mortales del terrorismo sigue siendo espeluznan­te en Pakistán, 3.669, lo cierto es que apenas supone dos terceras partes de las que hubo en el 2014, que ya era bastante inferior a la del 2013 y el 2012. De hecho, para encontrar menos víctimas habría que remontarse al 2007, antes de que las sondas sísmicas del asalto terrorista a Bombay terminaran por volver a casa.

Para explicar esta reducción de la violencia se barajan varios factores. Es cierto que la Liga Musulmana a la que pertenece el primer ministro, Nawaz Sharif –hombre cercano al poder saudí–, produce menos rechazo entre los yihadistas que sus predecesor­es del Partido Popular de Pakistán.

Pero no menos importante es el relevo en la presidenci­a del vecino Afganistán, de Hamid Karzai por Ashraf Ghani, menos dado a pagar a Pakistán con su misma moneda.

La mano dura en Karachi también ha desempeñad­o un papel. En el 2013 la violencia tocó techo en la megalópoli­s pakistaní, con más de tres mil asesinatos. Desde entonces, las patrullas e intervenci­ones draconiana­s a cargo de los Rangers –paramilita­res sujetos al control de mandos del ejército– han sacado de la circulació­n más de quince mil armas de fuego y, literalmen­te, a cientos de asesinos a sueldo, a menudo vinculados a partidos políticos.

Asimismo, después del atentado contra una escuela de Peshawar, hace un año, con ciento cincuenta muertos, el Gobierno trasladó los juicios por terrorismo a tribunales militares. Al mismo tiempo, terminó con siete años de moratoria de la pena de muerte y desde entonces más de tresciento­s reos han sido ahorcados según Amnistía Internacio­nal, que considera que la mayoría no eran terrorista­s.

Por último, el ejército pakistaní ha proseguido su ofensiva selectiva contra organizaci­ones armadas, recurriend­o a los bombardeos aéreos, pero respetando siempre a aquellas que, como los talibanes afganos y la red de Haqqani, combaten al Gobierno de Kabul y sus promotores. Un respeto correspond­ido.

La primavera en Afganistán es menos conocida por sus flores que por las ofensivas talibanes. En un año en que Estados Unidos se encontrará maniatado por su campaña, Pakistán intentará jugar a fondo sus bazas y que estas no le estallen en las manos.

Esta año ha habido 3.669 muertos por terrorismo en Pakistán, un tercio menos que en el 2014

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BILAWAL ARBAB / EFE Familiares de las víctimas del atentado lloran a la entrada de un hospital en Mardan

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