Cárcel para dos exviceministros argentinos por un accidente de tren
Corrupción y negligencia en la tragedia de Once, que causó 51 muertos
La tragedia ferroviaria de Once causó la muerte de 51 personas en esa estación de Buenos Aires el 22 de febrero del 2012, destapó las miserias del deficiente mantenimiento de los trenes argentinos y apuntó a la corrupción kirchnerista. La sentencia ratificó ayer la responsabilidad del Estado en el accidente.
El tribunal dictó una veintena de condenas de hasta nueve años de prisión. Las más significativas fueron para dos exviceministros de Transporte kirchneristas. Juan Pablo Schiavi, que ocupaba el cargo en el momento del accidente, fue condenado a ocho de prisión e inhabilitación perpetua por “administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública”.
Por su parte, Ricardo Jaime (2003-2008), amigo íntimo del matrimonio Kirchner y que dejó el viceministerio por acusaciones de corrupción, recibió seis años de pena total, teniendo en cuenta que el tribunal sumó a los cinco años de prisión por el accidente dos condenas anteriores, por recibir dádivas de empresarios del transporte y por ocultación de pruebas.
La pena más grande –9 años– se la llevó Claudio Cirigliano propietario junto con su hermano Mario –absuelto– de Trenes de Buenos Aires (TBA), concesionaria de la línea de cercanías por la que discurría el tren y dueño de líneas de autobuses urbanos que recibían cuantiosas subvenciones del gobierno kirchnerista. El maquinista del tren, Marcos Córdoba fue condenado a 3 años y medio de prisión.
El tren que había partido de Moreno, a 40 kilómetros de la capital, llevaba menos pasajeros que fuera de la época de vacaciones, pero aun así hubo 51 muertos y 789 heridos. El convoy se convirtió en un acordeón al chocar contra el tope del final de la vía de la céntrica estación del barrio de Once.
La velocidad rondaba los 20 kilómetros por hora, pero el tren no frenó a tiempo. En seguida se apuntó como causa del accidente a la falta de mantenimiento de las infraestructuras ferroviarias y quedaron al descubierto las estrechas relaciones entre Jaime y los Cirigliano. Quedó en evidencia que las subvenciones recibidas nunca se vieron reflejadas en la mejora de los trenes.
Como era habitual ante una tragedia, la presidenta Cristina Fernández desapareció de la escena pública tras el accidente y reapareció cinco días después sin hacer autocrítica. Fernández exigió a la justicia el rápido esclarecimiento de las causas del accidente y recordó que el día anterior su gobierno había intervenido TBA, sin hacer referencia a la responsabilidad estatal en la supervisión de la línea.
La mandataria logró sortear en poco tiempo la crisis de Once para erigirse luego en la principal modernizadora de la red ferroviaria, a pesar de las pocas inversiones en doce años de kirchnerismo. En marzo pasado Fernández anunció la nacionalización de todos los ferrocarriles, aceleró la compra de trenes nuevos y la renovación de estaciones que no se cansó de inaugurar durante la reciente campaña electoral. Pero no sirvió de mucho, vista la derrota del candidato kirchnerista frente a Mauricio Macri.
El accidente también destapó la ineficiencia de la administración argentina . Lucas Menghini Rey era un joven de 20 años que viajaba en uno de los vagones. La policía insistía en que su cuerpo no estaba en el tren. Sin embargo, tres días después, su cadáver apareció en la cabina interior de un vagón, donde al parecer nadie había mirado.
El joven fue la víctima mortal 51 y emblema de la tragedia. Ayer sus padres se mostraron satisfechos. “La justicia le ha dado una lección a la corrupción”, declaró Paolo Menghini. No obstante, el padre de Lucas también dijo que espera que Julio De Vido, todopoderoso exministro de Planificación –de quien dependían Jaime y Schiavi– y amigo íntimo de los Kirchner, se siente algún día en el banquillo.
Nueve años de prisión para el dueño de la empresa concesionaria, y seis y ocho años para los dos exsecretarios