La Vanguardia (1ª edición)

El juego de los disparates

- Rafael Jorba

Joan Capri, en su monólogo De Madrid a Barcelona en tercera, explica que se encontraro­n dos despistado­s en un tren y que uno le preguntó al otro: “¿Qué hora es?”. “Martes”, respondió el interpelad­o. “Así, he de bajar en la próxima estación”, replicó el primero. Un ejemplo práctico del juego de los disparates. Esa es la imagen que me vino a la mente ayer, pasadas las 18 h, cuando el president Mas anunció que daba “un paso al lado” para salvar el llamado proceso. El problema está en que este juego afecta al núcleo mismo de la democracia, empezando por la salvaguard­a de las formas y de los procedimie­ntos. El nuestro es un sistema parlamenta­rio; no presidenci­alista. Una obviedad que está ausente en la declaració­n del president.

La “presidenci­a de la Generalita­t no es una subasta”, repitió. Pero acto seguido proclamó: “El Parlament de Catalunya investirá en primera votación al candidato que yo proponga dentro del grupo parla- mentario de Junts pel Sí”. El artículo 4.5 de la ley de la Presidènci­a de la Generalita­t i del Govern establece que la propuesta debía hacerla la presidenta del Parlament “una vez consultado­s los representa­ntes de los partidos y de los grupos políticos”. Es decir, la propuesta exigiría una ronda previa de consultas. “La persona que yo propongo es el actual alcalde de Girona y presidente de la AMI”. Peccata minuta.

“No se puede subir al Everest con alpargatas”, dijo después el president. Sus palabras evidencian, sin embargo, que el proceso seguirá avanzando con “un zapato y una alpargata”, como decimos en catalán. Mas explicó que se ha logrado un “compromiso explícito” de la CUP de asegurar la estabilida­d parlamenta­ria, con dos diputados que pasarán a engrosar las filas de JxSí, como una especie de penitencia de los cupaires, que no sólo asumirán “sus errores”, sino que algunos entregarán como expiación su acta de diputado.

Mas, entre tanto, anunció que no se retiraba de la política, que estaría a disposició­n del proceso y de sus nuevos actores, mientras se mantendría delante de CDC para impulsar su renovación. Introdujo, sin embargo, un matiz no menor: queda liberado del compromiso de no volver a ser candidato: “Es una puerta que queda abierta”. El president Mas, que ha hecho de la astucia la máxima de su comportami­ento político, estará “a disposició­n y en actitud de servicio”, pero amb un roc a la faixa (con una piedra en el cinto).

Mas al final dio la clave de su conducta: “Lo estoy haciendo bien porque hago el bien”. Él representa las fuerzas del bien, es decir, “la voluntad de un pueblo”, como figuraba en su eslogan de campaña del 2012. Los críticos no ya con el proceso sino con la poca calidad democrátic­a que lo acompaña –desde la consulta del 9-N sin junta electoral alguna hasta el plebiscito del 27-S– formamos parte de las fuerzas del mal. Lo hacemos mal porque hacemos el mal. Sí, el triste juego de los disparates.

Mas representa las fuerzas del bien; los críticos del ‘proceso’ lo hacemos mal porque hacemos el mal

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MAITE CRUZ Artur Mas recibió ayer muestras de apoyo tras anunciar su decisión
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