La demolición de la clase media
La crisis económica rebaja los salarios y está haciendo desaparecer a la clase media”. En estos términos se expresaba una persona tan poco sospechosa de radicalismo como Georges Plassat, el consejero delegado de Carrefour, al señalar este quebranto social, que destruye la cohesión, el dinamismo económico, y liquida el futuro al arruinar las expectativas de los jóvenes. Peor, imposible. En el caso de Catalunya, además debilita la base social del catalanismo. El que se trate de una tendencia generalizada en gran parte de Europa y EE.UU. no puede ser un consuelo, excepto si somos tontos. Más cuando en otros países se buscan respuestas políticas, como la Administración Obama, que ha constituido el Grupo de Trabajo sobre la Clase Media, dirigido por el vicepresidente Joe Biden, mientras que aquí ni tan siquiera forma parte de la agenda política.
¿Cómo es la clase media catalana? Tenemos datos para realizar su radiografía antes de la crisis. Representaban 4 de cada 10 personas, tres asalariadas, y una propietaria o autónoma. Estas últimas trabajaban mucho, puesto que cerca de la mitad superaban las 41 horas semanales, y una buena parte de ellas las 50. Los de “en medio” eran y son quienes más acudían a la escuela concertada, el 28%, pero la mayoría usa la pública. Imperaba una satisfacción razonable con su presente, y quizás esto determinó un flanco débil donde la crisis hizo estragos, sobre todo en los menores de 45 años. Se trata de las hipotecas sobre sus pisos –de media 90 m2– relativamente recientes. A muchos la gran recesión les atrapó de pleno, y esto, junto con las deudas de consumo, los debilitó ante el paro, la reducción de ingresos y la insuficiente respuesta de los gobiernos catalán y español. Los más afectados fueron las familias con más de dos hijos. Una tragedia para nuestro futuro.
Ahora, después de la gran recesión, lo que sabemos de este grupo social es insuficiente, más allá de apreciar su dura caída. En el área metropolitana de Barcelona, donde vive la mayoría de la población catalana, las rentas medias disminuyeron un 14% entre el 2007 y el 2013. Una parte de este desplome fue directo a la pobreza, incluidos los que poseían estudios superiores, que pasaron del 4% al 18% de la población que vive en esas condiciones. El cambio en Barcelona ha sido to- davía más radical: las rentas medias, que eran mayoritarias, pasaron del 58% al 44% y las bajas, del 22% al 42%. Los últimos cambios electorales no se entienden sin estos datos.
Todo esto conduce a un modelo de sociedad indeseable, alejado de la idea europea de cohesión social, donde un vértice muy afilado, un 5% de la población, concentra la mayoría de la riqueza. Debajo de todo, una base que se va ensanchando formada por personas con ingresos bajos, y descendiendo todavía más, aquellos que son pobres o están al albur de serlo, el 24%. Entre ambos, la clase media, que reduce su nivel de vida, o desciende al piso inferior; incluso se transforma en pobre.
El sistema fiscal y el trato a las familias con hijos propician esta situación, en la que “los de en medio” soportan todo el edificio, porque pagan mucho, cada vez más, y reciben cada vez menos. Es así porque el IRPF castiga en exceso a este grupo, mientras que el vértice posee mecanismos legales para pagar menos, el IVA discrimina poco y mal en cuanto a la naturaleza social del gasto, y porque el capital se lleva la mayor parte del rendimiento.
Hoy los más desfavorecidos han encontrado una respuesta en algunos partidos políticos, mientras que los lobbies del vértice mantienen el poder de siempre, pero la clase media está políticamente mal representada, una marginación sorprendente y digna de estudio. La destrucción del catalanismo ha contribuido de manera eficaz al desastre.Pero si no se repara el daño causado, la sociedad quedará desestructurada. Sin una clase media fuerte, “los de arriba” lo pagarán muy caro, la economía menguará y desaparecerá la posibilidad del rescate ciudadano de los más necesitados.
De ahí la necesidad de una nueva política, y en ella algunas medidas son fundamentales. Una es la reforma fiscal para aliviar la presión sobre la clase media, ajustando la recaudación a la riqueza real, sin penalizar el ahorro de la mayoría. La ayuda universal y suficiente a las familias en razón del número de hijos es una prioridad, completada por un trato favorable a sus planes de pensiones privados. Y por descontado, reducir la distancia retributiva entre los salarios top y el resto. Asimismo, la gratuidad de la escuela concertada tendría un efecto multiplicador.
Es un error pensar que el problema se resolverá sólo con el crecimiento económico, pues lo que sucede obedece a la forma como se distribuyen los beneficios y los costes en el conjunto de la sociedad. Es algo más profundo, es el sistema. Recuperar a la clase media es necesario para conseguir una sociedad cohesionada que resuelve sus necesidades mediante la cooperación, sin apelar al enfrentamiento y al conflicto. Esto es lo que está en juego.
La clase media reduce su nivel de vida o desciende al piso inferior; incluso se transforma en pobre