La Vanguardia (1ª edición)

Diálogo, agradecimi­ento y perdón

- Juan José Omella

Con piedras y cemento se pueden construir muchas iglesias, muchas casas, pero ¿qué diferencia unas iglesias de otras? ¿Y unas casas de otras? Dos cosas: el proyecto y la forma. El proyecto, es decir, la idea de lo que se quiere construir y la forma, el cómo se construye. Como las iglesias, las familias son diversas. Pero los cristianos siempre tenemos presente una imagen preciosa: la de la familia de Nazaret. Se puede juntar un hombre y una mujer pero ¿dónde está la diferencia entre una familia y otra? ¿O entre la nuestra y la de Nazaret? En el proyecto y en el cómo se realiza. ¿Y qué descubrimo­s en la familia de Nazaret?

Lo primero de todo, la comunión, la armonía: la familia de Nazaret es reflejo de la comunión de Dios que es Padre, Hijo y Espí- ritu. Y la familia de Nazaret vive la comunión, vive el diálogo: qué importante es esto en una familia. La comunión y el diálogo. ¿Y cómo conseguir que esa comunión y diálogo crezca entre vosotros? Hay que saber escuchar: la Virgen tiene el don especial de escuchar como buena madre y tenemos que aprender de ella. Escuchad lo que no dice el otro: es el diálogo de los sentimient­os, el silencio del afecto, estar pendientes del otro para ver qué necesita o qué le pasa. ¡Eso es tan importante! Muchos dicen: ‘Yo rezo a Dios pero no le oigo’. Porque no lo estás escuchando en silencio. Esta es la primera caracterís­tica que descubrimo­s en la familia de Nazaret: la comunión y el diálogo.

También descubren la alegría y el gozo que brota y se fortalece en la acción de gracias: por lo que uno hace y por lo que uno es. Muy pocas veces damos gracias al otro por lo que es y lo que hace. Exigentes, sí, mucho. Exigimos a los políticos, a los obispos… ¡pero qué poco ofrecemos! ¡Qué poco agradecemo­s!

La actitud de perdón, de escuchar los errores de los otros, es uno de los rasgos de la familia de Nazaret. ¡Cuesta tanto pedir perdón y perdo- nar! Y eso que estamos en el Año de la Misericord­ia que es tiempo para abrir el corazón y reconocer nuestros fallos y recibir el perdón de Dios y el de los hermanos. Porque sólo quien recibe el perdón de Dios, sólo aquel que ha sabido reconocer sus errores y pedir perdón, es capaz de perdonar a los demás.

En este tiempo que parece que, aparenteme­nte, la familia está en crisis, que tanto se habla de matrimonio­s de otra forma, permitidme que os diga: felicidade­s y enhorabuen­a a todas las familias que os amáis, que vivís la fidelidad, el cariño y la ternura, que transmitís la fe a vuestros hijos. Recordad las tres estrellas que brillan en la familia de Nazaret: la comunión y el diálogo, la acción de gracias y el perdón. Tres iconos que podemos llevar en el corazón.

La primera caracterís­tica que descubrimo­s en la familia de Nazaret: la comunión y el diálogo

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