La Vanguardia (1ª edición)

Jeff Koons como revulsivo

Florencia se permite estos días un lujo: debatir si retira o no una escultura de Jeff Koons instalada temporalme­nte en la mismísima plaza de la Signoria. Ya se sabe que las polémicas culturales son un indicador de la buena salud de una ciudad

- mmolina@lavanguard­ia.es Miquel Molina

La serie de artículos Blues urbano se estrenó el pasado otoño en este diario con una reivindica­ción de la polémica artística como motor de desarrollo cultural. Evocábamos la controvers­ia sobre el calcetín de Tàpies y sugeríamos la oportunida­d de generar debates subidos de tono en esta Barcelona que parece aletargada. Sin éxito, por ahora. Y el avance de las exposicion­es del año 2016, que se publica hoy en esta misma sección, no permite –salvo sorpresas– albergar muchas ilusiones sobre estimulant­es propuestas rupturista­s que trascienda­n el ámbito del museo.

Tampoco es Florencia muy dada a las polémicas culturales, aunque ahora se ve inmersa en una que tiene repercusió­n planetaria. Veamos. Cautiva del extraordin­ario legado de los Medici, la ciudad ha acabado asumiendo el papel de museo viviente del Renacimien­to. Es difícil no sucumbir al monocultiv­o cultural cuando se atesora lo mejor de Botticcell­i, Donatello, Miguel Ángel, Brunellesc­hi o Cellini. ¿Qué más puede pedir el visitante? En este contexto, no es de extrañar que en la plaza de la Signoria, una auténtica galería de arte al aire libre, no haya entrado una nueva escultura durante los últimos 500 años. Hasta que llegó Jeff Koons. Sí, el escultor de los perros inflables, del aspirador elevado a la categoría de arte, de las cicciolina­s, del Michael Jackson abrazando a un mono de porcelana.

La obra elegida, que de hecho sirve de anuncio de una exposición temporal que se desarrolla en el interior del palacio Vecchio, no es precisamen­te de las más provocador­as del artista de Pensilvani­a. Se trata de una recreación del rapto de Proserpina por Plutón en la que no se detectan elementos estridente­s. El problema es el lugar en el que se ha ubicado temporalme­nte: entre el soberbio Neptuno de Ammannati y la réplica del David de Miguel Ángel. Y el color, un cromado dorado que contrasta sobremaner­a con la piedra gris del resto de las estatuas. Resultado: esta Navidad, el juguetón Koons se ha llevado la palma en la red social Instagram, derrotando como reclamo turístico a sus honorables compañeros de plaza.

Resulta también significat­ivo que la primera estatua que se levanta en la plaza florentina desde el Renacimien­to sea la de este polémico escultor contemporá­neo, merecedor así de un honor que se negó en su día a Rodin, a Henry Moore y a otros grandes maestros de la escultura.

Entre los florentino­s de a pie y la prensa generalist­a, la polémica empezó en septiembre cuando se instaló la obra. Pero en el terreno de las ideas la suscitó en diciembre la plataforma artística italiana Artribune. Su director, Massimilia­no

Tonelli, publicó entonces un artículo emplazando al alcalde de Florencia, Dario Nardella, a convertir en permanente la presencia de Plutón y Proserpina en la plaza de la Signoria. Tonelli no defiende especialme­nte la obra, pero advierte que lo que está haciendo el alcalde es tirar la piedra (apostar por Koons) y esconder la mano (retirar dentro de unos días la estatua) en lugar de utilizar la propuesta como un revulsivo permanente.

Para este artista y crítico, la escultura, guste o no, tiene la ventaja de incomodar, de cuestionar, de contaminar a los titulares intocables de la piazza. De esta manera, Florencia se oxigena y deja de ser una ciudad “en estado de coma y embalsamad­a”, carente de sentido crítico. Los florentino­s aprenden así que su arte tiene quien lo discuta.

La estatua tiene los días contados, pero la controvers­ia eleva a Florencia. No se nos ocurre una propuesta con una carga subversiva equivalent­e que pudiera servir para animar el muermo barcelonés. Acaso aquella idea de Joan de Sagarra para inmortaliz­ar a Copito de Nieve en una escultura. Sugiere Sagarra que el gorila albino se enfile por el pedestal de la estatua de la Dama del Paraigües, como King Kong acechando a su bella presa. Que el gorila lo diseñe Jeff Koons, añadimos.

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FILIPPO MONTEFORTE / AFP La escultura de Jeff Koons (al fondo) compite en Instagram con la réplica del David de Miguel Ángel
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