Radiografía de un monasterio
El hallazgo de nuevos documentos sobre las restauraciones demuestra que el conjunto de Ripoll casi es más una obra del XIX que del románico
El actual monasterio de Ripoll ya no es el del abad Oliba, ha pasado a ser el del obispo Morgades y el arquitecto Elias Rogent. Quien hace esta afirmación es el profesor de Historia y especialista en arte medieval Xavier Barral y Altet. Y a continuación compara Ripoll con la Sagrada Família de Barcelona, que dentro de unos años ya no será tampoco el templo de Gaudí sino una obra nueva, construida en este caso no sobre sus escombros sino sobre sus maquetas.
No se trata de ninguna provocación intelectual. No, Xavier Barral lo dice en el prólogo de una obra colectiva, Santa Maria de Ripoll al segle XIX. El procés d’una transformació. El llegat Joan Martí i Font, que acaba de ser publicada y que representa una aportación clave para entender cómo era en sus orígenes este monasterio, cómo se destruyó por terremotos, guerras y abandono y sobre todo cómo se reconstruyó, paso a paso, durante la segunda mitad del siglo XIX. Un estudio en profundidad que parte de documentos, planos y fotografías recientemente localizados que permiten perfilar con mucha más precisión la autoría de cada una de las intervenciones a partir de los diversos planteamientos restauracionistas de la época.
La historia de Ripoll es mucho más compleja de lo que nos dice el mito del monasterio románico. Fue fundado por el conde Guifré el Pelós hacia el 879-880, pero se considera que fue el abad Oliba, bisnieto de Guifré, su verdadero fundador y quien levantó la iglesia abacial, con sus siete ábsides, y la consagró en 1032. Después vino el terremoto del 2 de febrero de 1422, que tuvo su epicentro en Queralbs, y hundió el campanario de tramontana, la sacristía y la bóveda mayor, románica, de la iglesia, y propició una restauración llevada a cabo según los criterios de la arquitectura del gótico. La guerra civil del siglo XV, la guerra del Francés y la primera guerra carlista, con el incendio del monasterio, la quema de los archivos y la profanación de tumbas, supusieron una grave sacudida que se agudizó con la desamortización y el abandono de la vida monástica a partir de 1835. A mediados del siglo XIX se produce el hundimiento de la torre del palacio del abad, de la parte norte del claustro y de la nave de la cubierta gótica. Las fotografías de estos años, algunas de las cuales se han localizado a raíz de la presente investigación, en archivos incluso de Madrid, dan fe del estado semirruinoso de buena parte del conjunto. Y es aquí donde empiezan unas restauraciones que se prolongarán durante treinta años, con varias etapas, y que se cerrarán con la bendición de 1893 a cargo del obispo de Vic Josep Morgades y Gili, convirtiendo definitivamente Ripoll en todo un símbolo de la Renaixença catalana.
El actual estudio se inicia hace 15 años, cuando el empresario Eduard Soler entregó a una serie de investigadores la correspondencia, los planos, los croquis y las fotografías que conservaba de su abuelo, el maestro de obras Joan Martí i Font, que trabajó en la reconstrucción del monasterio entre 1880 y 1893. La investigación pos-
terior, en la que han participado Antoni Llagostera, Concepció Peig y Antoni Pladevall, ha fructificado finalmente, con la ayuda de la fundación que lleva el nombre de Eduard Soler (que murió en el 2000), y ha permitido publicar un voluminoso libro de 430 páginas, que se complementa con un DVD con documentación suplementaria y un libro adicional, Les fotos de la reconstrucció del segle XIX.
La primera gran reconstrucción del siglo XIX fue la reforma neoclásica de 1826-1830, a cargo del arquitecto Josep Morató y Codina. Esta remodelación, que modificó la fisonomía de la planta, supuso la sustitución de las dos naves laterales por una sola a cada lado, según el gusto neoclásico, aunque no se conocen los planos de esta actuación. El incendio y posterior abandono del recinto propició un deterioro importante, que incluso se tradujo en la utilización de materiales del conjunto monástico para las obras de reconstrucción de la ciudad, sobre todo después de la destrucción de la población por los carlistas en 1839. Pero en los años siguientes se sucederán varios intentos de reconstrucción dirigidos por vecinos de Ripoll, por el Ayuntamiento, por la Comisión Central de Monumentos de Madrid y por la comisión provincial de los Monumentos de Girona. Hay que tener en cuenta que en 1842 el monasterio es cedido al Ayuntamiento de Ripoll para convertirlo en iglesia parroquial. De aquí sale un proyecto municipal de restauración, en 1846, muy poco conocido hasta ahora. Un segundo proyecto es de 1863-1870, cuando la Academia de Bellas Artes de Barcelona encarga a Elias Rogent una restauración del templo y de la parte derribada del claustro, que era toda el ala norte. Después vendrá un encargo de la comisión de Monumentos de Girona a su vocal arquitecto Martí Sureda i Deulovol, que tendrá continuación en otro proyecto de 1880-81.
Especialmente importantes son los trabajos de Martí Sureda entre 1880 y 1884, que ahora se pueden conocer con más detalle gracias a la correspondencia con Joan Martí. Según Antoni Llagostera, la obra de Martí Sureda hay que situarla “al mismo nivel de la obra dirigida posteriormente por Elias Rogent”. Finalmente, el año 1886 el monasterio pasó a ser propiedad de la diócesis de Vic, y el obispo Morgades, con la colaboración del canónigo Jaume Collell, inicia el magno proyecto de la que será la definitiva restauración. El trabajo desarrollado por Morgades, incluida la recaudación de fondos, es el que analiza Antoni Pladevall en este libro.
Elias Rogent es quien dirige los
Nuevas aportaciones de Antoni Llagostera, Concepció Peig y Antoni Pladevall Martí Sureda y Elias Rogent dirigieron las dos restauraciones claves de finales del XIX
trabajos entre 1886 y 1893, pero pese a la importancia de sus obras, y a la luz de los nuevos descubrimientos, parece que su relevancia es menor de la que se le ha asignado. En cualquier caso, el monasterio “es un magnífico ejemplo de los criterios conservacionistas y restauracionistas del siglo XIX, a la altura y del mismo interés que los que se aplicaron en otros monumentos europeos de gran renombre, como Carcasona o la abadía de Vézelay”, tal como afirma Antoni Llagostera. Y es por todo eso que Barral afirma que “la iglesia de Ripoll es esencialmente un monumento del siglo XIX, pese a que sigue ocupando un gran protagonismo en los manuales de historia del arte medieval”.
Lo que sí que se ha conservado casi intacto a pesar de todas las vicisitudes es el portalón de la iglesia, fechado a mediados del siglo XII, que destaca por su estructura rectangular, en piedra de gres trabajada en relieve con escenas bíblicas y motivos vegetales y geométricos en torno a la puerta y con una figura del Cristo bendiciendo. La construcción del atrio de la portada, que se sabe que ya existía el siglo XIV (aunque algunos autores creen que anteriormente ya había un tejado), ha contribuido a salvarla. Aun así, el atrio fue destruido durante la etapa de abandono del monasterio después de la derrota en la guerra carlista, y desde 1840 hasta 1865 no existió. Seguramente esta exposición durante 25 años al agua y al frío fue una de las principales causas del estado actual de la piedra. Elias Rogent realizó un nuevo proyecto de atrio en 1865, y en la reconstrucción de 1886-1893 fue remodelado con un tejado de doble vertiente.
Como aportación significativa los autores señalan la datación concreta de elementos importantes de la reconstrucción. Se sabe por ejemplo la fecha del ala norte del claustro (había quedado destruida en 1842 y se reconstruyó en 1880 con los capiteles conservados), de la pared occidental de la nave central, de la reconstrucción de las naves laterales con pilares y columnas, de la construcción de un cimborrio, de la nueva nave central rebajada construida por Rogent y del levantamiento de un piso más en la torre campanario oriental. Al mismo tiempo, el estudio ha permitido saber también que la bóveda románica del crucero es la original del edificio construido por el abad Oliba en 1032. Y que partes sustanciales de los muros son también originales “aunque hoy aparezcan enmascarados bajo una fina capa de cemento que imita los sillares”. Al mismo tiempo se ha avanzado en el conocimiento de obras que no se llegaron a hacer, como la reconstrucción de la segunda torre campanario, que no se pudo llevar a cabo por dificultades presupuestarias, o las pinturas interiores. Rogent habría querido acabar también su reconstrucción de la basílica haciendo pintar una rica iconografía. Concepció Peig aporta los planos de Rogent con esta decoración así como proyectos concretos como los que presentó Francesc de Paula Nebot.
La documentación de los arquitectos y los maestros de obras se ha podido complementar en este amplio estudio con los hallazgos de nuevos datos en los archivos y especialmente de series fotográficas como las de Josep Boadas, Marc Sala y Antoni S. Xatart.
En el año 2004 Concepció Peig descubrió en el archivo de la Academia de San Fernando de Madrid un conjunto de 25 fotografías realizadas en mayo de 1867 que permiten ver el estado en que se encontraba el monasterio de Ripoll. Son imágenes del gerundense Josep Boadas Baguer y venían a reforzar el proyecto de restauración del arquitecto de Girona Martí Sureda, que había elaborado una propuesta a petición de la comisión Provincial de Monumentos de Girona. Un proyecto que chocaba con el de Elias Rogent, encargado por la Academia de Bellas Artes de Barcelona. Seguramente Sureda –que consideraba que no se podía restaurar lo que se desconocía– quiso adjuntar las fotos para reforzar sus argumentos y las envió a Madrid para reforzar su propuesta arquitectónica.
Las investigaciones posteriores de Antoni Llagostera han permitido descubrir que las fotos hechas por Boadas eran 30, y se han encontrado copias sueltas en varios archivos de Ripoll, Girona y Barcelona hasta localizar 67 copias. Entre estas fotos aparece también la de un dibujo del pintor Josep Berga i Boix sobre el portalón de Ripoll que perfila todas las figuras esculpidas. El dibujo y alguna de las fotos permite ver el deterioro del friso superior. Coincidiendo con el segundo impulso conservacionista, de la mano de Josep Raguer i Fossas y de los hermanos Pere y Josep M. Pellicer se hizo un nuevo encargo al fotógrafo barcelonés Marc Sala que hizo dos series en 1877 y en 1880. En total son 21 fotografías y permiten ver también algunos de los cambios producidos entre una fecha y la otra, especialmente en los ábsides y en el crucero. También ofrecen detalles precisos de los daños en la portalada o cómo en el ala derribada norte del claustro todavía quedaban dos arcadas enteras. Finalmente están las 40 fotografías de A.S. Xatart, de 1893, que dan una información muy completa del estado del monumento al final de las obras. No se sabe si se trata de un encargo o una iniciativa comercial, ya que él mismo hace publicidad con un anuncio en La
Vanguardia. Entre las fotos hay una de la fachada que se considera de gran valor documental ya que no hay ninguna de esta parte de la consagración de 1893. Unas imágenes que, como los planos y las cartas de Joan Martí, contribuyen a reformular la historia del monasterio de Ripoll, un monumento clave en el pasado de Catalunya.
Entre 1840 y 1865 no había atrio, y eso deterioró la piedra de la portalada Rogent propuso acabar el segundo campanario y pintar el interior de la basílica El estudio publica tres series de fotos de Josep Boadas, Marc Sala y Antoni S. Xatart