Francia cuestiona la inversión en el gasoducto Midcat y retrasa el proyecto
En el lado español, Enagás desembolsará 150 millones para el tramo catalán
El Gobierno español lleva casi diez años presionando en Bruselas para que se active la creación del Midcat, el gasoducto entre Catalunya y Francia. Tras incluirse en dos ocasiones –octubre del 2013 y noviembre del 2015– como proyecto de interés común en la UE, es previsible que las obras puedan iniciarse este año, pero el lado francés aún no ha dado luz verde definitivamente al proyecto.
Recientemente, España, Francia, Portugal y la Comisión Europea (con el Comisario Europeo de Acción por el Clima y Energía, Miguel Arias Cañete, y el director general para Energía, Dominique Ristori), llegaron a un acuerdo para acometer la primera fase. En ella, España, a través del operador Enagás, tiene que construir 104 kilómetros de gasoducto hasta la frontera francesa, así como una estación de compresión en Martorell. Ambas obras supondrán un coste de 150 millones de euros. Por su parte, Francia, a través de su operador, TIGF, se comprometió a ejecutar obras por 320 millones para construir sus 120 kilómetros necesarios.
Según publicaba esta semana el diario francés Les Échos, el presi- dente de la Comisión de Regulación de Energía, Philippe de Ladoucette, planteaba que “somos conscientes de la perspectiva europea, pero esta inversión no se puede repercutir sólo en los consumidores franceses, ya sean particulares o industriales”.
El tema es que el operador gasista del sur de Francia, TGIF, sí que está de acuerdo en iniciar las obras, pero el operador del norte, GRTE, es el que considera “excesivo” el proyecto por el coste y ha planteado al regulador que podría implicar futuras subidas de precio en el gas natural a los consumidores galos.
El proyecto completo de Midcat supondrá una capacidad total de 7,5 bcm (miles de millones de metros cúbicos) y el objetivo es que este listo para el ejercicio 2020. Hasta ahora, la capacidad de interconexión gasista con Francia tiene dos puntos. Por un lado, está el gasoducto de Larrau, en Navarra, con capacidad de 5,2 bcm/año. Por otro, está el de Irún, en el País Vasco, cuya capacidad va a pasar de 0,2 bcm a 2,1 bcm a finales de año.
España tiene un gran interés en que este proyecto salga adelante porque dispone de uno de los suministros de gas más diversificados del mundo, gracias a sus dos conexiones directas con países produc- tores y a sus ocho plantas de regasificación, que pueden recibir gas natural de cualquier país del mundo.
Con una adecuada interconexión con Francia, con proyectos como Midcat, España podría contribuir a avanzar hacia una verdadera unión energética en Europa. Además, permitiría reforzar la seguridad de suministro del continente, mejorar la competitividad e, incluso, bajar los precios del gas.
Europa ha tenido bloqueado este proyecto durante años, pero los problemas que Rusia ha planteado para que entre gas por Ucrania han sido determinantes para recibir un
El operador gasista galo, TIGF, debe destinar 320 millones de euros para las obras de la primera fase
impulso. Cuando parecía que todo estaba en orden, Francia vuelve a poner trabas. No obstante, Bruselas ha encargado un estudio independiente para analizar los costes del trazado del norte y estudiar posibles subvenciones.