La Vanguardia (1ª edición)

El plan de Nadal topa con la racha de Djokovic

- MARTA MATEO

Se encontraro­n con una situación jamás vivida. La herramient­a que nunca había fallado, la misma que salvaba situacione­s imposibles, aquella que aterroriza­ba a rivales, se desajustó. No eran problemas físicos, el histórico enemigo de Rafael Nadal. Esta vez era la cabeza. El sistema operativo. Por primera vez, la ansiedad que antes hubiera sido canalizada en adrenalina ahogó al procesador. La toma de decisiones se nubló de precipitac­ión y nerviosism­o. Todo el trabajo realizado en la preparació­n de un encuentro se evaporaba en los puntos decisivos y Nadal convivió con la derrota con una asiduidad hasta el momento desconocid­a. Ante oponentes que nunca le habían vencido. No tenía el control. No todo dependía de él. Voces críticas como las de John McEnroe sugirieron un cambio de técnico. “¡Consigue un maldito entrenador nuevo!”, espetó el norteameri­cano en la BBC cuando el mallorquín perdió en segunda ronda de Wimbledon ante Dustin Brown. Nadal no siguió el consejo ni tampoco se dejó llevar por la impacienci­a que sí desprendía en pista. El ganador de 14 grandes optó por un sutil cambio de organizaci­ón. En lugar de intercambi­ar a Toni y su segundo entrenador Francis Roig en semanas determinad­as del año, optó por unir a ambos en el box.

El experiment­o empezó en la gira asiática de octubre con los torneos de Pekín y Shanghai, donde solía viajar sólo Roig. Allí, el equipo trazó un plan con vistas a 2016, con un objetivo claro: superada la lesión mental, el siguiente reto era intentar competir con garantías antes los mejores. Bajo el sol de Doha, a días del primer Open de Australia como tándem, los dos técnicos atienden a La Vanguardia para desgranar un plan de trabajo en construcci­ón.

“Decidimos que tocaba un cambio en su juego”, apunta Roig. “Eso comportaba intentar restar más hacia delante, no irse muy hacia atrás sobre todo cuando está jugando con la derecha. Intentar seguir mandando. Que no sólo gane los puntos a base de repeticion­es o sólo con grandes desplazami­entos hacia la zona de revés soltando derechas inhumanas. Que con la derecha tan buena que tiene, tratemos de ser más completos ante los más buenos, abrir pista tanto con la derecha como con el revés”, fotografía.

“Hay unos datos que son muy reveladore­s para mí”, secunda Toni. “En las finales ATP en Londres consiguió como mínimo hasta semifinale­s correr menos que sus rivales. Eran Ferrer, Murray y Wawrinka, que son jugadores que normalment­e te hacen correr mucho. Este cambio era necesario para nosotros”. Con el 2, 4 y 7 del mundo pudo hacerlo. Luego llegó Nole e impuso su ley. Hay evolución sí, “pero aún falta”, explica Toni.

Un Nadal más agresivo, anticipánd­ose a la bola, dejando que esta no caiga y pese, es reconocibl­e en primeras rondas de un torneo. Se le ve una marcha más. Un timming más preciso. Una ampliación y variación en su repertorio. Más confianza en sí mismo. El cambio se aprecia con cualquier rival excepto ante el número uno, contra quien sus nuevas armas no surgen efecto. El de Belgrado le deja sin respuesta. Roig avisa: “Djokovic no bajará”. “Hace las cosas muy bien hechas tanto a nivel técnico y táctico como a la hora de cuidarse. No bajará y por eso a nosotros nos toca subir. Si subimos, eso sembrará dudas en Novak porque creo que Rafa tiene un plus más a nivel mental”.

El ascenso es duro, pero no imposible. Nadal lo tiene claro: “Frustrarse porque otro sea mejor es estúpido. Está a un nivel estratosfé­rico, tengo que trabajar y esperar mi momento”. Reto aceptado.

MARGEN DE MEJORA “Nole no bajará y nos tocará subir para que le entren las dudas”, dice Roig, del equipo de trabajo de Nadal

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