La irreverente música punk cumple los 40
Detrás de su propuesta provocadora, la eclosión del movimiento supuso un cambio en la relación de la música con la política
Cuando emergió el punk muy pocos se podían imaginar que iba a convertirse en un hito de la historia de la música popular, un capítulo con nombre propio de esa caudalosa y polifacética riada musical nacida con el rock and roll y que, aún hoy, sigue palpitando. Porque más allá de lo que puedan consignar los libros, por ejemplo, la memoria recuerda que cuando se produjo el nacimiento del punk, la percepción y el análisis del momento eran, en general, que se trataba de un fenómeno que pronto iba ser sustituido, solapado o superado por otro. No sólo no fue algo efímero sino que musicalmente, como moda, modus vivendi/operandi o ideología, su influencia se ha extendido hasta el presente, en su esencia o como sustrato.
En la escena musical estadounidense ese movimiento ya había adquirido expresión a inicios de 1970, con una serie de grupos y solistas que fueron catalogados posteriormente como hacedores de un protopunk que grosso modo se posicionaron claramente ante una manera de hacer rock de tintes mainstream cuando no grandilocuentes, tan comunes en aquellos años, léase Led Zeppelin. Practicaban los nuevos prota- gonistas un rock más básico, garagero, melodías simples y cortantes, contundencia instrumental y decibélica en temas de duración corta y letras definitivamente antiorden establecido. Los Stooges de Iggy Pop, los Suicide o los New York Dolls fueron llamativos ejemplos.
Unos pocos años más tarde, en ese año trascendental ya se puede dar por existente una escena rockera en ambas orillas del Atlánti- co que poco tenía que ver con los gustos entonces imperantes. En Estados Unidos, concentrados en Nueva York eso sí, convulsionan su área de influencia los Ramones, Television o Patti Smith, mientras que en la escena inglesa comenzaban a dejarse oír y ver los Clash, los Damned y, por su trascendencia mediática, los Sex Pistols. En Inglaterra, la eclosión del punk fue extensa en áreas de influencia y con connotaciones a veces motivo de polémica. Su oposición al mainstream como sinónimo de un rock adulterado se hacía coincidir con un rechazo, en el caso de los Clash de Joe Strummer, a lo que se había hecho antes aunque estuviera firmado por Beatles, Elvis Presley o Stones. O su arraigado –al menos de puertas afuera– nihilismo, resumido en el No future de los Sex Pistols en una Inglaterra thatcheriana con descontento juvenil y paro crecientes. O un posicionamiento, en general, izquierdista y/o antiautoritario, sintetizado nuevamente en el God save the Queen o el Anarchy in the UK de la banda de Sid Vicious y Johnny Rotten.
Con todo, sobre todo en Gran Bretaña, el movimiento punk, la filosofía punk, la estética punk calaron porque aparecieron sobre un caldo de cultivo, sobre un terreno en agitación desde hacía unos años. Al fin y al cabo, las subculturas musicales pero también vitales como mods, skins y también hippies habían arraigado en algunos ámbitos estratégicos a lo largo de los años sesenta. Es decir, la ruptura que supuso el punk no fue tan radical porque ya había precedentes, lo que no quita que la profundidad de la ruptura estética pero también existencial fuera notablemente más profunda que los amagos del pasado.
Los Sex Pistols son una de las referencias visuales indiscutibles del punk británico y en general de la estética del fenómeno (de hecho, según el batería de los Ramo-
Se cumplen cuatro décadas del referencial ‘Anarchy in the UK’ de los Sex Pistols; y decían que sería algo efímero...