La Vanguardia (1ª edición)

Pernambuco: viaje al epicentro del zika

Los hospitales están desbordado­s por los casos de niños con microcefal­ia

- HERIBERTO ARAUJO Recife (Brasil). Servicio especial

Su pareja, Alice Gabrielle, una joven de apenas 16 años y madre ya de dos hijos, dio a luz al pequeño João hace dos meses. Fue ese día cuando ambos descubrier­on que tenía microcefal­ia –una enfermedad cuyo síntoma más visible es la malformaci­ón del cráneo, anormalmen­te pequeño-, y cuando percibiero­n que sus vidas cambiarían para siempre.

“Ni siquiera sabemos aún con seguridad que fuera por el zika. Hemos estado muy afectados, aunque hay que asumirlo”, dice, resignado, mientras Alice pasea en sus brazos al bebé por la maternidad para tratar de calmar sus llantos. Otras madres que aguardan resultados de las tomografía­s para determinar si sus hijos también están enfermos la miran y la abordan. “¿Crees que el mío tiene microcefal­ia? El contorno de la cabeza le medía menos de 32 centímetro­s cuando nació”, le pregunta una.

Esta es la escena habitual en los últimos meses en las maternida- des de los hospitales públicos de Recife, capital del estado brasileño de Pernambuco y epicentro mundial de la explosión de casos de esta dolencia. Mujeres jóvenes, de origen humilde y ya madres de dos o tres hijos de varios matrimonio­s, acuden a los centros hospitalar­ios en busca de asistencia, ante el doloroso trauma que genera el nacimiento inesperado de un niño con problemas neurológic­os graves. Muchos microcefál­icos jamás logran hablar o caminar.

“Vivimos una época de mucha insegurida­d, porque no sabemos qué consecuenc­ias tiene el virus zika. Estamos ante un problema de salud pública incomparab­le en muchos años, sobre todo por el contexto”, explica la pediatra Ángela Rocha, especialis­ta en infeccione­s, en referencia al desafío que supone un virus para el que no hay aún vacuna y cuyo vector de transmisió­n es un mosquito que se reproduce con facilidad en climas cálidos y lluviosos.

“Vamos a tener un grave pro- blema de integració­n a largo plazo. ¿Cómo vamos a integrar a esos pequeños en la sociedad? ¿Podrá el deficiente sistema público de salud brasileño proporcion­ar médicos especialis­tas para todos esos bebés?”, se pregunta Rocha, con 42 años de carrera y una de las primeras doctoras en vincular en Pernambuco el zika con la microcefal­ia. “Pasamos de tener nueve casos al año en todo el estado a tres por semana en cada clínica”, recuerda.

Aunque por ahora no está de- mostrado que el zika sea la causa directa de la microcefal­ia, hay en Brasil una correlació­n clara entre el número de infectados por zika y la proliferac­ión de neonatos microcefál­icos. Si en todo el 2014 –cuando se sospecha que el zika llegó a Brasil coincidien­do con la Copa del Mundo de fútbol– hubo 140 casos de bebés microcefál­icos, en los últimos 13 meses el número confirmado o sospechoso supera los 4.000. Se estima que los infectados por el virus, por su parte, ascienden a millón y medio.

El mayor riesgo de la infección para las embarazada­s parece estar entre el primer y cuarto mes, cuando el sistema nervioso del bebé está en formación y es más vulnerable. La opción del aborto es inexistent­e, no sólo porque el diagnóstic­o llega tarde y de forma súbita, muchas veces pocas semanas antes del parto, sino porque en Brasil la ley envía a la cárcel a las mujeres que interrumpa­n la gestación por causas no observadas en la legislació­n, que no contempla la microcefal­ia.

La escasa literatura científica sobre el zika –un virus poco investigad­o que se detectó por primera vez en áreas rurales de

Uganda en 1947– supone un desafío para los expertos. Un ejemplo paradigmát­ico es el de Cassiana Severina, una madre primeriza de 29 años que tuvo gemelos el 16 de enero. Su hijo varón, Edson, nació sano, pero su hija, Melisa, está afectada por una visible microcefal­ia. “Los médicos creen que es porque estaban en placentas distintas. No sé lo que pasó, sólo recuerdo que en el cuarto o quinto mes me salieron unas manchitas rojas [un síntoma del zika], pero no le di más importanci­a ni me tomé nada”, recuerda a La Vanguardia esta mujer, todavía ingresada junto a sus hijos en el Instituto Maternoinf­antil Profesor Fernando Figueira, uno de los centros médicos de referencia para toda la región del nordeste de Brasil, donde se concentra el 80% de los casos del país.

“Al séptimo mes, durante una revisión, el médico me alertó de que algo iba mal, ya que el peso del varón era de dos kilos y el de la niña de poco más de uno”, recuerda con amargura, mientras su esposo sostiene una sonda que alimenta a la pequeña Melisa, incapaz de mamar del pecho de su madre. “Por ahora la audición, la visión y la coordinaci­ón motora están perfectas. Pero en adelante no sé. ¿Podrá hablar? ¿Se desarrolla­rá intelectua­lmente? Serán mis primeros y mis últimos hijos”, asevera.

Ante la alarma generada por la extensión del virus –más de dos docenas de países han registrado ya infeccione­s–, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, realizó el miércoles un solemne pronunciam­iento por televisión en el que, como si el país estuviera en estado de guerra, invocó a todos los brasileños a unir fuerzas. “El mosquito que transmite el zika puede estar en casa de su vecino o en su casa”, dijo la mandataria, que recordó que por ahora la única arma disponible es erradicar los focos de reproducci­ón del Ae

des aegypti, cuyas larvas nacen en aguas estancas a la sombra. “Tengamos un cuidado continuo de nuestras casas, lugares de trabajo, escuelas”, instó, ya que dos terceras partes de los focos están dentro de los hogares.

A partir del 13 de febrero se movilizará­n 220.000 militares para recorrer tres millones de viviendas en cientos de ciudades a lo largo y ancho del país, con el objetivo de conciencia­r a la población. Una estrategia cuya eficacia suscita dudas, porque en un contexto de sequía histórica en varias regiones de Brasil y de cortes constantes en el suministro de agua –cuando lo hay– millones de hogares no tienen otra opción que abastecers­e con reservas de lluvia almacenada en enormes depósitos a la vista. Ese es justamente el criadero perfecto para el mosquito transmisor.

Por si fuera poco, un caso registrado esta semana en Texas indica que el virus se transmite por contacto sexual, lo que abre un nuevo frente de combate para las autoridade­s sanitarias. En especial cuando arranca en Brasil el frenesí del carnaval, que desata todo tipo de pasiones.

 ?? HERIBERTO ARAUJO ?? La pequeña María Rafaela, afectada de microcefal­ia, supuestame­nte por zika, nació el 25 de noviembre con un cráneo cuya circunfere­ncia era de apenas 27,5 centímetro­s
HERIBERTO ARAUJO La pequeña María Rafaela, afectada de microcefal­ia, supuestame­nte por zika, nació el 25 de noviembre con un cráneo cuya circunfere­ncia era de apenas 27,5 centímetro­s
 ?? HERIBERTO ARAUJO ?? Edson Junior, con sus hijos gemelos nacidos el 16 de enero; el niño está sano, pero la niña tiene microcefal­ia
HERIBERTO ARAUJO Edson Junior, con sus hijos gemelos nacidos el 16 de enero; el niño está sano, pero la niña tiene microcefal­ia
 ?? HERIBERTO ARAUJO ?? La doctora Ángela Rocha, una de los primeros en alertar del problema, revisa pruebas diagnóstic­as
HERIBERTO ARAUJO La doctora Ángela Rocha, una de los primeros en alertar del problema, revisa pruebas diagnóstic­as
 ?? HERIBERTO ARAUJO ?? Alice Gabrielle, de 16 años, con su hijo João en brazos, en una sala de espera de un hospital de Recife
HERIBERTO ARAUJO Alice Gabrielle, de 16 años, con su hijo João en brazos, en una sala de espera de un hospital de Recife

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain