El mensaje del esmoquin
AGeorge Bryan Brummel se le calificó de árbitro de la elegancia en la Inglaterra de la Regencia. Su abuelo fue tendero en la parroquia de Saint James, pero su padre amasó una fortuna siendo gobernador de Berkshire. Y él cultivo la amistad del príncipe de Gales y se convirtió en un dandi, a la vez que era temido por su lengua viperina en los palacios. Influyó en el rey Jorge IV e intentó ordenar las exuberancias reales (el monarca vestía chaquetas de satén rosa, se adornaba con mil abalorios y se tocaba con un sombrero de lentejuelas), lo que acabó mal porque acumuló tantas críticas como deudas. En cualquier caso, Brummel dejó una frase que nunca gustó a Jorge IV, pero que figura en las enciclopedias de moda: “Si alguien se vuelve para mirar tu traje, es que no vas bien vestido”.
La gala de los Goya, que celebró por todo lo alto su edición número 30, sirvió para que el mundo del espectáculo se vistiera con una elegancia que contrastaba con estos tiempos de entronización del outlet tanto para una boda en la catedral como para una audiencia en palacio. No queda claro si España sale de la crisis, pero la alfombra roja de los Goya podía competir con la de los Oscar. Sólo sorprendía entre tanto glamur que uno de los patrocinadores de la ceremonia fuera una marca de colonias low cost.
Una de las imágenes de la noche fue ver a Pablo Iglesias abandonando las camisas de Alcampo por un esmoquin impecable. El mismo Iglesias que acudió arremangado a ver al Rey apareció en el teatro con una americana de solapas brillantes y pajarita. El líder de Podemos consiguió la foto y los micrófonos: “Cuando la vieja política se quita la corbata (por Sánchez), nosotros nos ponemos el esmoquin por respeto al cine español”. La frase es ingeniosa, pero ¿hemos de suponer que el día que se ponga un traje para negociar la investidura es que habrá sentido un repentino ataque de respeto a la gobernabilidad de España?