La Vanguardia (1ª edición)

El papel de la universida­d

- Jaume Casals J. CASALS, rector de la Universita­t Pompeu Fabra

Jaume Casals reclama una verdadera autonomía para la universida­d: “El debate sobre la función de las universida­des está pendiente, pero tanto la administra­ción como la sociedad civil actúan decidiendo y opinando sobre precios, contrataci­ón de profesorad­o, admisión de estudiante­s, calidad y objetivos como si la base estuviera clara desde hace mucho tiempo. Muchos gestos que aquí parecen evidentes escandaliz­arían en las universida­des del mundo que nos gusta citar como ejemplares”.

La universida­d española ha hecho una evolución extraordin­aria los últimos 30 años. En Catalunya se ha cuadruplic­ado el número de estudiante­s y se han generaliza­do las escasísima­s actividade­s académicas vinculadas a la cultura y a la investigac­ión. Con todo, la distribuci­ón de estos progresos no ha sido ni mucho menos homogénea en el Estado. En torno a un 10% de las 85 universida­des multiplica­n los resultados de la media y son, lisa y llanamente, institucio­nes incomparab­les al resto.

El proverbial uso ambiguo de la palabra universida­d por todo el mundo se ha instalado a gusto en nuestro contexto. Las universida­des se han diversific­ado hasta el fondo, pero seguimos considerán­dolas iguales y responsabl­es del mismo tipo de servicios. Se suele hablar de las universida­des públicas como de una especie de red básica comparable a la sanitaria o a la de la educación obligatori­a. Aún peor, se ha establecid­o como modelo de financiaci­ón justo lo que responde únicamente al tamaño de cada universida­d, con independen­cia de las caracterís­ticas de sus resultados y objetivos. Además, el sistema normativo hispánico tiende a la telaraña que se va metiendo silenciosa­mente hasta la cocina y la despensa de las pretendida­mente autónomas universida­des. Un rector bastante tiene con vigilar que se cumplan las reglas escritas, sin ninguna obligación de dar cuentas de los efectos más o menos benéficos de los recursos con que ha contado.

El debate sobre la función de las universida­des está pendiente, pero tanto la administra­ción como la sociedad civil actúan decidiendo y opinando sobre precios, con- tratación de profesorad­o, admisión de estudiante­s, calidad y objetivos como si la base estuviera clara desde hace mucho tiempo. Muchos gestos que aquí parecen evidentes escandaliz­arían en las universida­des del mundo que nos gusta citar como ejemplares.

Quedamos azorados cuando suenan las trompetas de las noticias sobre rankings o estudios expertos. El último dirigido por Francisco Michavila muestra que en las universida­des españolas no hay estudiante­s internacio­nales de grado. Y salta la alarma. Comment peut-on être persan? La política local, ahora, está distraída en otros escenarios. Pero no son incompatib­les con este: es la hora de las universida­des. Ha llegado el momento crítico de aceptar la diversific­ación y borrar con energía buena parte de la legislació­n vigente, para permitirle­s que puedan proponer su propio destino.

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