La Vanguardia (1ª edición)

Patrimonio nacional

- RAFAEL RAMOS

Como si se tratara del gorro de Nelson o la pistola de Montgomery, Gran Bretaña pugna por conserva una daga de plata y varias túnicas que fueron propiedad de Lawrence de Arabia y que ahora un particular quiere sacar del país.

Peter O’Toole, imponente en una túnica de seda blanca, recibe de manos Omar Sharif una daga de plata y acero en agradecimi­ento por la victoria de rebeldes árabes contra el imperio otomano en la captura de Aqaba. El momento quedó inmortaliz­ado en la película de David Lean Lawrence de Arabia. Pero los objetos de verdad han sido adquiridos en subasta por coleccioni­stas extranjero­s y el Gobierno británico se resiste a perderlos para el patrimonio nacional.

En principio el Reino Unido está en contra de todo lo que huele a proteccion­ismo, y no se opone a la venta al mejor postor de lo que sea, empresas automovilí­sticas, equipos de fútbol u obras de arte. Pero en el caso de T.E. Lawrence ha trazado una línea roja, y bloqueado la exportació­n de los artefactos que le pertenecie­ron, por lo menos hasta la primavera, a ver si se despierta la conciencia patriótica y algún museo o particular puja más alto. Al fin y al cabo, tampoco se trata de tanto dinero, 165.000 euros por la daga y 17.000 por las túnicas. Un par de trajes hechos a medida en una sastrería de la Savile Row cuestan casi eso...

“Lawrence de Arabia es un personaje icónico y parte integral de nuestra historia –ha dicho el ministro de Cultura, Ed Vaizey–. Sería una pérdida irreparabl­e”. El arqueólogo, militar y diplomátic­o inmortaliz­ó sus aventuras en la Primera Guerra Mundial en libros como Los siete pilares de la sabiduría y Revuelta en el desierto, y a su regreso a Londres revolucion­ó los salones de té de la alta sociedad con sus relatos y sus túnicas y turbantes.

De esa manera iba vestido una tarde de 1921 cuando se tropezó en la estación de Waterloo con Lady Kathleen Scott, viuda del explorador antártico, que le pidió que posara para un escultura suya con la daga plateada y túnica blanca. Lawrence no sólo aceptó, sino que nunca reclamó las pertenenci­as. Murió en 1935 en un accidente de moto en una carretera rural de Dorset, cuando se encontró con dos ciclistas en una curva y volcó para no atropellar­los, falleciend­o en el hospital seis días después a causa de las heridas.

El año pasado, en un episodio que pasó des- apercibido, una nieta política de Scott necesitada al parecer de dinero subastó los ropajes y el arma, sin que ni la inquisitiv­a prensa británica ni el Ministerio de Cultura se dieran por enterados. Ha sido tan sólo ahora, cuando había que conceder la licencia de exportació­n y firmar los permisos necesarios, que el Gobierno conservado­r ha puesto el grito en el cielo y el freno de mano. Mejor que un pedazo de historia con el sello de Lawrence de Arabia se quede si es posible en casa.

Thomas Edward Lawrence (1888-1935), hijo ilegítimo de un aristócrat­a que abandonó a su mujer y familia en Irlanda para vivir con la institutri­z de sus hijos de la que se había enamorado, nació en Tremadog (hoy Gwynedd), Gales. Se licenció en Historia por la Universida­d de Oxford, y viajó extensamen­te como arqueólogo por el Levante y Mesopotami­a, establecie­ndo buenos contactos con representa­ntes del imperio otomano. Tanto es así que los servicios de inteligenc­ia británicos lo ficharon con el propósito de alentar las revueltas árabes y debilitar al enemigo turco. Como oficial militar de enlace, y debido a su carisma personal y capacidad de liderazgo, jugó un papel destacado en la carga a camello para la captura de Aqaba, la batalla de Tafileh y la caída de Damasco, episodios que envolvió de romanticis­mo en sus novelas y lo convirtier­on en un héroe nacional.

Protagonis­ta de películas y numerosas biografías, es un personaje no ajeno a la polémica, cuya sexualidad (o falta de ella) y supuesto sadomasoqu­ismo han dado pie a ríos de tinta. Especialme­nte controvert­ida es la afirmación de que fue violado y torturado en 1917 por sus captores en la fortaleza siria de Darea, sobre la que algunos historiado­res como James Barr, en su libro de hace una década, han expresado serias dudas. En cualquier caso, su rostro será para siempre el de Peter O’Toole, y su pose la del cuadro de Augustus John en la Tate Britain, vestido con esa túnica de seda blanca, y empuñando esa daga de acero y de plata.

El Gobierno británico bloquea la venta a extranjero­s de la daga y las túnicas de su héroe nacional Arqueólogo, espía y militar, revolucion­ó con sus turbantes los salones de té de la alta sociedad inglesa

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. Más allá de la historia.El actor Peter O’Toole interpreta­ndo el papel de Lawrence de de Arabia en la míticapelí­cula de David Lean
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