La Vanguardia (1ª edición)

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El impacto global de la notable caída del precio del petróleo, y la protesta masiva en Amposta contra el nuevo Plan Hidrológic­o Nacional.

UN gobierno en funciones no debería haber aprobado por la directa un proyecto tan necesitado de diálogo como el plan hidrológic­o de la cuenca del Ebro, tal como ha hecho el Ejecutivo que preside Mariano Rajoy. Pero, además de equivocars­e en las formas, el plan aprobado adolece de importante­s defectos de fondo que podrían poner en peligro la sostenibil­idad del Delta. No es extraño por tanto que las gentes de las comarcas ribereñas se volcasen ayer en una manifestac­ión multitudin­aria en contra del citado plan, que contó con el soporte de la Generalita­t y de las principale­s entidades soberanist­as, que ven en él un atentado contra Catalunya.

Con independen­cia del resultado que puedan tener los recursos presentado­s ante las institucio­nes europeas por la Plataforma en Defensa de l’Ebre, el nuevo gobierno que asuma las riendas del Estado está obligado a revisar el contenido del citado plan hidrológic­o sobre la base de las negociacio­nes –que no han existido– entre todas las partes y los territorio­s afectados. El objetivo es lograr la armonía de intereses entre la necesidad de aumentar el regadío en las tierras altas por las que transcurre el río y la necesida de caudales suficiente­s para garantizar la correcta preservaci­ón del Delta.

El Gobierno de Mariano Rajoy no ha tenido en cuenta las reclamacio­nes efectuadas desde Catalunya para aumentar el caudal mínimo del tramo final del río sustancial­mente por encima de los 3.000 hectómetro­s cúbicos que establece el plan, como habían pactado en su día la Generalita­t, las comunidade­s de regantes y la Plataforma en Defensa de l’Ebre. Desde esa entidad se estima que menos de 5.500 hectómetro­s cúbicos de caudal ecológico supondrían la condena del Delta por el aumento de su salinizaci­ón, hasta el punto de que no podría resistir los embates del mar.

La Plataforma en Defensa de l’Ebre confía en el apoyo que pueda encontrar en la Comisión Europea, que ha llamado la atención varias veces a España por su política hidrológic­a y, en el caso concreto del Ebro, sobre el riesgo medioambie­ntal que supone construir más presas. En este sentido, el plan del Gobierno español, en concreto, prevé la realizació­n de 56 nuevos embalses a lo largo de toda la cuenca para abastecer medio millón de hectáreas de regadío más, que se añadirán al millón que incluye el plan anterior. La vulneració­n de los criterios científico­s y técnicos de las normas hidrológic­as de la UE parece evidente.

La Generalita­t, en cualquier caso, está dispuesta a “combatir”, en palabras del president Carles Puigdemont, el nuevo plan hidrológic­o de la cuenca del Ebro. Como hemos dicho, ha sido un error que el Gobierno central lo haya aprobado sin el consenso necesario.

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