El paraíso de la política puerta a puerta
Las elecciones primarias de Nuevo Hampshire gozan de su calidad de primeras del calendario electoral desde 1920, pero no es hasta mediados del siglo XX cuando adquieren su actual protagonismo. Durante 40 años, se convirtió prácticamente en artículo de fe que ganar esas primarias eran condición sine qua non para que un candidato llegara posteriormente a la Casa Blanca. Esa tradición se quebró en 1992, cuando Bill Clinton, a pesar de quedar en segundo lugar en esos comicios, obtuvo la presidencia.
Con una población ligeramente superior a los 1,3 millones de habitantes, menos de la mitad que la de Iowa, se supone que Nuevo Hampshire es el lugar ideal para practicar las llamadas retail politics, la posibilidad de que los candidatos contacten personalmente a un número considerable de votantes en hamburgueserías, bares, salidas de fábricas y oficinas o directamente de casa en casa.
El carácter legendario de las primarias de Nuevo Hampshire se basa en gran manera en las que tuvieron lugar en el año 1968, porque representaron el principio del fin de la presidencia de Lyndon Johnson. Unidos por su oposición a la guerra del Vietnam, un ejército de estudiantes cayó sobre el estado. Tras trocar ellos sus melenas y chupas por chaquetas y corbatas y mudar ellas sus tejanos por faldas, se patearon el estado para defender puerta a puerta la candidatura de un senador pacifista de Minnesota, Eugene Gene McCarthy. La campaña Clean for Gene (Limpios por Gene) dio respetabilidad sociológica a la oposi- ción a la guerra de Vietnam y, aunque no obtuvo la victoria, se acercó tanto a ella (42% de los votos) que propició apenas unas se- manas después la inesperada decisión del presidente Johnson de no optar a la reelección.
Más recientemente, los votantes de Nuevo Hampshire han dado la sensación de querer enmendar la plana a sus compatriotas de Iowa, como si se sintieran celosos de su protagonismo mediático. Desde 1980 hasta la última cita, la del 2012, y computando los resultados registrados por ambos partidos, nada menos que en diez ocasiones el vencedor en Iowa no ha coincidido con el de Nuevo Hampshire.
¿Y qué sucederá esta vez? En el bando demócrata, salvo morrocotuda sorpresa, la victoria de Bernie Sanders sobre Hillary Clinton está poco menos que descontada, al representar el veterano legislador en el Senado al vecino estado de Vermont. Tiempo tendrá la ex primera dama de reponerse en estados más propicios, como Nevada o Carolina del Sur, que votarán también en febrero.
Mucho más incierta se presenta la pugna en el bando republicano, en la que la predicción se complica aún más por la tradición de los votantes de Nuevo Hampshire de volubilidad y de decidir su voto a última hora. A la encarnizada batalla entre el magnate Donald Trump y los senadores Ted Cruz y Marco Rubio no descarten que se añada un cuarto o quinto en discordia, el gobernador Christie o el gobernador Kasich, que llevan meses trabajándose el estado. Más improbable es la resurrección de Jeb Bush, que se juega allí uno de sus últimos cartuchos.
En 1968, en pleno Vietnam, las primarias en Nuevo Hampshire hicieron tirar la toalla al presidente Johnson