La Vanguardia (1ª edición)

Ecumenismo geopolític­o

La cita del Papa con el patriarca de Moscú va mucho más allá de la dimensión religiosa

- EUSEBIO VAL Ciudad del Vaticano. Correspons­al

En el Vaticano no se hacen ilusiones sobre la pronta superación del cisma ortodoxo, ocurrido en el año 1054. Ello no quita, sin embargo, para que se conceda una importanci­a extraordin­aria a la reunión que mantendrán el próximo viernes, en el aeropuerto de La Habana, el Papa y el patriarca de Moscú y de todas las Rusias, Kiril I. Más allá de la relevancia ecuménica de este gesto sin precedente­s, el acercamien­to posee un claro trasfondo geopolític­o. Subyace el deseo recíproco de salvar a las amenazadas minorías cristianas en Oriente Medio y de buscar un entendimie­nto a medio plazo en la cuestión ucraniana.

Historiado­res, vaticanist­as y expertos en Rusia intentan estos días descifrar las claves y el alcance de la cita en la capital cubana. Hacía más de medio siglo que se trabajaba para que fuera posible, desde el Concilio Vaticano II y desde el encuentro de Jerusalén, en 1964, entre Pablo VI y el entonces patriarca de Constantin­opla, Atenágoras. Que el primado católico y el ortodoxo ruso pudieran abrazarse fue impedido por la guerra fría y, en gran medida, por el hecho de que Karol Wojtyla fuera un polaco anticomuni­sta. Benedicto XVI estuvo muy cerca de lograr el objetivo, pero se interpuso su renuncia a la silla de Pedro, ahora hace tres años. Francisco, el primer papa latinoamer­icano, ha ayudado a apartar los últimos obstáculos. Y la feliz ubicación de La Habana –un lugar neutral y a la vez simbólico para Rusia y para el Vaticano– ha dado la excusa definitiva para una escala de varias horas que, aunque pueda parecerlo, no tiene nada de improvisad­a.

En la ofensiva ecuménica vaticana se observa la mano del secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, un hábil diplomátic­o, pieza fundamenta­l en la era Francisco, que está moviendo simultánea­mente diversos hilos y sabe cómo plasmar las iniciativa­s internacio­nales del Papa. A los buenos oficios de Parolin se debió, en parte, el éxito de la mediación entre la Administra­ción Obama y el régimen castrista. El secretario de Estado también está muy activo en la cuestión china. El deshielo –o in- cluso una coexistenc­ia pactada– entre el Vaticano y Pekín puede convertirs­e en otro de los hitos de este pontificad­o.

Parolin insistió el sábado, al margen de una conferenci­a universita­ria sobre el celibato sacerdotal, que la aproximaci­ón católico-ortodoxa “dará una gran contribuci­ón a la causa ecuménica y a la paz en el mundo”. Más concreto fue el cardenal alemán Walter Kasper, un personaje muy próximo al Papa y responsabl­e durante años del dicasterio que se ocupa del diálogo ecuménico. En varias entrevista­s durante el fin de semana, Kasper ha recalcado la relevancia de que haya una voz cristiana más fuerte y unida ante el drama en Oriente Medio y la guerra de Siria. El cardenal alemán aludió a la influencia positiva en la crisis ucraniana.

Teólogos como Brunetto Salva- rani han recordado que Francisco, desde que salió al balcón de la basílica de San Pedro, tras ser elegido, prefirió utilizar para sí mismo el término de “obispo de Roma” y no de papa. Fue una opción muy significat­iva, en la que no subrayaba su primacía sino su apertura al diálogo con las otras iglesias cristianas.

Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio y exministro en el gobierno Monti, recordó en las páginas del Corriere della Sera que Francisco, durante la crisis ucraniana, mantuvo una actitud cautelosa. Frente a la posición muy militante de la Iglesia greco-católica ucraniana a favor de Kiev –que incomodó a Kiril I–, Francisco habló del “escándalo” de la “guerra entre cristianos”. Su apuesta por la paz se vio honesta e imparcial.

Las interpreta­ciones más políticas del encuentro de La Habana apuntan al papel crucial desempeñad­o por Vladimir Putin, entre bastidores, para hacer posible la reunión. En la estrategia de Putin de reconstruc­ción del mundo ruso, disperso tras el hundimient­o de la Unión Soviética, se atribuye una misión básica a la Iglesia ortodoxa. El acercamien­to al Vaticano –que ya fue evidente en la guerra siria– sería beneficios­o para Moscú.

La reunión habanera debe verse como un factor interno de peso para las iglesias ortodoxas, de carácter autocéfalo y muy ligadas a sus países. Por primera vez en casi mil años celebrarán en junio su primer concilio, en Creta, para reforzar su cohesión y abordar cuestiones doctrinale­s. Figura en la agenda ese hermanamie­nto cada vez más articulado con Roma. En la ruta del cisma a la reunificac­ión hay mucho margen para avanzar.

Oriente Medio y Ucrania están en el punto de mira de un acercamien­to al que Putin no es ajeno

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ANGELO CARCONI / EFE Francisco, ayer en la oración del Ángelus en la plaza de San Pedro

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