La Vanguardia (1ª edición)

El otro gallego a la espera

Mientras duda si afronta una difícil reelección en Galicia, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, sigue mirando hacia Madrid

- ANXO LUGILDE

En el PP hay dos gallegos a la espera. Uno es el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que aguarda por un fracaso de Pedro Sánchez en su intento por llegar a la Moncloa. El otro es el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, que dilata los plazos para decidir si se presenta a una incierta reelección en Galicia en otoño, si inicia una nueva etapa en la empresa privada o si aprovecha una carambola que le permita cumplir el sueño que parecía truncado, el de saltar a Madrid como líder de popular e incluso de presidente del gobierno, en caso de plantearse la investidur­a de un candidato de su partido que no sea Rajoy.

“Aunque escucha cantos de sirena de fuera de Galicia, él va a esperar y si hay la oportunida­d, no la desaprovec­hará”, dice una de las personas que acompañaro­n el ascenso en política de este licenciado en Derecho nacido en 1961 en Ourense que, tras votar a Felipe González en 1982, acabó en el PP como discípulo aventajado de Romay Beccaría.

El nombre de Feijóo es inevitable en las quinielas para un relevo de Rajoy aunque en la sede central de la madrileña calle Génova suene poco ahora, mientras quizá cobre más fuerza entre las bases, sobre el territorio. En la subterráne­a carrera sucesoria, Feijóo perdió comba en los últimos años sobre todo frente a la vicepresid­enta Sáenz de Santamaría, como se ven obligados a admitir en el entorno del político gallego.

El 31 de marzo del 2013, cuando con la segunda mayoría absoluta en Galicia bajo el brazo al presidente de la Xunta se le veía casi cruzando el Guadarrama como el barón emergente de un PP ya convulsion­ado por los papeles de Bárcenas, la publicació­n de unas fotos suyas de 1995 en el barco del narcotrafi­cante Marcial Dorado truncó su progresión y le dejó escarmenta­do de los costes de su aventura madrileña.

Acababa así la etapa en la que la oposición acusaba a Feijóo de vivir “de plató en plató”, en una permanente campaña de promoción en Madrid, y se iniciaba una fase de repliegue, de la que fue saliendo con cautela, en especial a partir del hundimient­o del PP en las autonómica­s de mayo del 2015, que dejó al gallego como el único barón con mayoría absoluta, aunque también sufriese un batacazo en las municipale­s, pues perdió las tres alcaldías urbanas coruñesas y se quedó sin tres de las cuatro diputacion­es. En las generales Feijóo peleó por un resultado que le catapultas­e de nuevo en la capital de España, con la mayoría absoluta de los escaños gallegos del Congreso, pero sólo sacó 10 de los 23, frente al empuje de la Marea de Beiras y Podemos, sus rivales para las autonómica­s.

Cuando Carles Puigdemont fue elegido presidente de la Generalita­t como el inesperado relevo de Artur Mas, Feijóo afirmó que el hasta entonces alcalde de Girona llegaba con “el peor procedimie­nto posible”. Incidió en que ni era candidato el propio Puigdemont ni ningún otro catalán sabía “que esa persona iba a ser el presidente”. Esta crítica resulta relevante porque si se plantease la sustitució­n de Rajoy por un veto del PSOE y Ciudadanos como el que le impuso la CUP a Artur Mas, la de Feijóo podría ser la vía Puigdemont del PP, la de un dirigente territoria­l ajeno al gabinete del presidente saliente y gracias a que para ser presidente del gobierno no hay que ser diputado.

Feijóo no quiere hablar de esa opción. Sin embargo, los últimos movimiento­s de la investidur­a y el escándalo del PP de Valencia reactivaro­n las quinielas de la sucesión de Rajoy, con Feijóo siempre en ellas, si bien detrás de Soraya Sáenz de Santamaría y en competenci­a con otros dirigentes.

Cuando le preguntan si va a intentar dar el salto a Madrid, Feijóo se remite a su dilema de optar o no a una segunda reelección en Galicia, mientras incluso ha dejado caer que hay una tercera vía, la de “dejar la política”, como señaló en una entrevista en Faro de Vigo de enero, aunque en las que dio después no insistió en ello.

Cuando habla de retirarse de la política, Feijóo no parece referirse a una vuelta a su plaza de funcionari­o en la administra­ción autonómica gallega, sino a pasar a la empresa privada, como hizo su amigo Josep Piqué. Es el mundo de la actual pareja sentimenta­l del presidente de la Xunta, la directora de Zara Home, Eva Cárdenas, una ejecuti- va de éxito. En los últimos tiempos a Feijóo se le ha visto hacer más vida en A Coruña, donde reside Cárdenas, que en Santiago, donde está la casa oficial del presidente de la Xunta.

Entre tanto no paran de aparecer declaracio­nes de dirigentes del PP gallego que piden a Feijóo que opte a la reelección en las autonómica­s del otoño, pues sin él se ven en la zozobra total. Pero el presidente de la Xunta duda, porque, como dicen quienes mejor le conocen, “no va a presentars­e para perder”. Quiere tener unas garantías que no existen en el volátil panorama actual, en el que el debilitado PP sólo tendría ahora mismo opciones de salvarse con el apoyo de Ciudadanos, como ocurre en las otras comunidade­s autónomas en las que gobierna. Pero los de Rivera son muy débiles en una Galicia en la que apenas están implantado­s.

Para ganar tiempo el PP ha invertido su calendario habitual, pues en marzo se van a celebrar los congresos provincial­es, por primera vez antes del cónclave gallego, de abril, cuando Feijóo debe decidirse. Para su relevo en Galicia el nombre que más suena es el de la ministra Ana Pastor. Tiene una imagen de seriedad, pero ni habla gallego ni tiene un perfil de candidata con tirón. La sensación que empieza a predominar en el PP gallego es que lo más probable es que Feijóo se presente a las autonómica­s, a no ser que se diese antes una carambola que lo situase en Madrid.

El verano pasado Rajoy ya fue de los primeros en decir en público que el candidato en Galicia tiene que ser Feijóo. Por si acaso.

La debilidad de Rajoy y el escándalo de Valencia han puesto otra vez a Feijóo en la carrera de la sucesión

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DANI DUCH / ARCHIVO Mariano Rajoy y Alberto Núñez Feijóo en una de sus citas en la Moncloa

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