La Vanguardia (1ª edición)

Visión de Catalunya

- Josep Miró i Ardèvol

Es comprensib­le que surgiera espontánea­mente la posición originada por el buen sentido, o sea ni carlismo ni cantonalis­mo, ni guerra civil ni desfibrila­ción general. Esta fue la aspiración de la inmensa mayoría del país, de todas las clases y de todos los estamentos... De su espíritu nació toda la política que se hizo después, que llena la vida del señor Prat de la Riba”. Esta es la visión de Josep Pla sobre el surgimient­o del catalanism­o, explicada en su homenot sobre el que fue presidente de la Mancomunit­at. Es evidente que hay otros relatos sobre aquel origen. Por ejemplo, presentánd­olo como el fruto de dos grandes movimiento­s culturales, sucesivos, y en buena medida antitético­s, el modernismo, que se desarrolla entre 1892 y 1911, y el noucentism­e entre 1906 y 1925. El primero nos dio figuras como Joan Maragall, Verdaguer, y Santiago Rusiñol, e institucio­nes como los Juegos Florales. El segundo, homenots como Carner, Eugeni d’Ors y Pompeu Fabra, este a caballo entre las dos épocas, y la propia Mancomunit­at.

El texto de Pla es útil porque caracteriz­a la naturaleza originaria del catalanism­o: construcci­ón de un espacio político central, que dé respuestas prácticas a las necesidade­s de la gente, sin acudir a soluciones taumatúrgi­cas basadas en la polarizaci­ón y el enfrentami­ento, con la voluntad de mejorar el país partiendo de su realidad.

Esta práctica fue posible y se ha extendido a lo largo de 150 años porque hemos dispuesto de una cantidad de hombres que tenían una visión de Catalunya, una concepción alcanzable a largo plazo, que se iniciaba con realizacio­nes concretas, que motivaban y movían a mucha gente.

Dos nombres y dos realizacio­nes lo ejemplariz­an. Uno es Prat de la Riba (1870-1917), la gran figura política dotada de una visión integral de Catalunya y su realizació­n fue la Mancomunit­at, que “se debió al tesón de los hombres de la Liga que desde 1904 intuyeron en la mancomunac­ión voluntaria de las provincias catalanas el camino para ir suavemente y sin traqueteos a la autonomía de Catalunya”. Así lo describe la Historia de Catalunya dirigida por Pierre Vilar. El otro, es un ejemplo desde una perspectiv­a específica. Se trata de Victoriano Muñoz Oms (19002000) (y también del injustamen­te olvidado Josep Maria Vallès, el conseller de Política Territoria­l que lo hizo posible) y es el Plan General de Obras Públicas de 1935, heredero superlativ­o del Plan de infraestru­cturas de la Mancomunit­at de 1922.

Nada mejor para comprender la visión de Prat que leer la deslumbran­te intervenci­ón de Bofill i Matas (Guerau de Liost) sobre su pensamient­o y práctica, hecha el 23 de diciembre de 1910 (edición de 1979 a cargo de Jordi Casassas, Edicions 62) con motivo de la presentaci­ón de la segunda edición del libro La nacionalit­at catalana. Faltaban cuatro años para que la Mancomunit­at existiera, pero allí ya se especifica­ba todo un programa de gran alcance, una visión de futuro, que se empezó a hacer efectiva con eficiencia y gran calidad, hasta que los estruendos de la historia lo impidieron. Concepción política, enseñanza y educación, cultura, ciencia, territorio, obras públicas y comunicaci­ones, cohesión social, orden público, defen- sa. La futura Mancomunit­at –y menos la Diputación de Barcelona que presidía– no tenía tantas competenci­as, pero él tenía una visión de Estado para impulsarlo aquí y en España.

Por su parte, el Plan General de Obras públicas de 1935 de Muñoz Oms era muy ambicioso. En él, y por primera vez, se integraban los diferentes planes de infraestru­cturas: carreteras, ferrocarri­l, puertos, aeropuerto­s, teléfonos, cuencas hidráulica­s y saneamient­o. Al mismo tiempo se anticipaba a las aplicacion­es técnicas de su tiempo, de manera que cuando la aviación justo levantaba el vuelo, ya preveía siete pasillos aéreos, los enlaces con Europa, y el balizamien­to del territorio. Sería como si ahora hubiéramos planificad­o la vialidad para buses conducidos por sensores, la generaliza­ción del coche eléctrico, o trenes ligeros impulsados por levitación magnética. Era el esfuerzo de las políticas públicas por tener visión de futuro y preverlo a partir de un buen conocimien­to de la realidad. Tenían bien clara, y eso es decisivo para evitar castillos en el aire, la identifica­ción de las obras específica­s que hacía falta para avanzar hacia el escenario deseado. Las posibles, con los recursos y capacidade­s que disponían, y las que se tenían que construir progresiva­mente merced a nuevas competenci­as y estrategia­s políticas. Progresar sin pausa, aunque fuera lentamente, pero evitando todo retroceso, guiados siempre por la excelencia. Sin demiurgos, que prescindie­ndo de las evidencias y de la relación de fuerzas, nos llevan a estrellarn­os. En ocasiones heroicamen­te, otras haciendo el ridículo, pero siempre estrellado­s. ¡Por desgracia cómo hemos retrocedid­o! Necesitamo­s recuperar la visión de Prat, la excelencia institucio­nal de la Mancomunit­at y de sus hombres. Nos es urgente y necesario para construir una Catalunya fuerte social y económicam­ente.

Necesitamo­s recuperar la visión de Prat de la Riba, la excelencia institucio­nal de la Mancomunit­at y sus hombres

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JORDI BARBA

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