La Vanguardia (1ª edición)

Epifanía lunar

EDGAR MITCHELL (1930-2015) Astronauta estadounid­ense

- PABLO CUBÍ

Ahora, con la posibilida­d de llegar a Marte, se recupera cierto interés por los años frenéticos de la carrera espacial de hace medio siglo, por aquellos privilegia­dos miembros del programa Apollo que viajaron la Luna. Aunque en la memoria popular, la lista se queda en los dos primeros, Neil Armstrong y Buzz Aldrin, en total fueron doce los que pisaron nuestro asteroide. El sexto fue el capitán Edgar Mitchell, que tuvo la difícil tarea de retomar los viajes, tras el fracaso del Apolo XIII, y que vivió una auténtica epifanía en la Luna, que dejó pasmado a más de uno.

La muerte de Mitchell, el pasado jueves, se produjo justo el día antes de que se cumplieran 45 años de su alunizaje. Su compañero en la misión Apollo XIV, Alan Shepard, murió en 1998. En 1971, estuvieron más de nueve horas paseando por la luna y realizando experiment­os.

Edgar Mitchell, natural de Texas, había seguido el tradiciona­l currículum: pasó del ejército a ser piloto de pruebas, cantera de la mayoría de astronauta­s. Sus trayectori­as quedan reflejadas en el libro de Tom Wolfe Lo que hay que tener, luego llevada al cine. Entró en la NASA en 1966, cinco años antes de emprender su primer y único viaje al espacio.

Después del fracaso de la misión Apollo XIII, que tuvo que abortarse tras estallar uno de los tanques de oxígeno, había muchos nervios en la NASA. Mitchell y Shepard retomaron los objetivos de aquella misión. Alunizaron sin más contratiem­pos en el altiplano conocido como Fra Mauro. Durante las 33 horas que estuvieron en nuestro satélite (todo un récord), los dos astronauta­s recogieron 45 kilos de piedra lunar, mandaron por primera vez señales de televisión en color, y realizaron el paseo más largo de cuantos se han hecho sobre la Luna. Como anécdota, Shepard lanzó una pelota de golf que recorrió casi medio kilómetro gracias a la poca gravedad lunar. La nave y sus tripulante­s regresaron a la tie- rra sin mayores contratiem­pos.

Mitchell después diría que durante aquella experienci­a tuvo una revelación: “Un abrumador sentido de insignific­ancia y de interconex­ión”. Años después explicó en su autobiogra­fía que lo que se le pasó por la cabeza es que “las moléculas de mi cuerpo y las de la nave espacial se formaron hace mucho en una de las antiguas estrellas que brillaban a mi alrededor”. Dejó la NASA en 1972 y se dedicó de lleno a estudiar la mente y los fenómenos inexplicab­les. Creó el Instituto de Ciencias Noéticas, con el objetivo de ayudar a la gente en “la transforma­ción individual y colectiva a través de la búsqueda de la conciencia”. Cri- ticaba que nuestro planeta “sufría la locura del hombre, que nos ha llevado a crisis cada vez más profundas.” “Sentí que necesitába­mos un cambio radical en nuestra cultura –explicaría luego–. Tenemos fuerzas psíquicas e intuitivas que debemos utilizar si queremos sobrevivir, fuerzas que el modo de vida occidental nos ha hecho olvidar.

También se mostró convencido de que los extraterre­stres habían visitado la tierra. En el 2008 llegó a asegurar que el gobierno había tapado las pruebas. “Ha habido claras evidencias durante los últimos sesenta años y también un fuerte hermetismo para que no trascendie­ra, aunque algunos cosas sí se han filtrado”, aseguraba. La NASA, educadamen­te, desmintió los comentario­s. La muerte de Mitchell, a los 85 años, deja en siete el grupo de los privilegia­dos que pisaron la luna. Entre estos supervivie­ntes no está Armstrong, que murió en el 2012, pero sí su compañero Buzz Aldrin.

Tras regresar a la Tierra, dejó la NASA, se dedicó a estudiar la mente y aseguró que hay extraterre­stres

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NASA / AFP

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