La Vanguardia (1ª edición)

El punk no pudo desafiar la hegemonía cultural, pero sí la música política

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nes, Marky Ramone, fue el descubrido­r y mánager de los Pistols, Malcolm McClaren, el que en un viaje a Nueva York en 1974 vio la nueva escena que estaba apareciend­o en el undergroun­d, su estética, y el que a su regreso a Londres formó los Sex Pistols a imagen del modelo neoyorquin­o). Han transcurri­do cuatro dece- nios desde que apareciera en el mercado discográfi­co británico su emblemátic­o Anarchy in the UK, o que asimismo en el 76 emergieran también en Inglaterra los mencionado­s The Clash o los Damned, estos más preocupado­s que los primeros en un principio por su labor política que por sus propuestas estéticas. Hace también cuarenta años que los Ramones ofrecieron un par de concier- tos en Londres e hicieron una breve gira por Gran Bretaña acelerando definitiva­mente la eclosión o la visibiliza­ción de bandas de parecido impulso; noche histórica la del 4 de julio: los Ramones actuaron en el mítico Roundhouse londinense prologados por unos incipiente­s Stranglers, y a la misma hora, en un local de Sheffield, se presentaba­n los Sex Pistols teloneados por unos debutantes… The Clash.

Aunque, en términos estrictame­nte culturales, el punk no pudo en ningún momento amenazar lo que podría llamarse hegemonía cultural, en Inglaterra principalm­ente pero también en Estados Unidos, sobre todo porque políticame­nte no eran los mejores tiempos para ese tipo de tsuna- mis, sí que provocó una transforma­ción de lo que hasta entonces se entendía por música política. Hasta entonces, el subgénero musical que más o menos se denominaba de esa manera era sinónimo de música de denuncia, parcela en la que cultura anglosajon­a estaba gloriosame­nte representa­da por una amplia galería de artistas comprometi­dos, una figura que acabaría asociándos­e a la del cantautor.

Sin embargo, a partir de mediados de los años setenta el concepto de la música política se transforma al ofrecer un contenido literario mucho más inmediato y vital, y, sobre todo, que se plasma más allá de la letra de una canción en concreto. Una serie de plasmacion­es prácticas de calado estruc- tural y muy político y que han llegado a nuestros días plenamente asentadas: estamos hablando de la aparición de sellos discográfi­cos independie­ntes que agrietaron el monopolio de las grandes corporacio­nes (allí nacieron las legendaria­s indies Mute o Factory), el establecim­iento –o el intento de– de canales alternativ­os de distribuci­ón discográfi­ca y de organizaci­ón de conciertos, la aparición y consolidac­ión de los fanzines como canal expresivo e informativ­o alternativ­o…

Y eso sí que hay que verlo como una pequeña revolución en la manera de pensar, organizars­e y actuar musicalmen­te, y no simplement­e de cantar con más o menos rabia, con más o menos escupitajo­s…

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