La Vanguardia (1ª edición)

El barón y los titiritero­s

El guante blanco con el ministro, las denuncias de Resines y el veto a los guionistas, hitos de los Goya en las redes sociales

- PEDRO VALLÍN Madrid

Sólo Juan Diego Botto se atrevió a hacer un pronunciam­iento político de calado en la gala de los Goya del pasado sábado. “Buenas noches, titiritero­s”. Escueto alegato en favor de la libertad de expresión, aplaudido en Twitter hasta por Pablo Iglesias, en un país que lo mismo se etiqueta un #jesuischar­lie que te lincha a un Guillermo Zapata. Aludía, claro, a los comediante­s, hoy en prisión, que sacaron a una bruja proterrori­sta en su farsa de títeres de los carnavales de Madrid y que sirvió un nuevo balón botando a los rivales de la alcaldesa madrileña, Manuel Carmena, también presente en los Goya.

Fue pues la única nota política reseñable de una noche que paradójica­mente vivió inflación de políticos en el cartel de invitados, pero que mantuvo un riguroso tono de guante blanco con el ministro del ramo, Íñigo Méndez de Vigo, que lo más afilado que tuvo que escuchar fue un chiste sobre su carrera profesiona­l en el que, además de sus desempeños institucio­nales, Dani Rovira refirió algunas de las muchas cruces y medallas de honor que luce su currículum, al lado de su condición nobiliaria, barón de Claret, para rematar: “¿Usted nunca ha comido de menú, verdad?”. Sonriente, desde la platea, Méndez de Vigo desmentía tal juicio afirmando con ostensible movimiento de cabeza que sí conocía la humildad de elegir entre tres platos. Y la red aplaudía su saber encajar.

Tampoco fue una noche difícil para Cesc Gay, porque ganó y porque “iba a la gala con mi chip de perdedor, que te ayuda a estar más relajado”, explicaba ya de madrugada, sin aparente tentación de cinismo y preguntand­o por la cerveza. Como tampoco parecía haber sombra de cachondeo (o sí) al anunciar que ya le tocaba “hacer la de ciencia ficción”.

Esa evocación del futuro fue precisamen­te lo que se echó a faltar en la gala del trigésimo aniversari­o, en la que las anécdotas, con ser eso, anécdotas, no fueron muy bonitas. Porque puede per- donarse que estuviera a punto de quedarse en la puerta Antonio Muñoz Molina por un problema con la acreditaci­ón –su mujer, Elvira Lindo, presentaba un premio junto a Mario Vargas Llosa–, pero mucho más feo es que los guionistas nominados tuvieran que entrar por una puerta trasera, como si no fuesen dignos de hollar la alfombra roja. El sindicato del gremio, Alma, se quejaba del trato en Twitter y se convertía de inmediato en trending topic. Borja Cobeaga y Diego San José –autores de Ocho apellidos..., poca broma– convertían en chiste la humillació­n. José A. Pérez Ledo, director del programa Órbita Laika, ironizaba en Twitter: “Si Borja Cobeaga tuvo que entrar por la puerta de atrás, no me quiero ni imaginar por dónde tuvo que entrar Diego San José”. A lo que este respondía: “Mi única manera de estar presente en los Goya es morirme antes de 12 meses y entrar en el In memoriam”.

Pero el que más collejas digitales se llevó fue el presidente de la academia, Antonio Resines. Primero, en lo particular, por las cifras de piratería que dio –1.900 películas en descarga por minuto–, que no resisten un somero análisis, y así lo hicieron saber las redes sociales, y segundo, por el tono general de su discurso, pleno de nostalgia: a la fundación para la memoria se sumó una gastada –y obsoleta, a la luz de la evolución del mercado audiovisua­l– cantinela antipirate­ría que culminó con un elogio de los videoclubs. Pero no de los digitales, creadores de la oferta legal que ha puesto freno a las descargas, sino de los de la cinta sin rebobinar y la multa por el retraso.

Cesc Gay aseguró que su “chip de perdedor” lo vacunó contra los nervios y prometió “una de ciencia ficción” La asociación Alma se quejó por el trato dado a los guionistas, a los que se impidió acceder a la alfombra roja

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BALLESTERO­S / EFE Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Cultura, y Antonio Resines, presidente de la academia

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