Oxígeno para Catalunya
El documento suscrito por Sánchez y Rivera sólo mira hacia Catalunya para impedir un referéndum
La Generalitat recibirá este año 2.000 millones de euros procedentes del FLA, un préstamo condicionado a la vigilancia del Gobierno central.
El independentismo catalán ha plagado su recorrido vital con “fechas históricas” a las que se añaden las efemérides que proporciona la implacable hemeroteca. Mañana hace tres años que el PSC rompió por primera vez la disciplina de voto del PSOE en el Congreso y sus diputados, con excepción de Carme Chacón, instaban al Gobierno central a negociar la celebración de una consulta en la que los ciudadanos de Catalunya decidieran su futuro.
La aritmética y los intereses partidistas han convertido el proceso soberanista en un arma de doble filo para populares y socialistas, y Ciudadanos ha sabido pescar en río revuelto.
El 6 de febrero, el PSOE puso sobre la mesa un programa para un gobierno progresista y reformista que ha pasado a ser un acuerdo para un gobierno reformista y de progreso del PSOE y Ciudadanos. El orden de los factores no altera el producto en las referencias a la reforma constitucional pero sí amplía el contenido. El documento inicial del PSOE se refería a los problemas de las comunidades, “especialmente Catalunya”, en cuanto a su “participación en el proyecto común y en el reconocimiento efectivo de las singularidades que las caracterizan”. La solución política no fue más allá de plantear una revisión del Título VIII de la Constitución y desarrollar el concepto de Estado federal, “si quiera mínimamente”.
La Constitución Española ha afrontado dos reformas en 38 años y el acuerdo con Ciudadanos recoge la propuesta socialista de reforma de la Constitución y le suma una reforma exprés. Dos en una legislatura. El desarrollo del concepto de Estado federal viene limitado en el “pacto complementario” con el “permanente e inequívoco compromiso” con “la unidad e integridad de España y la defensa del orden constitucional” y una conclu- sión en “coherencia”: “oponerse a todo intento de convocar un referéndum con el objetivo de impulsar la autodeterminación de cualquier territorio de España”. Sánchez tiró de talante y obvió la referencia en la presentación del acuerdo.
La “solución política” que defendía Sánchez como panacea para Catalunya se limita ahora a incorporar el nombre de las autonomías en la Constitución y fijar “con precisión las competencias del Estado y las autonomías y la incidencia en las mismas de los hechos diferenciales reconocidos en la Constitución”, en establecer los principios del sistema de financiación autonómica en los términos interpretados por un Tribunal Constitucional cuestionado y en definir el alcance del principio de lealtad constitucional. ¿Y el Senado? Si el Senado no viene a Barcelona, mejor cerrarlo, llegó a proclamar Sánchez. El pacto con Ciu- dadanos no prevé su traslado a Barcelona, pero sí abogar por su supresión como cámara de segunda lectura si no se transforma en verdadera cámara territorial.
Al otro lado, la proliferación de referéndums de dudoso recorrido planteados por Podemos tenía como única bondad el dejar la puerta abierta a un debate que Pedro Sánchez y el PSOE no pueden y no quieren asumir y que Albert Rivera se encargó de cerrar de un portazo: “A Podemos no le gusta el acuerdo porque no incluye el referéndum separatista”.
El documento firmado solemnemente ayer bloquea la salida de emergencia para la carpeta catalana y pone de manifiesto un inmovilismo equivalente al demostrado por Mariano Rajoy en los últimos cuatro años. El problema es que el protagonista ya no es el PP, si no el PSOE, que para llegar a la Moncloa siempre había necesitado del granero de votos catalán.
El líder del PSC había defendido por activa y por pasiva que sus bases eran partidarias de un acuerdo con Podemos, pero Pablo Iglesias se ha levantado de la mesa, de momento, y el socialismo catalán corre el riesgo de convertirse en el Pasok local, con dificultades para desarrollar un discurso convincente para Catalunya. Los tentáculos de Ada Colau avanzan más allá de la ciudad Barcelona mientras el PSC busca ahora un espacio que le otorgue cierto confort junto a Ciudadanos siguiendo la estela de los gobiernos en los ayuntamientos de Lleida y Tarragona. Otra cosa es el Parlament, donde Ciudadanos se mueve desacomplejadamente en un terreno vidrioso para el PSC. Miquel Iceta ha demostrado con creces su capacidad para seguir cualquier ritmo y el objetivo ahora es apuntalar la figura de Pedro Sánchez, así que ayer celebró el pacto ante los suyos.
Sin matices queda, en contraposición, el discurso del independentismo catalán en Madrid. Para el vicepresidente de la Generalitat y líder de ERC, Oriol Junqueras, el acuerdo no es “ninguna sorpresa” y para el portavoz convergente en Madrid, Francesc Homs, el acuerdo es la “antesala de una gran coalición”. Solo falta el PP…
Han pasado veinte años desde que en 1996, Convergència logró arrancarle a José María Aznar la supresión del servicio militar obligatorio y hasta la eliminación de los gobiernos civiles para llegar a la Moncloa. Ahora CDC aprende a “ser pequeña” en Madrid, pero está libre de esas tentaciones que los republicanos atribuyen a lo que denominan ADN convergente. Ni peix al
cove ni puta i ramoneta. El acuerdo de gobernabilidad de Sánchez y Rivera entierra cualquier posibilidad de que el partido de Artur Mas se plantee una reformulación de la estrategia en el Congreso –aunque en Girona pacte con PP y Ciudadanos– y le ata, de momento, a ERC, mientras el Govern aguante…