El FMI se suma a la OCDE y Draghi y reclama políticas de crecimiento
El Fondo pide expresamente a Alemania que invierta en infraestructuras
Después de tanta insistencia en apretarse el cinturón y de hacer apología de la austeridad, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha concluido que hay que empezar a virar y, quizás, a cambiar de rumbo. Los recortes, de por sí, con la sola compensación de la política monetaria, no han facilitado una recuperación robusta y sostenida. Todo lo contrario, se atisban nubarrones nada halagüeños, como intuyen las bolsas las últimas semanas.
En la línea apuntada por la OCDE y por Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo (BCE) –y por la que apostó el presidente estadounidense, Barack Obama, desde que llegó a la Casa Blanca–, el FMI se decanta ahora por incentivar la inversión (y las políticas fiscales) con medidas de estímulo que vayan más allá de la política monetaria.
Esta es la senda que se marca en el informe publicado anoche de cara a la reunión de ministros de economía y gobernadores de bancos centrales del G-20 que se celebra en Shanghai (China), entre mañana y el sábado.
En el conjunto de recomendaciones, y como ejemplo de este giro respecto a la política que sigue la Unión Europea (UE), el documento aconseja a Alemania que, tras su récord de superavit, gaste en infraestructuras. Su situación le permite destinar dinero a un terreno que “aumenta la productividad y la innovación, además de mejorar la capacidad de los trabajadores”.
Así, la combinación en la UE de un planteamiento que facilite inversiones públicas y privadas “incrementará el crecimiento a corto y medio plazo y tendrá una influencia positiva en toda la región”. Este factor ofrece la perspectiva de integrar el flujo de inmigrantes y refugiados, cuestión que urge para que sean un valor añadido y no una carga.
No es más que la medicación contra un diagnóstico imprevisto. La recuperación económica se ha debilitado a finales del 2015 y primeras semanas del 2016. Existe un peligro de descarrilamiento porque la economía global, frenada de forma inesperada, es altamente vulnerable a “shocks adversos”.
El desfallecimiento se ha producido en medio de turbulencias financieras y una caída de los precios de los activos. Esta circunstancia ha comportado un ajuste de las condiciones inversoras en las economías avanzadas. “Si esto persiste, se mitigará el crecimiento”, indica el documento publicado ayer. El FMI ya rebajó su previsión de crecimiento mundial un 0,2% para el 2016 y el 2017, dejándolo en el 3,4% y el 3,6%, respectivamente.
La inesperada volatilidad de los mercados financieros de finales del 2015 todavía ha ido a más en el 2016. Mientras Estados Unidos mantiene una buena línea, pese a la afectación por la caída de la inversión en el sector ener- gético, la actividad en la UE y en Japón se ha aflojado.
En esto influye la incertidumbre del reajuste que está llevando a cabo China o que la crisis de Brasil es mucho más profunda de lo que se había pensado. Tampoco el desplome del precio del petróleo ha tenido el efecto esperado. Los exportadores han visto como sus finanzas temblaban, en buena parte porque el abaratamiento tampoco ha ido acompañado de un incremento de consumo en los países importadores. Los conflictos internacionales son, según el FMI, otro factor de desestabilización.
El horizonte ofrece un panorama en el que se continuará con una modesta recuperación en las economías avanzadas y un debilitamiento en las prospecciones de los países emergentes. “El incremento de la fragilidad coyuntural refuerza la urgencia de unas políticas más amplias como respuesta para apuntalar el crecimiento y manejar las vulnerabilidades”, señala el análisis. En este sentido, subraya que “las reformas se deben enfocar en aliviar los cuellos de botella en las infraestructuras, facilitar una dinámica de innovación y entorno de negocio y reforzar el capital humano”. En definitiva, una acción fuerte en dirección contraria a la que el FMI ha venido incentivando en los últimos años.