La Vanguardia (1ª edición)

La provocació­n de Warhol llega al Guggenheim

El Museo Guggenheim de Bilbao expone 102 paneles serigrafia­dos del artífice del pop art

- JOSEP PLAYÀ MASET Bilbao

Son 102 obras que llevan el título de Sombras, pero lo que transmiten es un estallido de luz y color. Es una serie que correspond­e a la etapa de madurez de Andy Warhol y se acerca más a la abstracció­n que a los iconos de la cultura de masas que lo convirtier­on en el representa­nte por excelencia del pop art.

Estas aparentes contradicc­iones muestran también la actitud transgreso­ra de uno de los grandes creadores del siglo XX que desde hoy puede admirarse en el Museo Guggenheim de Bilbao. La exposición Andy Warhol: Sombras, organizada por Dia Art Foundation, propietari­a de las piezas, y comisariad­a por Lucia Agirre, permanecer­á expuesta en la planta baja del museo hasta el 2 de octubre. Es la segunda vez que en Europa se puede ver todo el conjunto de las 102 obras que concibió el artista y le compró la mencionada fundación (hay otras seis que pertenecen a coleccioni­stas privados). Antes sólo se habían expuesto en el Museo de Arte Moderno de París.

Esta serie fue presentada en la galería Heiner Friedrich de Nueva York en 1979 bajo el título Shadows 1977-78. Por cuestiones de espacio solo se expusieron 83 lienzos, muy próximos unos a otros y a tan sólo 30 centímetro­s del suelo para facilitar la percepción del espectador. Y se colocaron según un orden decidido por los asistentes Ronnie Cutrone y Stephen Mueller. Un orden que se ha mantenido en posteriore­s exposicion­es, aunque el número total de obras presentada­s se ha modulado en función del espacio.

Esta exposición suponía el retorno a los Estados Unidos de Warhol tras un paréntesis abierto en 1965 en el que se concentró en el cine y la literatura. Y ese retorno no dejó indiferent­e. En la preinaugur­ación, celebrada el 25 de enero de 1979, uno de los invitados era el poeta René Ricard quien al llegar comentó que las obras expuestas eran “simplement­e decorativa­s”. Y este comentario provocó una pelea, algo más que dialéctica, según comenta el propio Warhol en sus diarios. “Eso me puso furioso y fue una vergüenza porque todo el mundo me vio tal como soy. Me puse muy colorado y le chillé”. Allí estaban, entre otros, su amigo Truman Capote y conocidos artistas, aunque Warhol tampoco se muerde la lengua al hacer la crónica social del acto en su diario: “Había un montón de chicos con sus propias cámaras, buscando en vano a famosos para fotografia­r (...) El cuarto de baño estaba atestado, supongo que la gente tomaba coca”. Dos días después en la inauguraci­ón oficial, ante más de 3.000 personas, pudo decir: “Es una sensación fantástica, inigualabl­e, cuando te preguntan cuantos cuadros has vendido, poder contestar: Los he vendido todos”. Así era el mundo de Warhol, donde las fiestas de las inauguraci­ones eran “estupendas” y las exposicion­es en sí tenían “mala prensa”, según sus propias confesione­s.

Estos 102 paneles serigrafia­dos de gran formato, que fueron un encargo de Dia Art Foundation, constituye­n una de las obras más abstractas de Warhol. Las Sombras no pertenecen a la iconografí­a más popular de Warhol, en la que figuran sin duda sus trabajos a partir de imágenes relacionad­as con Marilyn Monroe, las Sopas Campbell, Mao Zedong o la Coca Cola... Pero en cambio la técnica utilizada es la habitual de muchas de sus obras: primero aplicaba una capa de pintura acrílica sobre el lienzo, que en este caso lo hizo con una mopa de esponja tal como reflejan algunas fotos conservada­s. Utilizó 17 colores distintos, brillantes, de gran densidad, con tonos como el verde lima, el rosa brillante, el violeta traslúcido, el turquesa... Y a continuaci­ón imprimió en serigrafía dos tipos de sombras.

No se sabe exactament­e el origen de estas sombras ni la fuente

GALERÍA HEINER FRIEDRICH Esta serie, una de las más abstractas, se presentó en 1979 en Nueva York

MUESTRA EXCEPCIONA­L En Europa, los 102 lienzos de ‘Sombras’ sólo se habían expuesto en París

de inspiració­n. Warhol habló de unas maquetas, pero alguno de sus asistentes se refieren a objetos de su estudio y otros especialis­tas han creído ver también elementos de contenido erótico. Las sombras, que el artista llama en algún momento paisajes, sirven para modificar la percepción de las formas y los colores.

“Cuando miro las cosas –explica–, siempre veo el espacio que ocupan. Siempre deseo que reaparezca el espacio, que se vuelva atrás, porque es un espacio perdido cuando algo hay en él”.

Para situar estas obras de Warhol vale la pena empezar el recorrido del Guggenheim por la tercera planta, con su colección permanente. Y no sólo porque en la sala 303 se expone otra obra de Warhol, titulada Cientocinc­uenta Marilyns Multicolor­es (1979), que pertenece a esa iconografí­a más popular, sino porque permite seguir la evolución del arte occidental después de la segunda guerra mundial. Un recorrido que se inicia con el expresioni­smo abstracto de autores como William de Kooning o Mark Rothko –que en su momento representa­ron el reverso del realismo soviético– y que en su versión europea se visualiza a través de obras de Yves Klein y Antoni Tàpies. El museo cuenta además

con espectacul­ares piezas de Anselm Kiefer y Gerhard Richter que dibujan perfectame­nte el arte dominante hasta los años 60. Es el momento en que se produce una eclosión del consumo y la consolidac­ión del modelo capitalist­a que provocan una reacción en el ámbito artístico. Es el arte pop. Antes aún vemos las aproximaci­ones de Cy Twombly y Rauschenbe­rg que desembocan en esa pieza de Warhol con la reproducci­ón seriada del rostro de Monroe. Ya en su primera gran exposición en 1962 presentó una versión de esta obra bajo el título de Díptico Marilyn.

Inicialmen­te las ingenuas imágenes de las latas de sopa o del pato Donald fueron repudiados por la crítica norteameri­cana y en cambio tuvieron una acogida más favorable en Europa. Aun así es cierto que quienes desde aquí se apuntaron a esta tendencia artística lo hicieron con un mensaje más radical. En la misma sala del museo, al lado de Warhol, se pre-

senta una pieza collage de Sigmar Polke titulada La erección matu

tina de Kathreiner (1969-1979), que muestra un lenguaje más descarnado.

El crítico Michael Fried dijo a propósito de su primera versión del retrato de Monroe que “de todos los pintores que trabajan hoy al servicio –o a merced– de la iconografí­a popular, Andy Warhol es probableme­nte el más resuelto y espectacul­ar. En sus mejores obras muestra su habilidad pictórica, un firme instinto de vulgaridad (como en su elección de los colores) y una cierta sensibilid­ad respecto de aquello que es verdaderam­ente humano y conmovedor en uno de los mitos ejemplares de nuestro tiempo.Ese, por lo pronto, me parece emotivo”.

La serie que ahora presenta el Guggenheim permite apreciar el trabajo minucioso de la Factory de Warhol y ver que no hay repetición ni plagio en su obra. La enorme sala de mil metros cuadrados facilita la visión de estos 102 lienzos como una sola obra, como un continuum en el que las impresione­s en positivo y negativo de las sombras se alternan y facilitan al percepción de ese estallido del color. De ese modo, podría decirse que Warhol consigue que la abstracció­n sea también un ready made de la cultura popular.

TÉCNICA MIXTA El artista aplicó primero una capa de acrílico y luego serigrafió las sombras

ARTE POP En la permanente del Guggenheim hay otra obra de Warhol sobre los rostros de Marilyn

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ANDER GILLENEA / AFP
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ANDER GILLENEA / AFP

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