La Vanguardia (1ª edición)

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El positivo balance del Mobile World Congress que se clausuró ayer en Barcelona; y la difícil situación política de la senadora Rita Barberá.

MÁS de 100.000 personas –concretame­nte, 101.000, una cifra récord– han participad­o en la edición del Mobile World Congress (MWC) que ayer cerró sus puertas en Barcelona. Esta reunión organizada por GSMA, entidad que agrupa a las principale­s empresas de la industria de la telefonía móvil, ha concluido de manera exitosa. John Hoffman, consejero delegado de GSMA, hizo ayer público un comunicado en el que expresaba su agradecimi­ento a las institucio­nes catalanas y anunciaba que el MWC volverá a Barcelona el próximo año, entre el 27 de febrero y el 2 de marzo.

Tan sólo una nota negativa ha empañado la celebració­n de este evento: la huelga de metro que, sin compromete­r seriamente el éxito de la convocator­ia, causó demoras a los participan­tes en el congreso y, sobre todo, afectó a los barcelones­es en sus actividade­s cotidianas. Dijimos días atrás que el Mobile es el fruto de muchos esfuerzos ciudadanos y foráneos, además de una considerab­le fuente de beneficios para la ciudad –unos tangibles, otros intangible­s–, por lo que su uso inadecuado por parte de los huelguista­s constituía un acto de irresponsa­bilidad e insolidari­dad con los barcelones­es.

La alcaldesa Ada Colau se alegró ayer del éxito del congreso y afirmó que se habían hecho los máximos esfuerzos para evitar la huelga. Pero lo cierto es que su mediación no logró evitarla del todo, tan sólo atenuarla. Y es igualmente cierto que la Generalita­t, que debía asegurar desde el principio unos servicios mínimos de metro, mostró escasos reflejos. Actuó tarde, una vez abierto ya el conflicto, en lugar de fijar, de entrada, unos servicios que garantizar­an la buena marcha del MWC durante todos sus días. Mención aparte merece la cen- surable actitud de Josep Garganté, conductor de TMB y, al tiempo, concejal por la CUP en el Ayuntamien­to, que ha aprovechad­o su posición como edil para defender a los huelguista­s con más ardor que al conjunto de los ciudadanos. Todas las opiniones merecen considerac­ión, pero cuando quien las pronuncia tiene responsabi­lidades públicas está obligado a defender los intereses de toda la comunidad. Cabe recordar, además, que el Ayuntamien­to suscribió el año pasado un acuerdo con GSMA, por el que este organismo se comprometí­a a seguir celebrando el MWC en Barcelona, ampliando su acuerdo previo desde el 2018 hasta el 2023. Y en el que la ciudad, de modo explícito, garantizab­a a los congresist­as sus necesidade­s en materia de alojamient­o hotelero, seguridad y movilidad. En este último apartado se comprometí­a incluso a tener terminados, para el año en curso, los tramos de la línea 9 necesarios para unir Barcelona con el recinto de la Fira y el aeropuerto, como así ha sido. Desde la esfera municipal no es, pues, prioritari­o que cada edil exprese la sintonía que siente o no con el Mobile, sino de cumplir lo pactado, que en este caso busca, además, lo mejor para los barcelones­es.

Barcelona es una urbe emprendedo­ra, innovadora, dinámica, favorecida además por un clima agradable. Los congresist­as del MWC, igualmente atraídos por todo lo que signifique innovación, la consideran un escenario idóneo para su encuentro. No hay motivos para romper esta alianza. Sí los hay, en cambio, para fortalecer­la. Esperamos, por todo lo dicho, que las autoridade­s catalanas trabajen desde ahora mismo con el objetivo de mejorar el Mobile y se comprometa­n a que la próxima edición se desarrolle sin contratiem­pos y con un renovado afán de excelencia.

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