¡Basta de películas violentas!
Me arrepiento de haber ido a ver El renacido. ¿Que por qué lo hice? Pues porque la crítica ha puesto la película por las nubes, porque está recibiendo varios premios, porque Leonardo DiCaprio es un gran actor... Sabía que se trataba de un argumento duro, pero no me imaginaba que la historia fuera tan sanguinaria. Aunque huyo siempre de estos filmes que califican de acción cuando tendrían que decir claramente violencia dejándose de eufemismos, esta vez cedí. Si las imágenes de las montañas, los árboles, el río y el cielo son de una belleza impresionante, el resto de la cinta –salvo la inicial y espectacular lucha entre un oso artificial y DiCaprio– constituye una larga y aburrida exhibición de la super- vivencia del protagonista, totalmente improbable, repleta de encarnizadas matanzas entre seres humanos. Me da igual lo que digan los críticos o los jurados que conceden los premios cinematográficos. Si soy menos entendida que ellos, eso no impide que disfrute con otras películas actuales como La chica danesa o Sufragistas, infinitamente más interesantes y más perturbadoras si lo que pretendidamente se buscaba era emocionar al espectador.
La interminable lucha final entre DiCaprio y su detestable enemigo está tan cargada de odio, puñaladas, sangre y mutilaciones como de inverosimilitud, dado que nadie puede recibir tantas heridas sin lanzar el último aliento. Si bien la incredibilidad a menudo forma parte de la obra cinematográfica a favor del espectáculo, este no tiene razón de ser cuando da paso a secuencias tan brutales como las del mencionado final. El gusto tan amargo que deja la película, y obviamente hablo por mí, conduce a la añoranza de filmes del Oeste como los de John Ford o John Huston, por ejemplo, donde con cuatro disparos se liquidaba al enemigo. Daño visual, el mínimo, cabe decir, sin dejar de reafirmar que siempre hay que detestar el daño en todas sus formas.
Valga interrogarse sobre qué poso dejan películas como El renacido en el ánimo de los espectadores. ¿Repugnancia quizás, como en mi caso, o tal vez comprensión hacia el odio extremo? Que vivimos rodeados de violencia es evidente, como lo es que para mayores, jóvenes y niños lo que se transmite en mayor medida no es una cultura de paz sino de guerra, tanto en la realidad como en la ficción, esta, acaso, abriendo camino.