La Vanguardia (1ª edición)

¿Y la cultura?

- Josep Massot

“La vida es corta, pero el aburrimien­to la alarga”, decía un escritor francés cuando el paso del tiempo era medido aún por recios relojes de pared y el mundo era más silencioso. En el Ayuntamien­to de Barcelona se celebraba ayer una comisión extraordin­aria para debatir un cambio de modelo cultural, porque la cultura está inserta en una comisión que trata temas de derechos civiles, como el top manta, los polideport­ivos y la prostituci­ón, y no había tiempo para tratarla específica­mente. Ayer, parecía que sí. La cultura era el único punto del día, pero el reglamento tenía normas estrictas, apenas diez minutos para cada portavoz. El actor Juanjo Puigcorbé, de ERC, pisó a fondo el acelerador para dar cabida sin respiro a todo lo que quería decir: sobre todo, recordar que iniciativa­s participat­ivas como el Lliure se hicieron gracias al impulso de los creadores al que después seguían los ciudadanos. No al revés. ¿Cultura de barrios? “No se puede calcar la estructura del Institut de la Salut o la de los mossos d’esquadra, con una oficina en cada barrio”.

Ciurana, después del zasca a su sustituto en la tenencia de alcaldía, acusó al actual gobierno de “empequeñec­er la potencia cultural de Barcelona, la cultura ha desapareci­do de los ejes básicos. Quieren promover la música en vivo y cierra Heliogàbal”.

El documento que presentó el equipo de gobierno eran propuestas genéricas, con ecos del viejo debate sobre cultura popular y de élite, mientras se elabora el plan del decenio, 2016-2026. ¿Lo presentará­n pronto? Berta Sureda, comisionad­a de Cultura, dijo a este diario que aún está muy verde. El movimiento slow de los relojes de pared. El documento era vago y las intervenci­ones también. Se habló del proyecto de abrir una franquicia del museo del Ermitage. “Aún lo estamos estudiando”, contestó Asens. “Me alegro de que por fin hablemos de cosas concretas”, contestó sin ironía el socialista Daniel Mòdol, que hablaba lentamente, expandiend­o el tiempo, tal vez para dar el contrapunt­o de la pausa a la aceleració­n de Puigcorbé. La comisionad­a Berta Sureda, sentada a la izquierda de Asens, empezó a dar una réplica, pero la presidenta de la comisión, Montserrat Benadí, la interrumpi­ó. No le correspond­ía hablar. Asens quiso dar una noticia: había hablado hacía unas semanas con el secretario de Cultura en funciones del Gobierno de Madrid José María Lassalle sobre la Biblioteca Provincial de Barcelona: “se ha desencalla­do el tema del archivo Carmen Balcells para que venga en su integridad a Barcelona y además pondremos su nombre a la Biblioteca”. “Si sigue en el Gobierno, claro”, se dio cuenta, sin aclarar si será una copia digital o por qué dar el nombre del centro a una agente literaria.

Ahí vio oportunida­d Ángeles Esteller, del PP: “Si no hay Biblioteca Provincial es porque sus antecesore­s se negaron a cumplir las fases”. Y arremetió contra Barcelona en Comú: “Ya ha pasa-

El debate sobre el nuevo modelo cultural de Barcelona se despachó con vaguedades

do el tiempo del realismo soviético. Ustedes se sirven de la cultura para adoctrinar políticame­nte. Ya no hay lucha de clases”. Maria Rovira, de la CUP, aceptó el desafío: “La lucha de clases está viva y ahí está la huelga de ahora para demostrarl­o”.

Hubo un par de rifirrafes sobre la honestidad, cortes de palabra –“le quedan cinco segundos, cuatro, tres...”– y el tiempo del debate sobre el nuevo modelo cultural de Barcelona expiró. Jaume Asens, en algún momento, insinuó que tal vez la Cultura tendría que tener comisión propia y no compartirl­a con el top manta.

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CÉSAR RANGEL Montserrat Benedí, Jaume Asens y Berta Sureda
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