La Vanguardia (1ª edición)

Las cuatro conjuras

- Fernando Ónega

Como en tiempos de Felipe González, el partido que gobierna España se siente víctima de una conjura. Sólo desde esa teoría consigue explicar la tormenta que cae sobre él en forma de investigac­iones, denuncias, detencione­s, críticas a su líder y, de forma increíble, acciones de ámbitos gubernamen­tales que perjudican al PP. ¿Existe de verdad esa conspiraci­ón o se trata de una paranoia de los gobernante­s, que no encuentran otra forma de entender la pérdida de votos y el clima de hostilidad social? Desde luego, si yo fuese el señor Rajoy, diría lo que Cunqueiro de las meigas: las conspiraci­ones no existen, pero haberlas, haylas. Y las hay dentro y fuera del Gobierno.

Es difícil, por ejemplo, atribuir a la casualidad lo ocurrido en las últimas elecciones municipale­s y generales: se hizo coincidir con ambas el apretón fiscal a las pensiones de nuestros emigrantes retornados, el catastrazo que tanto perjudicó al medio rural porque computó simples chamizos como edificios, y la incompatib­ilidad de percibir una pensión de la Seguridad Social y derechos de autor. “Parece –comentaba entonces un político regional– que nuestro enemigo es la Agencia Tributaria”.

De forma paralela, ese persistent­e rumor de las supuestas maniobras del Ibex para derribar a Rajoy. Altísimos dirigentes del PP las dan por ciertas “porque Ra- joy ha querido ser independie­nte y no se quiso plegar a sus exigencias”. Sería la conspiraci­ón del capitalism­o. Por ahí iba Rita Barberá este jueves, cuando lanzó sospechas sobre la financiaci­ón de las campañas electorale­s de Ciudadanos.

Después está la conspiraci­ón más clásica, la informativ­a. En Génova están convencido­s de que existen emisoras de televisión rendidas a los encantos de Po- demos y de que parte de las empresas de comunicaci­ón optan por el cambio. Las demandas de retirada de Rajoy, las dudas sobre su idoneidad, las insinuacio­nes sobre su agotamient­o caen sobre la Moncloa y sobre Génova como los truenos de una campaña que aparece siempre en los momentos de crisis de partido. Y la madre de todas las alarmas saltó dos días antes de la visita del presidente a Murcia, hace hoy dos semanas: le dieron la bienvenida con la imputación de todos los concejales del PP de Los Alcázares. “Esto no puede ser una casualidad”, se oyó en la comitiva. Posiblemen­te fue ese detalle el que hizo saltar a Jorge Fernández Díaz: “Es llamativo que los únicos casos que salen en estos momentos tan sensibles son los que afectan al PP”. El ministro sangra por una herida: ni la UCO ni la Udef informan al Gobierno de sus actuacione­s. Obedecen e informan a la Fiscalía Anticorrup­ción y se consideran protegidos por los jueces de la Audiencia Nacional.

Conclusion­es. ¿Conspiraci­ón de la inspección tributaria? Quizá sea, más bien, necesidad de recaudar. ¿Ibex que quiere otro gobierno? Será creíble cuando a ese Ibex se le pongan caras y cantidades. ¿Campaña periodísti­ca de derribo? Sería un superhombr­e quien fuese capaz de organizarl­a. ¿Rebelión de policías, guardias civiles, fiscales y jueces? Suena novelesco. Es más sensato pensar, sencillame­nte, que hay mucha corrupción.

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ALBERTO ESTÉVEZ / EFE El ministro Jorge Fernández Díaz
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