Samaranch y el vuelo gallináceo
Esta semana, y a pesar de la molesta huelga de transportes, se ha celebrado con éxito el Mobile World Congress que es, junto al MWC de Shanghai, una cita ambiciosa para la telefonía móvil en todos sus aspectos.
Sus cifras muestran que es un acontecimiento que pone a Barcelona en el mapa del sector año a año hasta el 2023. A la salida del recinto de FiraHospitalet, y con las riadas humanas yendo a la recien estrenada línea 9 del metro, esto se constata. Para montarlo hay que trabajar seriamente y el secretariado del MWC lo hace y lo hace muy bien.
Pero esta celebración pone una vez mas de manifiesto que Barcelona necesita de grandes ferias, de grandes congresos y de grandes manifestaciones que destierren el pesimismo que nos tiene ensimismados.
Mientras tanto Barcelona parece haber olvidado que el gran impulso que la situó en el mapa fue un gran acontecimiento: los JJ.OO. de 1992 gracias al hoy estigmatizado presidente del Comité Olímpico Internacional Juan Antonio Samaranch y de quienes lo ayudaron a poner en marcha el ambicioso proyecto olímpico en donde estuvieron juntos –algunos a regañadientes– el Gobierno del Estado, la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona, el Comité Olímpico y hasta la Feria de Barcelona que cedió a su entonces director Josep Miquel Abad para que gerenciara el complejo acto.
Barcelona parece haber olvidado que el gran impulso que la situó en el mapa fue un gran acto
Juan Antonio Samaranch convenció al alcalde Narcís Serra sobre lo que iba a suponer la Olimpiada y de su ejecución nació el impulso para la Barcelona actual.
Esto quiere decir que no podemos seguir con discusiones de vuelo simplemente gallináceo para mantener y proyectar la actual Barcelona hacia el futuro. Barcelona necesita de proyectos ambiciosas y de buen entendimiento entre administraciones y sociedad civil y no discusiones bizantinas sobre si las terrazas de los bares deben tener unos centímetros más o menos, de si la frontera para nuevos hoteles debe situarse en una calle más o menos o de si el carril bici deba ser de una o de doble dirección por más que el fallecimiento de Muriel Casals nos haya consternado a todos.
Luchar en el mundo para hacerse paso en un siglo dominado por el crecimiento de las grandes ciudades de Asia o América Latina no puede quedarse en problemillas de vuelo gallináceo para contentar a unos pocos vecinos de un determinado barrio sino que exigen de consensos y ambiciones de proyección mundial que, hoy, nos faltan, entretenidos como estamos, por simples discusiones localistas.