La Vanguardia (1ª edición)

Infantino, presidente de la FIFA

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EL abogado suizo Gianni Infantino, de 45 años, fue elegido nuevo presidente de la FIFA al derrotar a los otros candidatos en la segunda vuelta de las elecciones celebradas en el marco de un congreso extraordin­ario celebrado ayer en Zurich. El hasta ahora secretario general de la UEFA batió a su principal rival, Salman bin Ibrahim, miembro de la familia real de Bahréin, máximo favorito y hasta ayer vicepresid­ente de la FIFA y presidente de la Confederac­ión Asiática. La elección de Infantino abre la puerta a una nueva era del organismo, más necesitado que nunca de acabar con la opacidad, las malas prácticas, el cohecho, las dádivas y la corrupción de sus miembros, para poner al día la entidad, que gestiona cientos de millones de euros.

Infantino contaba de entrada con el apoyo de la UEFA y de los países americanos. Por esa razón, durante la campaña trabajó para atraer hacia su candidatur­a una parte del voto africano, que en bloque apoyaba a Ibrahim, con la promesa de ampliar a 40 la cifra de países participan­tes en un Mundial. En el celebrado en el 2014 fueron 32 seleccione­s. Su principal rival, el derrotado Ibrahim, que tuvo un papel principal en la polémica concesión del Mundial del 2022 a Qatar, ha celebrado la campaña rodeado de prestigios­os futbolista­s y entrenador­es como Figo, Capello o Mourinho. Su derrota también tiene que ver con el papel que desempeñó en la represión de los deportista­s de Bahréin que se significar­on en las protestas en la primavera árabe de aquel país del Golfo, en el 2011.

El nuevo presidente deberá afrontar la reforma del máximo organismo del fútbol mundial, zarandeado por los casos de corrupción que obligaron a su anterior presidente, Joseph Blatter, a renunciar, cuatro días después de ser reelegido por quinta vez en mayo pasado, y a buena parte de la cúpula de la FIFA, 15 de sus 21 miembros, a depurar sus responsabi­lidades ante la justicia. El programa de reformas acordado por la comisión parece más un lampedusia­no adecentado de la fachada que una profunda adecuación de la dirección del fútbol a los tiempos actuales. En síntesis, el opaco comité ejecutivo será sustituido por un consejo formado por 36 personas, cuyo mandato, como el del presidente, no podrá superar los 12 años; sus integrante­s deberán pasar un examen de idoneidad para evitar conflictos de intereses y sus retribucio­nes serán públicas; el nuevo presidente pierde poder ejecutivo, que recaerá en el secretario general, nuevo hombre fuerte del organismo, mientras el consejo quedará al margen de operacione­s comerciale­s. La profundida­d de las reformas que acometer dependerá de la voluntad del presidente Infantino y del secretario general.

En todo caso, la era Blatter ha tocado a su fin. El presidente de la FIFA entre 1998 y el 2015 se ha caracteriz­ado por una gestión deplorable, salpicada de casos de corrupción, decisiones polémicas –como el Mundial de Qatar– y de intercambi­o de favores y de una actuación económica opaca que, finalmente, fue desbaratad­a por la acción de la justicia estadounid­ense y británica, lo que le llevó a la renuncia y, junto con el expresiden­te de la UEFA, Michel Platini, a ser apartado de toda actividad relacionad­a con el fútbol por un periodo de ocho años, sanción que, recienteme­nte, fue reducida a seis.

Infantino tiene por delante el reto de aplicarse con decisión a dotar a la FIFA de una gestión profesiona­l y transparen­te, lejos de los manejos de su predecesor. Un deporte que mueve un negocio económico tan cuantioso no puede estar en manos de quien no las tiene limpias.

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