La Vanguardia (1ª edición)

Retratista de la gente sencilla

FRANÇOIS DUPEYRON (1950-2016) Director de cine francés

- ÓSCAR CABALLERO

Un cineasta honesto, de gran calidad y un ser humano de una infinita delicadeza”. Gilles Jacob, legendario presidente del Festival de Cannes, despidió así a François Dupeyron, Concha de Oro del Festival de San Sebastián en 1999 con ¿Qué es la vida?, fallecido de un cáncer, en París, a los 65 años. Hombre de pueblo –el suyo era Tartas, en las Landas–, siempre le interesaro­n los problemas y la vida de la gente sencilla, de los marginales, los inmigrante­s, los habitantes del suburbio.

Y cuando se ocupó de una tragedia colectiva, como por ejemplo la guerra de 1914-1918, lo hizo a través del drama particular del militar desfigurad­o por las bombas, esos cara rota de casi cada familia francesa, como el protagonis­ta de El pabellón de los oficiales, su adaptación de la novela homónima de Marc Dugain.

En ambos filmes, escogió a un intérprete francés de origen español, Eric Caravaca, que sería su actor fetiche. Hombre de paradojas, decía haberse decidido por el cine (estudió en el Idhec, el instituto de altos estudios cinematogr­áficos de París) porque no sabía escribir. Y sin embargo, no sólo fue el guionista de todos sus filmes sino también el autor de historias filmadas por Nicole Garcia ( Le fils préféré, 1994), Frédéric Auburtin y Gérard Depardieu ( Un pont entre deux rives, 1999) o Yves Angelo ( Au plus près du soleil, 2015). Y, curado del miedo a la pantalla blanca, publicó varias novelas, entre las que destacan Inguélézi (Actes Sud) y Chacun pour soi, Dieu s’en fout (Editions Léo Scheer).

Estudiante de cine en la vorágine de mayo del 68, sus pinillos los hace como cineasta militante. Integra el colectivo Cinelutte, que sólo filma obreros, en la fábrica o en manifestac­iones. Más tarde monta espectácul­os teatrales, realiza cortometra­jes de ficción y, para vivir, películas de empresa. En 1988 debuta en el largometra­je nada menos que con Catherine Deneuve y Gérard Depardieu, los dos monstruos sagrados de Francia, como protagonis­tas.

El rodaje es difícil –la hipersensi­bilidad de Dupeyron, dirán los testigos, chocaba con los caprichos de sus protagonis­tas– pero la película funciona en taquillas, bien promociona­da por su productor, René Cleitman, importante por entonces.

En realidad, de los nueve filmes que dirige hasta el 2013 (nueve y medio: en el 2009 terminó Un regalo para ella, tras el fallecimie­nto de Claude Berri), sólo El pabellón de los oficiales reunirá éxito de crítica y de público, además de participar en la competició­n de Cannes y totalizar seis nominacion­es a los César, los Goya franceses. En fin, gracias a su El señor Ibrahim y las flores del Corán, sobre una novela de Eric-Emmanuel Schmitt, Omar Sharif obtuvo, en el 2004, el César a mejor actor.

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MARTIN BUREAU / AFP

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