La última apuesta de Hollande
HIJA DEL CONSEJERO JUDÍO DEL REY DE MARRUECOS, LA NUEVA MINISTRA DE CULTURA DEBERÁ POPULARIZAR AL DESPRESTIGIADO PRESIDENTE EN EL MEDIO CULTURAL FRANCÉS
La nueva ministra de Cultura francesa, Audrey Azoulay (“ojos azules” en bereber), tiene los ojos pardos, 43 años, madre de dos hijos y es hija de André Azoulay, el consejero judío del rey de Marruecos. Más consejero con el anterior, Hassan II, que con el actual, pero la función permanece.
André nació en Esauira (Mogador), la bella ciudad portuaria marroquí y antiguo enclave portugués, pero se mudó a París, antes de que nacieran sus tres hijas. Allí fue banquero en el BNP. La ministra todavía pasa sus vacaciones estivales en Esauira, ciudad que inspiró algunos libros a su madre, la escritora Katia Brami. Audrey era la menor de las hijas. Tuvo una trayectoria de clase alta culta con tendencias de izquierda; fue contestataria en el liceo, contra las reformas de las pensiones de Alain Juppé, que el actual presidente prosigue de momento sin protestas, y “contra los fachas”, explica. En casa, en la periferia oeste de París, mucho libro. Estudios de Ciencias Políticas con máster en Inglaterra antes de ingresar en la Escuela Nacional de Administración, de donde suelen salir los cuadros de la política y la economía francesas.
Judía practicante y buena nadadora, la actual ministra comenzó su carrera en el Tribunal de Cuentas de la región de Île-de-France, algo bastante alejado de sus preferencias, pero en el 2006 encontró un hueco en el Centro Nacional de Cinematografía (CNC), institución de la que cinco años después sería nombrada directora. En esa calidad formó parte, en abril del 2014, de la delegación que acompañó a François Hollande en su visita de Estado a México. En ese viaje Hollande se fijó en ella: “A esta chica hay que darle un cargo”. Cinco meses después Audrey Azoulay sería nombrada consejera presidencial para la cultura y la comunicación. Entre otras cosas, ella era la que organizaba las sesiones de cine que tienen lugar cada tarde del domingo en el Elíseo y a las que Hollan- de suele invitar a amigos y miembros del Gobierno. Su marido, François-Xavier Labarraque, es presidente de una sociedad de consultoría y fue durante catorce años “director de estrategia y desarrollo” de Radio France.
“Audrey Azoulay encarna un país abierto, generoso, en el que los judíos y los musulmanes son amigos, una Francia de mezcla, de valores y libros”, resumía Le Journal
de Dimanche pintando este cuadro de beautiful people en el Gobierno, cada vez más contradictorio con la fractura, degradación y enfado social que atraviesa el país.
La nueva ministra ha llegado a su actual cargo en una remodelación de gobierno que ha sido criticada por todos lados por su intrascendencia y futilidad. En quince meses habrá elecciones presidenciales y François Hollande, cuyo prestigio está por los suelos tras una gestión mediocre que ha desilusionado a todo el mundo, quiere recuperar imagen. Con vistas a su campaña, el presidente necesita a alguien que le de a conocer en el mundo de la cultura, artistas y actores de cine populares que vendan su candidatura. Nadie mejor conectada para ello que Azoulay.
La víctima ha sido la ministra saliente, Fleur Pellerin, que cometió el inmenso error de la sinceridad; cuando en el 2014 le dieron el premio Nobel al escritor Patrick Modiano, Pellerin confesó que no había leído un solo libro de ese autor. “Desde que soy ministra no tengo tiempo para leer”, dijo. Es lo que le pasa a cualquier ministro, pero en el mundo de pavos reales de la cultura parisina quedó muy feo.
El 11 de febrero Pellerin estaba en el Senado para defender su ley de libertad de creación. Veinte minutos antes de que se conociera que saltaba, el presidente llamó a la ministra para comunicarle el cese. La forma fue muy poco elegante hasta el punto que el exministro Jack Lang, gran pavo real de la cultura parisina, le afeó el procedimiento a Hollande.
Azoulay es amiga de la actriz Julie Gayet, novia de Hollande. Pellerin no lo era. “Todo mi cariño para Fleur Pellerin, tan sincera y comprometida, pero no suficientemente próxima a los amigos del presidente”, escribió el exministro Frédéric Cuvillier.