La Vanguardia (1ª edición)

Se comparte piso, y si es necesario cama

- RAFAEL RAMOS

Si alguien se mete con mi familia, me lo tomo como un asunto personal. Si alguien se mete con el Barça, es por supuesto un asunto personal. Y también el coste de la vivienda en Londres. No puede ser de otra manera, teniendo en cuenta que se lleva casi tres cuartas partes del sueldo (no sólo del mío, sino por término medio del de cualquiera que aspire a vivir en un piso majo en un buen barrio, y no sea banquero de la City, jeque árabe u oligarca ruso). Se construyen muchas menos viviendas de las que haría falta para satisfacer la demanda, con lo cual se han disparado los precios, tanto de compra como de alquiler. El número de londinense­s de entre 45 y 54 años que comparten casa ha aumentado en el último quinquenio un 300%. Y la gente ya no sólo comparte piso, sino incluso cama, ya sea durmiendo uno al lado del otro o turnándose para descansar si uno trabaja de día y otro de noche, algo que seguro que va en contra de la Carta Europea de Derechos Humanos. Hasta hace unos años eran los inmigrante­s ilegales quienes vivían hacinados en cuchitrile­s del barrio chino, hoy son jóvenes ingleses, personas maduras que han perdido el empleo, estudiente­s españoles, madres solteras de escasos recursos... El alquiler se lleva por término medio el 72% de los ingresos de un londinense. En la capital se van a construir 230 nuevos rascacielo­s, pero de oficinas y pisos de lujo, que serán adquiridos como inversión, y permanecer­án vacíos y con las luces apagadas.

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