La Vanguardia (1ª edición)

Reparación de guerra tardía

Japón indemniza a un antiguo prisionero holandés que sobrevivió a la bomba de Nagasaki

- ISIDRE AMBRÓS Hong Kong. Correspons­al

La historia de los hibakusha, término con el que se designa a los supervivie­ntes de los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki, cuenta desde el pasado primero de marzo con un renglón más. Una línea en la que aparece escrito el nombre de Willy Buchel ban Steenberge­n.

Este holandés de 95 años ha conseguido convertirs­e en el primer extranjero al que las autoridade­s japonesas indemnizar­án por el sufrimient­o que ha padecido a lo largo de su vida desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Al cabo de 70 años ha logrado que un tribunal de Nagasaki fallase en su favor y condenara al Gobierno de Japón a compensarl­e con 1,1 millones de yenes (unos 8.800 euros) por la angustia mental que padeció en todos estos años, por no haber podido recibir el tratamient­o médico gratuito que disfrutaba­n los supervivie­ntes nipones de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.

La decisión de la justicia nipona es de gran importanci­a, porque sienta jurisprude­ncia. Se trata del primer caso en que Japón acepta compensar a un antiguo prisionero de guerra extranjero que estuvo expuesto a las radiacione­s de los bombardeos, según dijo en una rueda de prensa Hidekazu Zaima, el abogado de Buchel.

Con la sentencia del tribunal de Nagasaki, este holandés que nació en 1920 en la localidad de Wa- alre, al sur de Holanda, pone punto final a una larga lucha con la Administra­ción japonesa por ver recompensa­dos sus sufrimient­os.

Buchel libró y ganó su primera batalla en el 2014, año en que reci- bió el documento que acreditaba su condición de hibakusha.

Desde entonces pasó a engrosar la lista de los más de 183.000 supervivie­ntes de los bombardeos nucleares que tienen censa- dos las autoridade­s niponas.

A partir de aquel momento y con este reconocimi­ento en la mano, Willy Buchel se propuso formar parte del 1% de hibakushas que Tokio reconoce que sufren dolencias relacionad­as con las radiacione­s de los bombardeos atómicos. Un reto que se presumía muy difícil, ya que además de ser un colectivo muy reducido estaba integrado sólo por japoneses. En mayo del 2015 presentó su demanda judicial y ahora, diez meses después, ha visto recompensa­dos sus esfuerzos.

Su victoria en los tribunales supone un nuevo reconocimi­ento para los hibakushas, que vieron aceptados sus primeros derechos en 1957. Ese año, el Gobierno japonés adoptó una ley por la que se decidió darles servicios médicos gratuitos. Medida que restringió en 1974, al limitar las ayudas a los que permanecía­n en el país. En el 2003, tras largas batallas jurídicas, Tokio aceptó prestar servicios médicos también a los hiba

kushas que vivían en el exterior. Un servicio al que a partir de ahora, gracias a Buchel, también podrán acogerse otros extranjero­s que en su día fueron prisionero­s de guerra.

Para convencer a los jueces, este holandés, que tenía 25 años cuando el B-29 de las fuerzas aéreas estadounid­enses lanzó la bomba llamada Fat Man sobre Nagasaki, explicó todas las vicisitude­s que vivió tras ser hecho prisionero por las tropas japonesas en 1943 en las Indias Orientales (actualment­e Indonesia).

Willy Buchel relató que pasó los dos últimos años de aquella contienda bélica en el campo de prisionero­s de guerra Fukuoka número 14, cercano a la ciudad de Nagasaki, junto a otros 152 holandeses. Y que lo enviaron a trabajar a una fábrica cercana al campo de reclusos. Un destino distinto a la mayoría de sus colegas, que fueron enviados a los astilleros de la Mitsubishi.

Y como describió al periódico Asahi de Tokio en el 2014, cuando fue reconocido hibakusha, aquel 9 de agosto de 1945 vio un bombardero en el cielo e instintiva­mente se precipitó hacia el interior de la fábrica. Eso lo salvó. En el instante siguiente vio un destello de luz blanca, cegadora, y perdió el conocimien­to. Después fue el horror.

Buchel sobrevivió a aquel bombardeo, pero las secuelas y los recuerdos le han perseguido toda la vida. Durante los días siguientes, junto a sus compañeros reclusos, le tocó recoger los cuerpos de las víctimas. Unas imágenes de cuerpos carbonizad­os en medio de una ciudad devastada que ya nunca más se borrarían de su memoria. Como tampoco ha podido apartarse desde entonces de los dolores por la radiación a que se vio expuesto. Aflicción que quizás ahora su victoria ante la justicia nipona contribuya a paliar.

Capturado en 1943, ha sufrido dolores toda su vida, pero le negaron el derecho al tratamient­o médico gratuito Tokio pagará a Willy Buchel 8.800 euros por haber estado expuesto a la radiación nuclear

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NAGASAKI ATOMIC BOMB MUSEUM Foto de archivo que muestra la nube en forma de champiñón originada el 9 de agosto de 1945 por la bomba atómica en Nagasaki

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